Las cumbres de presidentes

Marcelo Ostria Trigo

MarceloOstriaTrigo_thumb1 Se dice, con razón, que en las entrevistas entre mandatarios es más fácil resolver problemas y avanzar en proyectos conjuntos, evitando la burocracia diplomática, generalmente pesada y temerosa. A esto algunos llaman la ‘diplomacia directa’.

En la segunda mitad del siglo XX aparecieron las ‘reuniones cumbre’, es decir, las de varios jefes de Estado. En nuestro continente se cuenta con la Cumbre de las Américas, la Sudamericana, la de Unasur, la del Mercosur, la Iberoamericana, con la participación de España y Portugal, y otras. La Cumbre de las Américas concita mayor atención, puesto que reúne a los mandatarios del continente y tiene el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA), que se encarga de la preparación de los proyectos de declaración y del plan de acción, ambos documentos con un considerable número de acuerdos.



Ha sido difícil, sin embargo, el seguimiento efectivo de los acuerdos. Muchos quedaron sin concreción. En la III Cumbre de las Américas celebrada en Québec (Canadá), en abril de 2001, la Declaración registró el “apoyo (de los presidentes) a los programas eficaces de desarrollo alternativo orientados a la erradicación de los cultivos ilícitos” (de coca y marihuana, entre otros). Y afirmaron: “…realizaremos esfuerzos para facilitar el acceso a los mercados de los productos derivados de estos programas”. Esto solo quedó en el papel, como tantas otras buenas intenciones.

Por otra parte, en la III Cumbre los presidentes instruyeron a sus “ministros de Relaciones Exteriores que, en el marco de la próxima Asamblea General de la OEA, preparen una Carta Democrática Interamericana que refuerce los instrumentos de la OEA”. La Carta fue aprobada por la asamblea extraordinaria de la organización en Lima el 11 de septiembre de 2001.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

La conexión de la Cumbre de las Américas con la OEA es notoria. No hay tratados para esta vinculación, pero en los hechos se encomienda a la OEA la tarea de seguimiento de los acuerdos que, por su número, no es fácil de cumplir. Hay, por otra parte, algo que llama la atención: en los años en que se reúne la Cumbre de las Américas, casi inmediatamente después se celebra la Asamblea General de la OEA, con delegados –los ministros de Relaciones Exteriores– de los mismos países. Parece que la ‘cumbritis’ provoca duplicidades costosas.

En la Cumbre de Cartagena, el tema elegido –Conectando las Américas: socios para la prosperidad– no tuvo el destaque deseado. La participación de Cuba en las próximas versiones de la Cumbre y el diferendo de las Malvinas fueron los temas controvertidos que no concitaron el consenso de los mandatarios. Estados Unidos y Canadá se opusieron a la integración de Cuba en las cumbres y a apoyar la reclamación argentina por las islas Malvinas.

¿Ha fracasado la Cumbre de Cartagena? Si se considera que no se emitió la tradicional declaración, sí. Pero, a la vez, sirvió para comprobar que EE.UU. no ha variado en su política con Cuba mientras La Habana no respete los principios esenciales de la democracia, como la libre acción de los partidos políticos, la periodicidad de elecciones transparentes, la separación de los poderes del Estado y la vigencia de los derechos humanos que consagran la Carta Democrática y la Carta de la OEA. En opinión del presidente Barack Obama, Cuba es “un Estado antidemocrático y autoritario”.

Si persisten estas diferencias, se puede interrumpir la continuidad de la cumbre continental; esto, para bien o para mal…

El Deber – Santa Cruz