Recuerdos del presente – Humberto Vacaflor Ganam
Mi amigo Álvaro Ríos está preparando un libro, por supuesto acerca del petróleo y el gas natural, y me ha adelantado que quiere usar en una de sus primeras páginas una frase mía.
La escribí pensando en otros gobiernos pero el actual es el que más me ha convencido de que: Las oficinas de las petroleras están alfombradas con pieles de tigres, de todos los tigres que alguna vez las desafiaron.
Es que las petroleras sólo tienen que esperar para que las cosas cambien y a veces no tienen que esperar mucho. En Cuba esperaron cincuenta años, en Rusia setenta y en Bolivia esperaron, en diferentes épocas, o años o unos cuantos meses. Raras veces las cosas cambian para ellas con el mismo gobierno, y menos con el mismo presidente, pero se han dado casos. El Doctor Paz Estensoro les dio problemas en una época pero grandes satisfacciones en otra. Lo mismo pasó con el general Banzer, que fue un estatista en su primer gobierno, el de dictador, pero en su segundo gobierno, el democrático, fue lo contrario.
Este gobierno, el de Evo Morales, ha roto todas las marcas. Hizo una nacionalización que nunca se concretó como tal, fijó tasas de impuestos que duraron pocos meses, y luego comenzó a dar grandes satisfacciones a las petroleras. Dijo una cosa pero hizo otra cosa. Es decir que fue coherente con su estilo general.
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Ahora ha llegado a renegar de la Pachamama, dando la espalda a un discurso que le vendió alguien que quería convertirlo en el líder de los pueblos originarios. Un cocalero es lo contrario de un amante de la naturaleza: es un capitalista salvaje. Si no tiene escrúpulos para colocar su producto en el mercado, ¿porqué debería tenerlos en el momento del trato a la tierra?
Algún amigo me ha dicho que ahora las petroleras están poniendo, por primera vez en sus mullidas alfombras, una piel de jucumari. No sé a qué se refiere.
No hay que avergonzarse de hacer concesiones ni de retroceder. No es bueno ser perversos, como los alemanes, que alguna vez dijeron que los tanques de guerra italianos tenían dos velocidades para delante y cuatro de retro.
El gobierno del presidente Morales no tiene vergüenza de hacer concesiones. Desde que aprobó la constitución de Sucre-Calancha-Oruro ha ido revisándola en la práctica, sobre todo respeto de la Pachamama, que ahora nadie cumple el texto original.
Este año que está llegando a su fin fue testigo de cambios muy grandes en el actual gobierno. No nacionalizó ninguna empresa en mayo, por primera vez desde 2006 y, en cambio, permitió que un millonario venezolano acaparador compre el ferrocarril oriental, con lo que frenó su deseo de reestatizar todas las empresas que habían sido privatizadas. No avanzó en el proyecto de cobrar más impuestos a las empresas mineras, ni siquiera con los altísimos precios que se estaban dando. Sólo se ensaña con algunos sectores, como el textilero o el soyero.
Ahora, cuando le llegan los primeros traspiés electorales, hasta le tiembla la mano de la prepotencia, como en el Beni.
Cambios dentro del cambio.