Cumbre sin mar

Álvaro Riveros Tejada

riveros_thumb Pese a las exultantes, como justificadas expresiones de asombro vertidas por S.E. a su arribo a Cartagena de Indias, ante la incomparable belleza de esa ciudad colombiana, hasta el punto de haberle arrancado un genuino deseo de “quedarse, si no tuviera la necesidad de retornar a Bolivia…”. El fracaso de la Cumbre de presidentes, motivo de dicha visita, empañó por completo el entusiasmo primicial y se tradujo en el abandono abrupto de ese paraíso caribeño. ¡Qué lástima que los deseos no siempre se cumplan!

Lo curioso del caso es que ninguna de las razones expuestas para asumir la determinación del abandono tuvo que ver con Bolivia. Por el contrario, el que no haya habido una declaración conjunta tuvo que ver con la falta de un acuerdo y/o consenso sobre la admisión de Cuba monárquica y comunista en similares reuniones futuras; la devolución pacífica de las Islas Malvinas a la Argentina, por parte de los usurpadores británicos y la despenalización de las drogas.



Es necesario hacer constar que ninguno de los puntos expuestos líneas arriba figuraba en la agenda oficial de esta reunión, por lo tanto su tratamiento no era de carácter obligatorio y menos motivo de semejantes discrepancias. Se supone que la resolución de dichos temas jamás podría haber sido objetivo de una sola reunión de dos días. Por un lado, el tema de Cuba lleva 53 años en el tapete de negociaciones; el de las Malvinas ameritó una cruenta guerra y el tema de las drogas ha abarcado una dimensión que excede el ámbito continental.

Lo que sí es rescatable de este lamentable episodio de fracasos que nos evocan las reuniones presidenciales de Copenhague, Cancún, Viena y ahora Cartagena, donde el común denominador ha sido la excesiva ideologización y narcotización de la política internacional masista, es haber logrado un empate en las canchas de futbol, contra el equipo colombiano dirigido por su presidente Juan Manuel Santos. Asimismo, acercarnos más a Cuba y alejarnos de la ominosa influencia del imperio yanqui; acercarnos, como fieles e incondicionales amigos a la Argentina, mientras ésta confisca las acciones de REPSOL y se aleja y nos aleja de una España y de una comunidad europea que nos perjudican; acercarnos más a los reproductores agroquímicos de la hoja de coca y alejarnos del convenio tripartito que acabamos de firmar con Brasil y los EE.UU.

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Con ese mismo denuedo que utilizó nuestra comitiva presidencial para que Cuba retorne al seno de los invitados a las futuras cumbres y que las Islas Malvinas sean devueltas a la Argentina, habría sido mucho más patriótico incluir en la agenda oficial de esta cumbre nuestro centenario tema marítimo y lucharlo hasta dejar el cuero en Cartagena. Quién sabe, habríamos logrado que alguien se solidarice con nuestra causa y abandone el evento, dejando al anfitrión en la estacada y poniendo en riesgo la próxima reunión de la OEA en Cochabamba, donde se descarta que ya hayamos invitado a Cuba. Reunión que, como la pasada, promete ser otra Cumbre sin Mar.