La foto oficial

Urupesa urbana – Maggy Talavera

Un acto celebrado la noche del Día del Mar en Santa Cruz de la Sierra me ayudó no a despejar dudas, sino más bien a confirmar sospechas sobre cuál es la sociedad que el Poder central quiere retratar y mostrar como “la Bolivia real” al resto del país y del mundo. Es un retrato en el que el Saber y la Cultura (entendida aquí como el cultivo del espíritu humano y de las facultades intelectuales de las personas) parecen estar solo en Occidente, mientras que lo banal (claramente asociado a lo intrascendente, vulgar o de poca importancia) aparece como rasgo principal –sino único- del Oriente.

En otras palabras: la Bolivia culta está en una parte de Occidente y la Bolivia banal, en una parte del Oriente. ¿O acaso no es este el mensaje dado por el Viceministerio de Culturas en la entrega de los Premio Plurinacional Eduardo Abaroa a “personas que contribuyeron con su trabajo al desarrollo cultural del país”? De las 22 premiadas, 21 son de La Paz, Cochabamba y Chuquisaca; solo una es de Santa Cruz. Eso sí, hubo dos reconocimientos excepcionales para “destacar” en Santa Cruz, ambos para modelos de Promociones Gloria que ganaron un par de coronas en concursos de bellezas.



Es cierto que en la premiación también es notoria la ausencia de talentos de Beni, Pando, Tarija, Oruro y Potosí, un dato que llama la atención porque ¿acaso alguien cree que en esos departamentos no hay personas que con su trabajo contribuyen a diario al desarrollo cultural del país? Pero en esta oportunidad mi preocupación mayor está centrada en la persistente estrategia del Poder central en revelar una fotografía de la sociedad boliviana en la que se reafirman prejuicios y estereotipos que hieren a una gran parte de Bolivia y van contra corriente del ideal de la multi-pluriculturalidad.

Prejuicios y estereotipos que insisten en reflejar a Santa Cruz como la parte banal de Bolivia, de la que sólo vale la pena destacar, halagar y premiar a modelos y misses, como si el departamento careciera de talentos en investigación, música, deporte y artes originarias, escénicas, plásticas y audiovisuales, las categorías establecidas para el Premio Eduardo Abaroa. Seguramente dirán que no hubo postulaciones de cruceños a esas categorías y por eso no fueron premiados. Pero es una excusa que no me basta para descartar una crítica a lo que considero es ya un objetivo político: la banalización de la sociedad cruceña a partir de “la belleza de sus mujeres”.

Una banalización que no es producto únicamente del interés político del Poder central, hay que reconocer en honor a la verdad. A esa banalización de Santa Cruz contribuyen también los poderes locales, sobre todo los que se expresan a través de los medios de comunicación tradicionales y del aparato económico, para quienes “la belleza de la mujer cruceña” resulta ser un excelente negocio que reditúa ganancias altas y rápidas no sólo en efectivo, sino también en privilegios e influencias políticas. Estos poderes locales se guían con el mismo criterio que el expuesto por el Viceministerio de Culturas a través de su Premio Eduardo Abaroa: en Santa Cruz valen más dos tetas que carretas (o tiran más dos tetas que carretas), así que a ésas hay que darles premios, incentivos, atención y hasta espacios privilegiados en diarios, radios y televisión.

Yo me resisto a aceptar esa fotografía de Bolivia. No por una terquedad absurda, sino por una justa causa: la que abrazan millones de bolivianos que quieren ser reconocidos y valorados como dignos representantes de un país que merece más respeto de parte sus gobernantes, de sus elites políticas y económicas y de los medios de comunicación.

Si, como dijo el Vicepresidente en la entrega de los Premio Eduardo Abaroa, “la cultura es como una foto, retrato estético de lo que es la sociedad en su momento”, exijamos pues que esa foto no sea apenas reflejo de la “mirada oficial” que el gobierno de turno quiere fijar de Bolivia. Demandemos un retrato estético real y justo de la sociedad que refleja hoy al país, libre de prejuicios, estereotipos y discriminación como los que aún persisten sobre Santa Cruz, alentados, lamentablemente, con la complicidad de no pocos “cruceñazos” que juran que así alcanzarán la Gloria.

En lo personal, aspiro a ser parte de una fotografía que muestre a la Bolivia verdadera, esa en la que la multiculturalidad es una expresión real de pluralismo cultural, libre de discriminación y de las injusticias que todavía padece, producto de las contradicciones y miradas chatas de quienes la gobiernan desde el Poder central y desde los poderes locales.