El Papa reza por los presos cubanos

papa-virgen-de-la-caridad-del-cobre El presidente de Cuba, Raúl Castro, recibió ayer de modo extraordinariamente cordial a Benedicto XVI en el Palacio de la Revolución de La Habana. El mandatario cubano esperó al Papa fuera del edificio para saludarle sonriente nada más abrir la puerta del automóvil y le acompañó en la entrada del inmueble. Los dos subieron juntos en el mismo ascensor y caminaron hacia un salón donde se procedió a los saludos de cortesía.

El presidente de Cuba estrechó la mano de cada uno de los miembros del séquito del Papa, comenzando por el cardenal Bertone, mientras que Benedicto XVI recibió a continuación el saludo de cada uno de los altos jerarcas del régimen cubano. Era una fórmula mucho más elaborada de lo habitual en este tipo de encuentros, lo cual refleja la importancia que los líderes cubanos prestaban al acontecimiento.

A continuación, Benedicto XVI y Raúl Castro tomaron asiento para intercambiar unos comentarios de cortesía ante las cámaras antes de pasar al encuentro en privado, cuyo contenido ha sido objeto de intensas especulaciones los últimos días. Al cierre de esta edición todavía no se habían hecho público el comunicado oficial sobre los temas tratados.



Mientras Castro y el Santo Padre hablaban en privado, el dirigente comunista José Machado Ventura y una delegación de altos cargos del partido y del Gobierno se reunían en otra sala con el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone y varios altos responsables del Vaticano. Pero se trataba de un simple encuentro protocolario, destinado a romper el hielo.

Benedicto XVI vivió ayer en La Habana la jornada más política de su Pontificado ya que la recta final hacia su encuentro con Raúl Castro en el Palacio de la Revolución estuvo desbordada por rumores y contrarrumores en torno a otros posibles encuentros con Fidel, con los disidentes y con el presidente venezolano, Hugo Chávez, quien se encuentra en la capital cubana para continuar recibiendo tratamiento médico.

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Afortunadamente, el presidente venezolano alivió la tensión que él mismo había alimentado durante varios días manifestando en una comparecencia televisiva que el Papa «es un jefe de Estado, yo soy un jefe de Estado, Raúl es un jefe de Estado. Ellos tienen su agenda, no voy a estar interfiriendo para nada. Sólo saludo a Benedicto XVI y saludo su presencia en esta Cuba amada». Chávez elogió la calurosa bienvenida del pueblo cubano al Pontífice y anuncio que había quedado para comer con Raúl Castro justo unas horas antes del encuentro con el Santo Padre. Los rumores de un encuentro de Chávez con el Papa llevaron a familiares de presos políticos venezolanos a pedir a Benedicto XVI que solicite clemencia para los presos políticos venezolanos igual que la iba a pedir para los cubanos.

Casi al mismo tiempo, el vicepresidente cubano Marino Murillo, echaba un jarro de agua fría a las expectativas de cambio afirmando que «en Cuba no va a haber reforma política. En Cuba estamos hablando de actualización del modelo económico cubano, que haga nuestro sistema sostenible y que tiene que ver con el bienestar de nuestro pueblo». El poderoso Murillo, que está pilotando las reformas económicas, evitó polemizar con Benedicto XVI, quien constató sin ambages el fracaso del marxismo el pasado viernes en su encuentro con los periodistas durante su vuelo de Roma a México.

Recuerdo a los esclavos

Por la mañana, en la meta religiosa de su peregrinación a Cuba, Benedicto XVI rezó ante la Virgen de la Caridad del Cobre, «por los que están privados de libertad, separados de sus seres queridos o pasan por graves momentos de dificultad». No era necesario explicitar nada más: sus palabras en el santuario de la Patrona de Cuba eran un mensaje de apoyo a los presos políticos, a sus familiares, a los exiliados y a todos los que sufren en esta isla. Dirigiéndose a un grupo de fieles que le esperaban a la puerta del templo, el Papa les pidió: «Hagan saber a quienes se encuentran cerca o lejos que he confiado a la Madre de Dios el futuro de su Patria, avanzando por caminos de renovación y esperanza, para el mayor bien de todos los cubanos».

El Papa pidió ayuda para los jóvenes y, en ese lugar de antiguas minas de cobre donde trabajaron tantos esclavos, rezó también «por los cubanos descendientes de aquellos que llegaron aquí desde África, así como por la cercana población de Haití, que aún sufre las consecuencias del conocido terremoto de hace dos años».

Era un momento emocionante, el momento de los débiles, los encarcelados, los exiliados, los atribulados y los sectores más pobres del país. Era un momento de consuelo que, sin necesidad de comentarios políticos explícitos, transmitía un mensaje muy fuerte para quien pueda entenderlo: «El Papa está con vosotros».

ABC – Madrid