Su nombre evoca una sola imagen: la de una rubia inconfundible, escandalosamente rotunda y sensual, joven, llena de vida y con el agua de la Fontana di Trevi empapándola hasta la altura de las rodillas. Pero para Anita Ekberg esos años quedaron atrás. La protagonista de La dolce vita, firmada por Federico Fellini en 1960, acaba de celebrar su 80º cumpleaños ingresada en una residencia de ancianos de Roma.
No puede andar debido a una reciente fractura de fémur y se angustia constantemente con los números rojos de sus apretadas cuentas, que ni siquiera puede administrar, ya que un tribunal de la ciudad italiana de Velltri le adjudicó un tutor al verla sola, sin hijos ni ningún familiar que pueda hacerse cargo de sus necesidades.
Anita quisiera volver a su casa, una inmensa residencia sumergida en la campiña que rodea la capital italiana, pero tampoco puede. La mansión fue incendiada y desvalijada durante su estancia en el asilo y su precaria economía no le permite reformarla. Un epílogo que resulta demasiado triste para una mujer que tuvo el mundo a sus pies: dos maridos, una propuesta de matrimonio de Frank Sinatra y romances con los hombres más famosos y ricos de su época de juventud (entre los que se contaban el empresario Gianni Agnelli y el director de cine Dino Risi).
Al verla desesperada, su tutor, Massimo Morais, envió hace unos días una carta a la Fundación Fellini, dedicada al legado del director. Pero el resultado ha sido nulo. Las cuentas de la asociación -ubicada en el Rimini natal del cineasta, donde en 1973 ambientó su nostálgico Amarcord- tampoco se hallan en su mejor momento. «Todos los fellinianos le debemos mucho a esta mujer impetuosa, fuerte hasta rozar la impertinencia. Sin embargo, con los recortes que sufrimos en esta época no podemos hacer mucho», se queja el director de la fundación, Paolo Fabbri. Asegura que no quieren «contestar a este SOS con un mero detalle de Navidad» y por eso intentan por todos los medios involucrar a las instituciones y «a todo aquel que esté dispuesto a echar una mano».
La Fundación Fellini tiene previsto rendir un gran homenaje colectivo a la actriz y proyectar en Rimini el filme Entrevista. Según explica Fabbri, se trata de un largometraje a medio camino entre el documental y la ficción, rodado en 1987 y en el que Fellini y Mastroianni acuden a la finca de Ekberg. Ella, rodeada de perros, enorme y con un absurdo turbante que le recoge el pelo, los acoge y los tres dan una fiesta para recordar viejos tiempos viendo juntos una última proyección de La dolce vita. «En la escena del baño en la fuente», cuenta Fabbri, «Anita se enjuga una lágrima». Lloraba la madura Ekberg al admirarse, con 30 años de distancia, en la gran pantalla donde Fellini la consagró para siempre joven y bella.
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Pero la verdad es que hoy, aquella mujer fatal que invitaba a Marcello a entrar en la fuente más famosa del mundo durante una desierta noche de la Roma de hace medio siglo recuerda más a la estrella caída que Billy Wilder retrató con poesía y ternura en El crepúsculo de los dioses.
Fuente: www.elpais.com