La huella indígena

Carlos Delius*

delius ¿Progreso o conservación? El debate fue activamente discutido en las últimas semanas, debido a la marcha de pueblos indígenas que pedía la no construcción de una carretera a través del Territorio Indígena y Parque Nacional Isoboro Sécure (Tipnis).

La pregunta no es nueva y la discusión tampoco. Varios países han atravesado por polémicas como éstas que se activaron al encaminarse proyectos de hidroeléctricas, gasoductos, de explotación de petróleo o minerales. Desde el Amazonas hasta China, desde Alaska hasta el sur de Chile las decisiones han sido variopintas, desde la paralización de proyectos hasta la readecuación de los mismos para evitar impactos mayores en el medioambiente.



Aterrizando el tema en nuestras naciones del continente, las razones son absolutamente justificadas para ambas partes. La necesidad de generar más energía, más integración caminera y mayor alcance de cobertura de servicios para la población, son razones comprensibles que generalmente impulsan los proyectos. El problema radica cuando estos tienen que atravesar territorios sensibles en biodiversidad y mucho más cuando previamente han sido declarados parques naturales, y peor aún, cuando la construcción de este tipo de proyectos está prohibida por la Constitución en estas zonas de reserva, sin antes consultar con las comunidades nativas.

El sector hidrocarburos, por su carácter exploratorio en muchos casos atraviesa territorios indígenas y campesinos, lo que desde sus inicios ha sido un elemento de relacionamiento, no siempre sencillo entre los actores de las zonas involucradas. El gasoducto Bolivia-Brasil, el Gasyrg, los megacampos del sur y los campos del norte, entre otros, son ejemplos de que es posible encontrar un punto intermedio que sea positivo para las partes, y sobre todo para el conjunto del Estado que se beneficia con mayores ingresos monetarios.

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Actualmente en los parques nacionales no se ejecuta ninguna actividad hidrocarburífera. Aquellas áreas que en la década de los 90’s fueron puestas en concesión, inmediatamente después fueron declaradas en ‘fuerza mayor’, debido a que son parques nacionales o reservas naturales. Un ejemplo de ello es el bloque Río Hondo en las proximidades al Parque Nacional Madidi, una de las zonas más biodiversas del planeta.

¿Es posible armonizar progreso y conservación? Tal vez una idea de punto intermedio es pensar en el beneficio común haciendo que el impacto al medioambiente sea en el menor grado posible, con la certeza de que el peor acuerdo es aquel donde los proyectos quedan truncos.

Es posible armonizar ambas cosas, al menos en el área energética. Sin embargo, eso también depende de la visión que se tenga de ‘desarrollo’, para algunos el progreso será mantener una selva virgen, para otros, será tal vez llevar un servicio a los habitantes. Sin embargo, si el costo de la explotación de un recurso natural es la destrucción del entorno, éste definitivamente no debiera hacerse. Por eso, las actividades petroleras hoy funcionan con altos niveles de seguridad para proteger el medioambiente, lo que permite y permitirá operar en áreas sensibles con el menor impacto posible.

Todo ello bajo normas de organizaciones internacionales en temas ambientales y abalados por los países.

La riqueza cultural y natural de las comunidades indígenas de nuestro país puede ser complementada con proyectos que permitan el desarrollo sostenible de las mismas. La inversión debe recaer también en beneficio de los habitantes originarios. El camino correcto es desarrollar un recurso sin destruir otro.

Finalmente, la teoría y la práctica de la buena vecindad es una receta que funciona para hacer sostenibles los proyectos. La huella indígena ha marcado las decisiones recientes en nuestro país y el mejor camino debiera ser siempre construir el futuro respetando esa huella.

*Presidente de la Cámara Boliviana de Hidrocarburos y Energía (CBHE)

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