El presidente Evo Morales y su gobierno han decidido jugársela a fondo por una supuesta “defensa del acullico”, con lo que en realidad se busca dar un paso decisivo hacia la despenalización internacional de la coca.
De triunfar la postura evista -lo cual parece altamente improbable por el momento- se estaría facilitando el aprovisionamiento de materia prima para los cárteles productores de cocaína en cualquier parte del mundo.
De ahí que la retirada del Estado Plurinacional de la Convención de Viena haya causado la alarma de múltiples gobiernos, varios de los cuales se disponen a recortar las ayudas a Bolivia.
Así lo ha anunciado César Guedes, delegado de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (ONNUD) en La Paz: “La salida temporal de Bolivia de la Convención se ha convertido en un obstáculo para la cooperación, porque algunos países donantes requieren que el país receptor sea miembro pleno de dicho sistema”.
Guedes precisó que “la cooperación se verá afectada en al menos un 30% del total de los recursos que se destinan a distintos proyectos que son reconocidos internacionalmente”.
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Según Morales, su cruzada por el “acullico” se basa en que ésta sería una práctica realizada por la gran mayoría de los bolivianos, afirmación rotundamente desmentida por organismos técnicos encargados del estudio del tema.
De acuerdo a cifras del Centro Latinoamericano de Investigación Científica (Celin), apenas el 14% de los bolivianos “pijchea”, esto es, menos de uno de cada seis.
Queda claro, entonces, que un lobby desarrollado en defensa de una minoría le está provocando daños a todo el país…