Iván Arias Durán
El año pasado, cuando habían pasado más de 40 días de la marcha del TIPNIS, me atreví a escribir una columna que intitulé “Evo Presi, Evo amigo: ¡ya no más odio!” y en la que decía: “No sé si estas breves líneas las leerás alguna vez, pero no importa las escribo porque quiero sacarme un nudo que me ahoga en la garganta, un dolor que me atormenta el corazón. Y ese nudo y dolor es provocado por ver cómo invertimos tiempo, energías, dinero y capital humano en sembrar dudas, odio y revanchismo (…). Jefazo, como te dicen tus adláteres, estas aún a tiempo de reconducir el proceso, de volver la esperanza en realidad. Unidad, justicia y libertad es lo que todos esperamos. Por favor no alientes más la confrontación entre bolivian@s”.
Sí, no fui escuchado, faltaba más. A pesar de ello insisto y hoy, al empezar el 2012, me sumo a las voces que crecen y piden amnistía para los presos políticos y reconciliación entre bolivianos. Necesitamos una justicia independiente ya que en la actualidad ni siquiera personas como Santos Ramírez tienen asegurado un proceso debido e independiente, convirtiéndose en víctimas del odio político. Por otro lado, el doctor Juan Antonio Morales, digno y respetado profesional boliviano, resume el dolor de los exilios y encarcelamientos injustos ya sea en prisiones o en domicilios que llevan más de tres años varios ciudadanos bolivianos.
La carta enviada por Esteban Morales, hijo de don Juan Antonio Morales, es la dolorosa muestra de cómo en vez de sembrar amor, se está sembrando dolor. La misiva en cuestión señala que “ por sexta, sí, sexta vez el señor don juez Carlos Guerrero, juez 1º de instrucción cautelar suspendió la audiencia en la que simplemente solicitamos que se le permita trabajar a mi padre, Juan Antonio Morales, acusado de la manera más infame e injusta de supuesto "enriquecimiento ilícito", por el gobierno boliviano, a través del fiscal Harry Suaznábar, quien lo hizo detener y arrojar a las mazmorras, aplicando retroactivamente la ley, hace ya 4 meses sin ningún argumento legal, sin ningún tipo de consideración a la trayectoria, edad o estado de salud de mi padre.
La carta continua señalando que “hace cuatro meses venimos aguantando la restricción absurda a la libertad, dada en franca y directa violación de los derechos humanos de Juan Antonio (ver Arts. 3, 8, 9, 10, 11 y 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y los Arts. 7.3, 7.5, 9 y 25 de la Convención Interamericana de Derechos Humanos, ambos se pueden encontrar fácilmente en Internet).
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Mi padre, para quienes aún no lo conocen, fue presidente del Banco Central de Bolivia entre 1994 y 2005, nombrado como "el mejor presidente de Banco Central de Latinoamérica", catedrático de varias generaciones de economistas bolivianos, considerado internacionalmente como economista imprescindible de Bolivia y un hombre intachable, de honestidad y capacidad fuera de cualquier duda o sospecha. Su único delito fue haber sido presidente del BCB durante los gobiernos anteriores al de Evo Morales.
No hay justificación alguna para estas escandalosas y sistemáticas violaciones a los derechos de mi padre. El señor don juez Guerrero solo aduce "falta de tiempo", cuando se está hablando acá de derechos humanos. Curiosamente, deambulan por el juzgado funcionarios del ministerio de Transparencia, que nada tienen que ver en este asunto, pues ese ministerio ni siquiera es parte querellante. El fiscal ni se molesta en aparecer.
El pedido de Esteban Morales, es que estos “hechos deben ser dados a conocer al mundo entero, y por eso acudo a ustedes. Todos tenemos algún amigo o pariente que trabaja en los medios de comunicación, en los organismos de cooperación internacional, en las organizaciones de defensa de los derechos humanos. Por favor, les implora un hijo desesperado, no dejen que esto pase como una anécdota más de nuestro maravilloso país. Es hora de decir ¡Basta! Si no, cuando vengan por ti, por tu padre, por tu hijo, por tu esposo o esposa, ya será tarde, no habrá nadie más para defendernos. ¡El tiempo es ahora!”
Que la indiferencia no nos domine pues “la solidaridad social y, política que necesitamos para construir una sociedad menos fea y menos agresiva, en la cual podamos ser más nosotros mismos, tiene una práctica de real importancia en la formación democrática” (P.Freire).