Engaños y desvíos del “proceso de cambio”

Gonzalo Villegas Vacaflor

GATO “Los hombres son tan simples y unidos a la necesidad, que siempre el que quiera engañar encontrará a quien le permita ser engañado” (N. Maquiavelo).

Cuando pudiésemos antojarnos de no hacer, oír, ver o leer nada y armarnos con la idea de que hay que dejar para después los problemas que se han convertido en temas de sobrevivencia, obviamente no es posible. La razón estriba en que los acontecimientos nacionales no dan tregua y por ello, se hace necesario leer, revisar, reflexionar. Pasar el interruptor y desconectarse es una mera ilusión porque la realidad está allí, aquí, frente a nosotros y no podemos ignorarla.



Con un liderazgo que sin necesidad de conocimientos e inteligencia; con mucha astucia, retórica envolvente e innegable “viveza criolla”, se basta para explotar el temor natural en el pueblo y bajo la promesa de su protección hacerle olvidar la libertad política.

Al “líder” y quienes le respaldan no les es preciso ir abierta y explícitamente contra los principios de la autodeterminación popular, sino, que basta vaciarlos hábilmente de contenido para luego utilizarlos en sentido opuesto al que fueron concebidos. Así veremos cómo toman un sentido contrario al original conceptos como democracia, justicia, paz, solidaridad, política, sociedad, república, derechos, etc. Lo que hace falta es convencer a la gente de que, puesto que la democracia está ya establecida y consagrada, puede inhibirse tranquilamente de la gestión pública salvo para sancionar cada cinco años, la actuación de sus representantes.

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Como los ideales subversivos ya han sido aceptados e instituidos, toda pervivencia de la insumisión, todo afán de intervención pública no mediatizada, toda sospecha respecto a lo óptimo de la delegación permanente del poder, han de ser desprestigiadas y proscritas”. O sea, todo dentro del proceso de cambio, nada fuera de él, o todo dentro del mismo, nada fuera de él porque esta segunda opción constituye disidencia y la disidencia debe ser aplastada, castigada y exterminada.

Maquiavelo, en su discurso desde los ambientes infernales, remata con lo que sigue: “En nuestro tiempo se trata no tanto de violentar a los hombres como de desarmarlos, menos de combatir sus pasiones políticas que de borrarlas, menos de combatir sus instintos que de burlarlos, no simplemente de proscribir sus ideas sino de trastocarlas, apoderándose de ellas”. Pero lamentablemente, al frente no se avizora una alternativa desligada de las organizaciones partidistas o movimientos sociales, con un discurso auténticamente renovador, sembrado en las realidades del presente y con proyección al futuro. La cosa no se queda allí, Maquiavelo pone en evidencia lo que denomina el secreto principal del gobierno… Leamos: “El secreto principal del gobierno consiste en debilitar el espíritu público, hasta el punto de desinteresarlo por completo de las ideas y los principios con los que hoy se hacen las revoluciones.

En todos los tiempos, los pueblos, al igual que los hombres se han contentado con palabras. Casi invariablemente les basta con las apariencias; no piden nada más. Es posible entonces crear instituciones ficticias que respondan a un lenguaje y a ideas igualmente ficticios además de la importancia de efectuar un análisis sobre las ideas antes expresadas: “Quien cree que la libertad es una idea, en lugar de reclamarla como una posibilidad de acción social, con que a la libertad se le reconozca en el plano ideal, ya tiene bastante para sentirse satisfecho; a quien no le interesa de la democracia más que su forma de legitimar sin escándalo lo vigente, sin considerarla como el instrumento subversivo de la revocación de lo dado, con que se le conceda formalmente la democracia, queda contento y no pide más. La propuesta de Maquiavelo es absolutizar la superficie democrática para mejor pervertir su fondo; sustraer el contenido de las instituciones y fórmulas antidespóticas para sustituirlo por la médula misma del despotismo, esto es: temor, avaricia y sumisión impúdica ante la fuerza…”.

A la propuesta de Maquiavelo no escapa el manejo de la información y la opinión; así, sobre una estructura donde moral y política prácticamente se excluyen y ante las críticas de los oponentes riposta: “Nada de sutilezas. Si me atacáis, lo sentiré y vosotros también lo sentiréis; en este caso me haré justicia por mis propias manos, no enseguida, pues es mi intención actuar con tacto; os advertiré una vez, dos veces; a la tercera os haré desaparecer”.

Y al final como al principio se “Descubre aquí el déspota que yendo más contra las empresas que contra las personas apenas harán falta censores de oficio, pues en cada medio de comunicación social todo el mundo se autocensurará y vigilará a su compañero para evitar la desaparición de su medio de vida”. Y obviamente estos son rasgos dramáticos de una democracia que se reduce ante los caprichos del gobernante que en palabras de Maquiavelo manifiesta: “¿Sabéis qué hará mi gobierno?, dice exultante. Se hará periodista, será la encarnación del periodista”. ¿Estaría hablando de eso que ahora llaman hegemonía mediática? Quien sabe…