En conferencia de prensa, el vicepresidente Álvaro García Linera confirmó la farandulización del “proceso de cambio”, al lanzar la noticia de su próximo casamiento con la periodista de TV Claudia Fernández.
Anteriormente, se habían visto síntomas de esto con la incorporación a filas masistas de la modelo Jéssica Jordan o del folclorista Castellanos, actual alcalde de Cochabamba, así como con los piropos al vice de parte del estilista Sixto Nolasco.
Ahora, el anuncio de García Linera parece ratificar su paso del “marxismo étnico” que propugnaba años atrás al “marxismo farandulesco”, versión criolla de la izquierda caviar.
Entre las razones para lanzar la noticia probablemente esté la necesidad gubernamental de distraer a la prensa de temas urticantes, como la reciente represión a los discapacitados, el latente conflicto del TIPNIS o el creciente rechazo popular a Evo Morales.
Pero tampoco hay que descartar que sea una decisión tomada para mejorar la imagen personal del vicepresidente, cuya sexualidad es prácticamente un tópico del debate nacional.
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No es la primera vez que Álvaro contrae nupcias. En tiempos de la banda del EGTK, cuando llevaba el nombre de guerra Qananchiri (“el que ilumina”), compartía la “militancia armada” con su esposa, la socióloga mexicana Raquel Gutiérrez, de quien se divorció en prisión.
Hoy en día, Gutiérrez es una ferviente crítica del régimen que co-pilotea su exmarido, al que acusa de “cooptar a los movimientos sociales”.
En su particular estilo seudohumorístico, el presidente Morales ya anunció que “Está bien darle casa a un nuevo matrimonio, creo que pronto va a ser el compañero Álvaro, vamos a dotarle de la vivienda social”.
Lo que aún no se sabe es si la boda del último jacobino será una ceremonia “originaria-pachamamista”, con los correspondientes rituales creados por la fantasía del protocolo plurinacional, o si elegirá alguna opción más glamorosa y principesca, que le permita ser noticia rosa en los medios internacionales…