De nada le ha servido a Christian Bale haber salvado (en pantalla) la vida de 12 inocentes niñas chinas durante el episodio más sangriento de la ocupación japonesa. Porque los actos heroicos en celuloide no son suficiente para ganarse el beneplácito del Partido Comunista.
Ni siquiera cuando sirven para dar a conocer en el mundo la perspectiva china de la masacre de Nanjing durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco importa que la película que protagoniza, The flowers of war (Las flores de la guerra), sea la de mayor presupuesto de la historia del país y pueda darle a China su primer Oscar en la categoría de mejor filme extranjero.
Lo que cuenta es la actitud en la vida real. Y ahí la estrella de Hollywood ha suspendido. Tanto que ayer fue declarada persona non grata por el gobierno de Pekín. «No es bienvenido para crear noticias», dijo en rueda de prensa el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Liu Weimin.
De hecho, «ese actor debería sentirse avergonzado por lo que hizo» el pasado 15 de diciembre. Liu no se refiere al estreno de la película de Zhang Yimou (Adiós a mi concubina, Hero), sino a la visita que ese mismo día Bale trató de hacerle al activista social Chen Guangcheng en la vivienda en la que reside bajo un arresto domiciliario de facto.
Este abogado ciego, candidato al premio Nobel de la Paz en varias ocasiones, combatió en 2005 los abortos y las esterilizaciones forzosas a las que fueron sometidos miles de campesinos para hacer cumplir la política del hijo único. Actualmente se encuentra en libertad teórica -aunque ningún extranjero ha conseguido entrevistarse con él- tras haber cumplido una condena de cuatro años de cárcel por destrozar propiedad pública y bloquear el tráfico, dos cargos de los que siempre se ha declarado inocente.
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Acompañado de un equipo de la CNN, la última encarnación de Batman trató de llegar a Donshigu, una aldea del noroeste cercana a la zona en que se filmó The flowers of war, para «estrechar la mano de Chen y decirle que es una inspiración».
Pero varios matones, identificados después como fuerzas de seguridad, le cortaron el paso a empujones e incluso siguieron durante varios kilómetros a la furgoneta en la que el actor y los periodistas tuvieron que batirse en retirada.
Todo el episodio fue grabado, y las imágenes se han convertido en un nuevo escándalo para un gobierno que, según su portavoz de Exteriores, no es quien tiene que sentirse avergonzado: «[Bale] fue invitado por el director Zhang Yimou a la ceremonia de presentación de la película (…) no para visitar un pueblo y fabricar noticias o rodar una película». Ahora habrá que ver cómo afecta este nuevo encontronazo de China con las libertades a la promoción de la cinta del laureado director chino, con cuyo estreno en Nueva York coincidió ayer. Seguro que la Academia de Cine ya ha tomado nota.
Fuente: www.elpais.com