Al rescate del periodismo hispanoamericano

periodismoSe trata de dos libros en uno en realidad, porque esta Antología de crónica latinoamericana actual de Darío Jaramillo Agudelo (ver puntos importantes) se compone de una primera parte que recopila crónicas de diversos autores que pueden leerse como cuentos. Y una segunda formada por la propia presentación del compilador (Collage sobre la crónica latinoamericana del siglo veintiuno) más una serie de ensayos en los cuales estos mismos cronistas reflexionan sobre su oficio. Respuestas a ¿qué es la crónica?, que bien pueden servir como manual para aspirantes a periodistas.

Todo el libro es un homenaje a ese periodismo de "inmersión" que necesita eludir los implacables plazos de entrega para producir un material que, bien logrado, refleja la realidad más allá de la noticia. Un periodismo subjetivo, pero no por ello deshonesto, escrito con la perspectiva y la impronta personales de un autor que, aunque no use la primera persona, es un relator presente, contra lo que suele prescribir el periodismo informativo pretendidamente objetivo. Jaramillo Agudelo reconoce un parnaso de autores que son referencia en este tipo de escritura, como Tomás Eloy Martínez, Carlos Monsiváis, Gabriel García Márquez y Elena Poniatowska, entre tantos otros.

La Argentina, por caso, tuvo a Homero Alsina Thevenet, Enrique Raab y Rodolfo Walsh, pero, también, las Aguafuertes de un Roberto Arlt y, remontándose más atrás aún, el Facundo de Sarmiento o Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio Mansilla, que aunque literatura o ensayo, son también crónica de su tiempo. Colombia, dice Jaramillo Agudelo, tiene a Daniel Samper Pizano y Alfredo Molano Bravo, Puerto Rico a Ana Lydia Vega y Luis Rafael Sánchez y, del mismo modo, cada país de América Latina ha brindado excelsos representantes de este género que el brillante cronista mexicano Juan Villoro compara con un ornitorrinco, ese mamífero ovíparo con pico de pato, cola de castor y patas de nutria. El "ornitorrinco de la prosa", dice Villoro, se nutre de varios géneros: de la novela, toma la subjetividad; del reportaje, los datos; del cuento, el sentido dramático en tiempo corto y la realidad hecha relato; de la entrevista, los diálogos; del teatro, la multiplicidad de parlamentos y su montaje; del ensayo, la argumentación; de la autobiografía, la memoria y la reelaboración personal de los hechos relatados.



Un boom, a pesar de todo Jaramillo Agudelo sigue a Norman Sims, autor de Los periodistas literarios (o el arte del reportaje personal) para destacar las cuatro fuerzas esenciales de la crónica: la inmersión, la voz, la exactitud y el simbolismo. La primera demanda tiempo, por eso la vorágine informativa y las exigencias de los cierres conspiran en su contra. Así como la idea tan difundida -que Leila Guerriero discute en Sobre algunas mentiras del periodismo, uno de los ensayos de esta Antología- de que la gente ya no lee o sólo lee lo breve y que lleva a condenar los textos sólo por "largos". Pese a todo, señala Jaramillo Agudelo, América Latina vive "un boom del periodismo narrativo" y "hoy en día hay muy excelentes cronistas en nuestro continente porque hay muy buenas revistas de crónicas que recogen sus trabajos (ver fotos relacionadas): Etiqueta negra (Perú), Gatopardo (que comenzó en Colombia y ahora existe en Argentina y México), El Malpensante y Soho (Colombia), Lamujerdemivida y Orsái (Argentina), Pie izquierdo (Bolivia), Marcapasos (Venezuela), Letras libres (México), The Clinic y Paula (Chile)".

La crónica reivindica la primera persona, la voz, el reconocimiento a la imposibilidad de lo neutro, que no implica engaño; por el contrario, puede ser mucho más honesta que la proclamación de una objetividad imposible. Siempre que siga algunas reglas que Jaramillo Agudelo toma de Mark Kramer: "No fabricar escenas; no distorsionar la cronología; no inventar citas; no atribuir ideas a las fuentes, a menos que éstos (las hayan expresado); y no hacer tratos encubiertos que impliquen pagos o control editorial". Esta lista de no define lo que debe ser la exactitud de la crónica, que, a diferencia de la literatura, pone en escena personajes y hechos reales. En cuanto al simbolismo, lo ya dicho: la crónica debe responder a la pregunta de "¿qué hay más allá de los hechos?, ¿qué subyace, qué significa la historia que su observación le narra?" En palabras del argentino Martín Caparrós, otro de los cronistas invitados a este libro, "la información (tal como existe) consiste en decirle a muchísima gente qué le pasa a muy poca: la que tiene poder. (…) La crónica se rebela contra esto cuando intenta mostrar, en sus historias, las vidas de todos, de cualquiera: lo que les pasa a los que podrían ser sus lectores".

Prohibido aburrir Pese a una innecesaria digresión para aclarar que, cuando dice "excelentes cronistas" se refiere tanto a "ellos" como a "ellas", las notas introductorias de Jaramillo Agudelo son una excelente reflexión sobre el oficio periodístico y una buena presentación y defensa de un género que, cuando está bien hecho, honra la máxima de Woody Allen: "Todos los estilos son buenos, menos el aburrido". Su criterio de selección de las crónicas que integran el libro ha sido, dice, el de Caparrós (por quien el compilador no oculta su admiración, citándolo varias veces e incluyendo cuatro de sus textos): "La magia de una buena crónica consiste en conseguir que un lector se interese en una cuestión que, en principio, no le interesa en lo más mínimo".

El resultado es una selección que puede leerse como una compilación de cuentos atrapantes, sólo que no se trata de ficción. Los autores – Juan José Hoyos, Pedro Lemebel, Carlos Martínez D’Aubuisson, Josefina Licitra, Frank Báez, Hernán Casciari, Alvaro Sierra, Juan Pablo Meneses, José Navia, Juan Forn, Julio Villanueva Chang, entre otros (ver fotos relacionadas)- nos llevan del golpe de Estado de Pinochet en Chile a la quinta del colombiano Pablo Escobar en pleno auge de su carrera como jefe de un poderoso cártel de droga, del Carnaval de Rio al secuestro de indocumentados en la frontera mexicana, de un clásico Boca-River a las discotecas swinger de Barcelona, pasando por retratos de personajes conocidos -Carlos Gardel, el pintor argentino Guillermo Kuitca o la periodista mexicana Lydia Cacho- o no -un boxeador, un mago, la mamá de Hugo Chávez… En fin, un recorrido por América Latina, por la historia y, sobre todo, por el alma humana.

Especialmente atrapante es el relato sobre el asesinato de Monseñor Romero, arzobispo de San Salvador, de Carlos Martínez D’Aubuisson, pariente del mayor Roberto D’Aubuisson, autor intelectual de ese crimen político. A otros autores, Jaramillo Agudelo les otorga el premio consuelo de colocarlos en una lista de excluidos del libro, aunque les manifiesta su admiración y asegura que habrá lugar para ellos en una próxima complicación; dudoso honor, si además se considera que de algunos cronistas incluyó más de un trabajo. Pero hay que reconocer que, dada la abundancia de buenos redactores que este mismo libro destaca, la selección no es fácil y seguramente dejará descontentos.

Pero los textos incluidos son de gran calidad, al igual que los capítulos de ensayo. Entre ellos, del que pronto será un artículo clásico de Juan Villoro (La crónica es el ornitorrinco de la prosa) retenemos que este género "practica un artificio: transmite una verdad ajena" en su "intento de darles voz a los demás". De Julio Villanueva Chang que "un cronista tiene el privilegio de contar no sólo lo que sucede, sino sobre todo lo que parece que no sucede". Del mismo modo, Caparrós propone "contar las historias que nos enseñaron a no considerar noticia". Leila Guerriero señala "el peor de los pecados" de un periodista: "cometer textos aburridos, monótonos, sin climas ni matices". Boris Muñoz reivindica la crónica como el "ser del ser de la literatura latinoamericana", desde los Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega a los autores de hoy. Y Alberto Salcedo Ramos defiende que "los escritores de ficción no son más importantes, per se, que los de no ficción, sólo porque imaginan sus argumentos en lugar de apegarse literalmente a los hechos y personajes de la vida real". En efecto, este género, bien practicado, merece aspirar al rango literario. En palabras de Gabriel García Márquez, "una crónica es un cuento que es verdad", y en las de Juan Villoro, "una crónica lograda es literatura bajo presión".

Fuente: Infobae