Muertos de hambre

Álvaro Riveros Tejada

riveros_thumb Que los cubanos estén muriendo de hambre es una verdad de Perogrullo. Ahora, que a muchos de ellos se los deje morir por estar descontentos con el estado de cosas que reina en esa isla de la fantasía, es un crimen de lesa humanidad que la gerontocracia comunista viene poniendo de moda desde hace varios años con la mayor desvergüenza.

Lo truculento del caso, sin embargo, es la pasmosa indiferencia que el mundo muestra frente a esta actitud criminal y en especial, de los gobiernos latinoamericanos que conforman el famoso foro de Sao Paulo y militan en el socialismo del siglo XXI. Entretanto, por una de esas fatales casualidades del destino que suelen exceder lo paranormal, ocurre que cada vez que un presidente brasilero visita Cuba, muere siempre un disidente. Es el caso de Orlando Zapata que en febrero de 2010 falleció, poco antes de la visita del ex presidente Inacio Lula da Silva, después de cumplir 86 días de huelga de hambre. Lula ignoró solemnemente el caso y por el contrario, calificó de delincuente al mártir.



En esta oportunidad, como si de un libreto preestablecido se tratara, Dilma Roussef llegó a la isla casi simultáneamente a la muerte de Wilman Villar, fallecido tras 50 días de huelga de hambre. La causa por la cual fue llevado a tan írrito proceso “judicial”, no fue otra que su participación en una protesta popular en el poblado de Contramaestre, acción intolerable para el gobierno comunista de la Isla.

Al ser abordada por la prensa para que exprese su opinión sobre esta tragedia, su reacción fue grosera y dijo: “basta de hablar de DD.HH… nuestra prioridad está en tratar los temas económicos” y a modo de justificar su omisión hace referencia a Guantánamo, como si las torturas norteamericanas absolvieran de culpa a los sayones comunistas. Bajo esa misma óptica, habría sido muy fácil para los militares brasileros que dizque torturaron a esta señora durante su cautiverio, como ex guerrillera en las ergástulas de la dictadura militar, justificarse con esa misma fórmula aduciendo que lo hacían porque en Cuba el Che y los hermanos Castro torturaban y fusilaban a sus opositores a troche y moche.

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Ya podemos predecir lo que esta señora declararía en una futura visita a Bolivia cuando le pregunten sobre la azotaina a los marchistas de Yucumo, ella manifestaría que nada tiene que ver con esos asuntos y lo que vino a hacer es inaugurar la carretera que parte el TIPNIS, llamada por ellos mismos: “La rodovía de la cocaína”, algo similar a lo que su antecesor declaró, cuando llegó en su última visita financiada por la OAS, sobre los serios reparos que existían sobre esa controvertida vía. ¡Es de esta forma como nace el sub imperialismo!

Nada justifica la indiferencia de un ser humano ante la muerte del prójimo que ha decidido declararse en huelga de hambre, con justa o injusta razón. Lo mismo debe valer para un gobierno, a no ser que éste rija sobre un pueblo muerto de hambre.