¿Cuba se abre?


Marcelo Ostria Trigo

MarceloOstriaTrigo_thumb1 Los miembros de la Organización de los Estados Americanos, el 31 de enero de 1962, resolvieron en Punta del Este (Uruguay) la exclusión del Gobierno de Cuba, porque su adhesión al marxismo-leninismo y su alineamiento con el bloque comunista “quebranta la unidad y solidaridad del hemisferio”. Luego, el 16 de octubre de ese año, el presidente de EEUU, John F. Kennedy, fue informado sobre la instalación de misiles soviéticos en Cuba que amenazaban el territorio estadounidense, y el 22 de octubre de 1962 anunció un bloqueo naval a la isla, advirtiendo que cualquier cohete nuclear lanzado desde Cuba sería considerado como un ataque de la Unión Soviética a EEUU, por lo que demandaba que todos esos misiles ofensivos fueran retirados de Cuba.

Esta fue la más peligrosa crisis. Amenazó con desatar la tercera guerra mundial y Cuba, en definitiva, ya estaba sometida a la política soviética.



Mientras tanto, los costos de la economía cubana y de sus aventuras corrieron por cuenta de Moscú hasta la disolución de la URSS. Poco a poco, sin la ayuda soviética, la economía cubana fue languideciendo. Luego su caudillo enfermo resignó la conducción de su país y lo sucedió su hermano, Raúl Castro.

La dinástica llegada al poder de Raúl Castro planteó varias incógnitas: ¿sería el nuevo líder más realista que su hermano Fidel? ¿Qué efecto tendría la declaración de Fidel, en sentido de que el sistema cubano no sirve ni siquiera para Cuba? Todo apuntaba, entonces, a que habría un cambio sustancial. Y Raúl empezó con pequeñas reformas y con una tímida apertura económica, manteniendo, sin embargo, el férreo control policial sobre las actividades de los disidentes.

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Con la participación militante del secretario general de la OEA, y contando con el respaldo principal de los gobiernos de Honduras (el anfitrión de la Asamblea), Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, la XIX Asamblea General de la OEA reunida en Santiago de Sula (Honduras), el 2 y 3 de junio de 2009, resolvió anular las sanciones impuestas al régimen cubano en 1962.

Esta fue una victoria pírrica a favor de Cuba, puesto que, para su reincorporación al seno de la organización, se estableció “que la participación de Cuba en la OEA será el resultado de un proceso de diálogo iniciado a solicitud del Gobierno de Cuba y de conformidad con las prácticas, los propósitos y principios de la OEA”, lo que no sucedió; el expresidente de Cuba Fidel Castro ya había reiterado su rechazo a retornar a la OEA, porque la organización ha sido, desde su creación, “cómplice de todos los crímenes contra Cuba”.

Fidel comprendió que esa resolución tenía una condición: que el Gobierno castrista respete “las prácticas, los propósitos y principios de la OEA”, contenidos en la Carta de Bogotá y en la Carta Democrática Interamericana, lo que implicaba un cambio radical que ni él ni Raúl estaban dispuestos a aceptar.

Raúl Castro acaba de defender ardorosamente el sistema de partido único –el comunista– de la isla: “Renunciar al principio de un solo partido equivaldría a legalizar a los partidos del imperialismo en suelo patrio y sacrificar el arma estratégica de la unidad de los cubanos”, dijo. (El País. Madrid, 29/01/2012).

¿Podría creerse, entonces, que el régimen cubano se orienta a una auténtica apertura política, mientras contradice, entre otros, uno de los elementos esenciales de la democracia: “el régimen plural de partidos y organizaciones políticas”?

La apertura del castrismo a la democracia es, simplemente, una charada.

El Deber – Santa Cruz