Roberto Méndez
Herido en lo más profundo de su ser, el presidente Evo Morales no acepta que los indígenas hayan plantado su flor del Patujú, su arco, su flecha, su sudor y valentía en el Palacio de Gobierno después de la marcha que duró 65 días y ahora se encuentra en una campaña sistemática por revertir esa situación.
Por esa razón ha sobrevolado en helicóptero la región del Tipnis, se ha reunido con los cocaleros, cochabambinos y benianos afines y les ha dicho y "por qué no me apoyaron".
También les ha pagado los pasajes a 30 caciques para que vayan hasta el Senado a pedir la revisión de la Ley que protege que la carretera no pase por la reserva natural y ha iniciado un rastrillaje unilateral por el parque Isiboro Sécure buscándole cinco pies al gato a todas las empresas que operan.
Y se trata de una campaña sostenida, de una batalla en la que se retrocedió por momentos para contraatacar con más fuerza, pensando tal vez en Sun Tzu y su “arte de la guerra”, un libro que el vicepresidente Álvaro García Linera le regaló a Evo Morales en un cumpleaños.
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“Un general inteligente lucha por desproveer al enemigo de sus alimentos", decía el estratega. Y eso pasa ahora con los indígenas que se quejan que a título de intangibilidad ahora no podrán cazar ni un ratón del Tipnis.
"Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso", es otro de los consejos para dividir, y los indígenas están divididos.
Pero el maestro también aconseja; "Un gobierno no debe movilizar un ejército por ira, y los jefes militares no deben provocar la guerra por cólera" y recomienda que "hay ciudades que no deben ser rodeadas". Es decir temas sensibles.
Por eso es que el Gobierno debe tener mucho cuidado de no provocar una guerra civil o un enfrentamiento entre cocaleros e indígenas. Y le pueda significar seguir la misma ruta de Goni.
El Día – Santa Cruz