Desde las alturas de Machu Picchu, donde se refugió de las fiestas navideñas colonialistas, el presidente Evo Morales profetizó que en el 2012 su régimen “ganará la batalla internacional” para despenalizar la coca.
No sabemos si el mandatario habrá visto ese futuro en las propias hojas de coca, a la manera de un chamán andino, allí en el santuario incaico.
Hace cinco meses, el gobernante cocalero anunció su decisión de retirar a Bolivia de la Convención Antidroga de la ONU, tratado que Morales considera atentatorio contra la “hoja sagrada”.
Desde entonces, inició una campaña ante organismos internacionales y diversos países con miras a la despenalización, esfuerzos que han sido recibidos con frialdad y escepticismo.
¿La causa? Por más que Evo insista en las virtudes -reales o imaginarias- de la coca, lo cierto es que ésta es la materia prima para la fabricación de cocaína, y que su legalización equivaldría a liberalizar a nivel mundial la producción de este narcótico.
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Si ese es el objetivo final del mandatario, sería bueno que lo declare públicamente, para centrar el debate en las cuestiones de fondo.
No sabemos si en Machu Picchu el presidente también habrá tenido alguna visión profética sobre la construcción de la carretera por el TIPNIS, el control a la prensa o sobre el “gasolinazo”, pero es seguro que forman parte de su nómina de deseos para el año entrante…