Economía de palabras – Humberto Vacaflor Ganam
La señora Dilma Rouseff dijo al presidente Evo Morales que Brasil vendería con mucho gusto la energía eléctrica que necesita Bolivia para cubrir el actual déficit provocado por la falta de previsión.
Lo malo es que esa operación no puede ser concretada porque la red integrada nacional no se aproxima a la frontera, ni en el lado brasileño ni en ninguno de los costados del país: esto es Bolivia.
La diligente señora Rouseff hizo el ofrecimiento sin saber el detalle de la incompleta red boliviana de tendido eléctrico. Lo hizo pensando en que de esa manera su país podría reducir el déficit que tiene su balanza comercial bilateral con Bolivia por culpa del gas natural. Es el único de los once países vecinos de Brasil que tiene superávit con el pentacampeón.
Si Dios quiere, por lo tanto, las lluvias que están llegando ayudarán a resolver este problema provocado, según dice el gobierno del presidente Morales, por los empresarios que se lanzaron a montar proyectos sin tomar en cuenta que iban a crear una sobredemanda de electricidad. Es que esos empresarios son unos irresponsables.
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La semana pasada los brasileños, que tienen gobiernos capaces de tomar previsiones, hicieron un balance de su sistema de generación eléctrica.
La Empresa de Pesquisas Energéticas (EPE) contabilizó 377 plantas de generación eléctrica con capacidad para producir 24.100 megawats, de los que más de la mitad, 12.900 MW, son termoeléctricas, la mayoría de ellas abastecidas con gas boliviano. Entre otras, está en construcción la hidroeléctrica de Bello Monte, sobre el río Xinju, que generará 11.233 MW.
El balance brasileño permitió conocer que ese país tiene muchos proyectos que dependen del gas natural, entre ellos el complejo petroquímico de Río de Janeiro (COMPERJ), que consumirá 15 millones m3/d.
Para el año 2020, Petrobrás calcula producir 5 millones b/d de petróleo pero no quiere comprometerse a proveer gas natural a las actuales termoeléctricas, sólo por seriedad.