Renovando enemigos

Marcelo Ostria TrigoHay políticos que confunden adversarios con enemigos. Esto es más notorio en los que forman un gobierno obcecado que no acepta ningún error, menos aún una idea diferente, y apelan, en cambio, al ataque verbal contra los disidentes. Este es el estilo que se viene imponiendo.El señor Hugo Chávez, por ejemplo, al no encontrar a quien acusar por su enfermedad, llegó al ridículo de atribuirla a una conspiración del ‘imperio’: EEUU. Los presidentes de Ecuador y Nicaragua van por el mismo camino.En nuestro caso, el jefe de Estado no pierde oportunidad para acusar y denostar a diestra y siniestra. No hay discurso presidencial en que no se mencione, con manifiesto encono, a quienes disienten con el llamado ‘proceso de cambio’ y a los que muestran errores y demasías del oficialismo. Coincide también con Chávez en una obsesiva inquina contra Washington. Es que, cuando no alcanzan a explicar sus tropiezos, buscan supuestos responsables.La política, bien entendida, es indispensable para el normal funcionamiento de una sociedad. Sugiere que los partidos, y aun las organizaciones civiles, ofrezcan opciones para administrar la nación y propongan soluciones a los problemas del país. Pero ahora, toda iniciativa que no provenga del oficialismo es combatida con ardor ‘revolucionario’, lo que pone en evidencia una intolerancia que deriva en la imposición.En el Parlamento, el oficialismo arrolla con sus dos tercios cualquier propuesta de sus ‘enemigos’ opositores. También son blancos de ataque los medios de comunicación. La tarea de los periodistas es reflejar los hechos, buenos y malos, lo que no es bien visto por el poder. De la crítica, se sabe cómo se reacciona; el sectarismo se pone de manifiesto y se desata el acoso que muchas veces llega a la persecución judicial.En esto de escoger amigos hay un parámetro inflexible: el que va a ser elegido como tal debe ser probadamente enemigo del capitalismo y de cualquier matiz liberal y democrático. En esto se funda la adhesión al régimen teocrático de Irán, ahora promotor de una peligrosa crisis internacional. No importa que el régimen de los ayatolás sea claramente opuesto a la libertad ciudadana, que reprima salvajemente a la oposición, que no tolere ninguna religión distinta al islam y que discrimine ferozmente a las mujeres; lo que cuenta es que esté enfrentado a EEUU y a las democracias de Occidente. Esto se extiende a combatir a Israel, negándole el derecho a existir.Recientemente, una delegación de los países de la ALBA –Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela– visitó Damasco para expresar su solidaridad con el cruel régimen de Bashar al-Assad. Y no faltó el cinismo: “Algunos medios del imperialismo intentan mentir sobre la realidad que vive Siria”, afirmó el delegado de Bolivia, Iván Canelas. Se repitió aquello de que la culpa por las matanzas no es del ‘amigo’, sino de los otros.Los disidentes que inicialmente apoyaron al Gobierno también son los nuevos enemigos del régimen. Y conste que no pertenecen a círculos ‘neoliberales’ –si los hay– ni a corrientes de derecha. Son, por el contrario, parte de la izquierda que creyó en un experimento político que los defraudó.Y, ahora, los más notorios nuevos enemigos del régimen son los indígenas de las tierras bajas, especialmente los que habitan el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure, que osaron pedir que una carretera no dividida su territorio para preservar su entorno.El Deber – Santa Cruz