El Salar de Uyuni en Bolivia. Los pobladores aun no se ponen de acuerdo sobre la explotación de las reservas de litio del país. Bolivia tiene más litio que cualquier otro país en el mundo pero su potencial de alimentar las baterías de "ión litio" para los coches eléctricos está en peligro de no concretarse.
Las vastas reservas de litio están disueltas en una laguna salada debajo de la capa del lago de sal más alto del mundo, hecho que ha provocado todo tipos de comparaciones superlativas; una de las más recordables es que el país sin salida al mar se convierta en la "Arabia Saudita del litio".
No es una comparación que agrade el gobierno socialista del Presidente Evo Morales. El primer líder indígena de la nación ha prometido que Bolivia explotaría las reservas de litio sólo, en una manera sostenible y para el beneficio de todos los bolivianos.
Pero a casi cuatro años desde que se inicio del proyecto para explotar las reservas del litio en el Salar de Uyuni –un monto que podría sobrepasar 100 millones de toneladas– hay impaciencia acerca de cuándo el pueblo boliviano va a sentir los beneficios de su inmenso potencial.
El litio es considerado como la energía verde del futuro, potenciando iPods, teléfonos celulares, laptops y automóviles eléctricos. Pero las reservas de Bolivia están encerrados debajo de un salar de 10,000 kilómetros cuadrados. Mientras miles de turistas reciben la bienvenida para mirarse ante la resplandeciente extensión de este mar blanco rodeado de montañas en el horizonte, los inversionistas extranjeros tienen que esperar.
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"Hay mucha gente que opina que el gobierno boliviano es demasiado lento para industrializar esas reservas y va a perder el tren," dice Guillaume Roelants, el jefe científico del proyecto de litio para Comibol, la Corporación Minera de Bolivia. "Eso es totalmente falso porque la demanda internacional para litio sigue siendo bajo a pesar de mucha especulación. Entonces creo que estamos a tiempo."
El proyecto de litio está todavía en la etapa "pre piloto" y la producción industrial de cerca de 30,000 toneladas de carbonato de litio por año no está esperada hasta los principios del 2015, dice Roelants. "El plan, como industria, es suministrar litio para el mundo para cientos si no miles de años, entonces un mes más no será un gran problema," agrega.
El trauma de la conquista española ha dejado a muchos bolivianos muy desconfiados en las empresas multinacionales, a quienes acusan de saquear sus recursos naturales. Morales ha aprovechado este sentimiento nacionalizando la electricidad y los sectores hidrocarbúricos en una de las naciones más pobre de América del Sur. Además cambió la constitución para corregir las inequidades históricas del país.
Pero Bolivia podría estar perdiendo una oportunidad histórica, sostiene Juan Carlos Zuleta, un boliviano que es experto en la economía de litio. "Me parece que a este gobierno no le interesa desarrollar este recurso tan importante, que no sólo es bueno para Bolivia sino para el mundo entero," comenta.
El insiste en que los científicos Bolivianos están todavía luchando para encontrar una manera de industrializar el mineral y sugiere que el país busque con urgencia el aporte de países con más experiencia en la producción de litio. Por ejemplo, los países vecinos, Chile y Argentina, se han convertido en productores establecidos de litio, a pesar que tienen reservas mucho menos grandes que las que tiene Bolivia.
"Ya existe una carrera en el mundo para el litio y Bolivia no es parte de esta carrera," agrega Zuleta.
General Motors, Hyundai y Nissan son solamente algunos de los fabricantes de automóviles que están por lanzar nuevos coches eléctricos o híbridos en 2012.
Bolivia será "indispensable para el mercado de carros eléctricos gracias a la cantidad de recursos que posee", sostiene Zuleta. "Para que el mundo puede tener una era del coche eléctrico, necesitamos a Bolivia," agrega.
Pero es un proceso de tres etapas, y Bolivia solamente se encuentra en la primera. Ya construyó un planta de procesamiento al coste de $5m en un rincón remoto del Salar donde se extrae carbonato de litio y clorhidrato de potasio – utilizado para fertilizante – de lagunas de evaporación solar.
El Banco Central de Bolivia va a aportar $500m para el proceso de industrialización en 2015 con la posibilidad de fabricar baterías de litio. A partir de este momento el gobierno Boliviano aceptará asistencia técnica extranjera, según fuentes oficiales.
Bolivia ya ha mantenido conversaciones con China, Japón, Corea del Sur, Francia y Finlandia sobre "alianzas estratégicas" para esta etapa final, dice Freddy Beltrán, vice-ministro del ministerio de minería.
Beltrán concedió que han habido retrasos, debido, según él, al sistema burocrático. Pero agregó que no impactará en el reto nacional del largo plazo de transformarse en un "exportador de materias primas hacia (un país) que puede industrializarse sus propios recursos".
Mientras esta nación minera va adecuándose a los nuevos retos de los minerales evaporíticos como litio ¿va a poder dejar los recursos tradicionales –como zinc y estaño– y moverse hacia energía limpia y renovable? ¿Y de ser ese el caso, mejorarán las vidas de millones de bolivianos?
"Hay mucha pobreza en Bolivia y necesitamos una nuevo fuente de ingresos", dice Zuleta. Una tonelada de carbonato de litio vale alrededor de $5,500, y algunos expertos estiman que las reservas bolivianas podrían valer más de $1 trillón.
A Venezuela y Irán –dos países muy ricos en petróleo y los aliados ideológicos más cercanos al gobierno boliviano– quizás no les convenga abarcar todo el potencial de energía limpia del litio. Pero justo al lado de Bolivia, la superpotencia regional, Brasil, ya está utilizando etanol como combustible en sus automóviles.
Mientras los biocombustibles compiten con la producción de alimentos, Brasil tendría que buscar nuevas fuentes de energía para abastecer el número creciente de propietarios de coches en una clase media que está expandiéndose exponencialmente. Es una oportunidad comercial para que Bolivia pueda convertirse en una superpotencia de energía limpia, sostiene Zuleta.
The Guardian – Inglaterra