El sarcasmo siniestro parece haberse convertido en una de las preferencias discursivas para distintas figuras del actual gobierno.
Es recordado el caso del vicepresidente Álvaro García Linera, que en el 2006 respondió “Yo pongo los cajones” a los líderes sindicales que concurrieron al Palacio para advertirle sobre el inminente choque entre dos facciones de mineros en el cerro Posokoni. Enfrentamiento que, ante la negligencia y omisión gubernamental, acabó con un saldo de más de veinte muertos.
Ahora ha sido el turno para que el ministro de gobierno, Carlos Romero, se ejercite en el sarcasmo siniestro. Interrogado por la prensa sobre la actitud que tomaría la administración evista ante las medidas de presión anunciadas por los 54 cadetes observados de la Universidad Policial (Unipol), que amenazan con inmolarse, el funcionario declaró que “Si alguien quiere inmolarse para no estar de brazos cruzados, ni modo”.
Cabe recordar que el problema de los cadetes se originó en prácticas nepotistas del propio partido de gobierno, varios de cuyos representantes en altas esferas estatales están acusados de favorecer el ingreso en la Unipol de sus hijos y otros allegados familiares, entre ellos el ministro de trabajo, Daniel Santalla.
Triste papel el desempeñado por Romero como ministro de Estado. Cuando encabezaba el Ministerio de la Presidencia, fue sindicado por dirigentes indígenas de ser uno de los artífices de la brutal represión contra los marchistas defensores del TIPNIS, ocurrida el año pasado en Chaparina (inmediaciones de Yucumo).
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Durante su gestión como Ministro de Gobierno se ha producido la represión con pistolas eléctricas contra los discapacitados en la Plaza Murillo, y recientemente se ha repetido la violencia policial contra los estudiantes universitarios.
Se trata, en realidad, de un espécimen de la nueva nomenklatura gobernante, cada vez más separada de la ciudadanía por su burocratismo e intransigencia…