De verde olivo a verde moho

Karen ArauzEl proceso de cambio de institución cautelar de la Patria a caldera del diablo, es una de las transformaciones más seriamente conducidas. Hasta hace unos años, siempre dentro de muchas limitaciones, la Policía Boliviana se esforzaba en obedecer la ley orgánica, reglamentos internos y normas constitucionales por las que, aun estando bajo la mirada atenta del Capitán General de las FFAA, mantenían una parada pundonorosa. Se respetaban los mandos jerárquicos y un coronel, siempre estaba por debajo de un general en la línea de mando. Inteligencia de la Policía, cuando no hacía el papel de metiches en la vida privada de los opositores o satélite de ciertos fiscales, estaba considerada una de las alhajas de la institución. La elaboración de la lista de ascensos era sujeta a minucioso examen de puntuaciones basadas en estudios, logros, ausencia de faltas disciplinarias y estricto control de años de servicio. Todo este proceso, por lo general, se desarrollaba en las Comisiones del Parlamento, cuya función era circunscribir a su recinto, las discusiones y cuyas conclusiones luego verían la luz pública. Que nunca fue la Guardia Suiza, todos lo admitimos. Siempre existieron y permanecerán, individuos que son malandrines por natura, pues es inocultable esa obsesión de creerse seres superiores otorgada por el uniforme y por otro lado, por conductas inherentes a su condición humana.Las promociones de ascenso de grado, no obedecían a conveniencia o cambios de humor debido a días difíciles de parlamentarios o ministros de Estado. Los operativos inherentes a su función, obedecían a un mando natural, pero se respetaba a la Institución como tal. O al menos no se la ponía en evidencia enviándolos a misiones represivas abyectas pertrechados de cinta masquin en demostraciones más cercanas a un asalto de un grupo irregular que recuerda Angola en algún largometraje de escaso presupuesto. No se entiende como se les escapó a viceministro y similares, el tizne con corcho o betún de botas en los rostros para mayor efecto en el asalto. Ya ni el camuflaje es necesario cuando son instrucciones emanadas del ensoberbecimiento absoluto.Gobernar intrigando para un mejor manejo y ser diestros en intrincado tejido, no ha excluido a la Policía Nacional. En las últimas horas, hemos sido testigos de que manejar bandos, hace más dúctil a la tropa que cuando se trata de un cuerpo compacto y aglutinado. Que las bases tomen lados, en una muestra más que las pugnas de poder se extienden a lo largo y ancho de lo que fueron las instituciones de la república. Y tenemos momentos tan tensos e incómodos como fue la posesión del Comandante a.i en la persona de un Coronel, cuya imagen, gracias a la magia de la televisión y las nuevas cámaras digitales, no es precisamente anónimo. Algunos parecen pasar por alto el hecho de que somos un país chico, donde somos pocos, nos conocemos mucho y nadie guarda secretos.Cuando un jefe policial, se encabrita y eleva la voz y -con legítimo derecho- reclama por la agonizante institucionalidad, surge -lo que es muy característico en los último tiempos- acomodar de acuerdo a la causa o circunstancia, la prohibición que tienen los uniformados de hacer declaraciones públicas so riesgo de ser dados de baja (y perder sus treinta años de servicio) o ser enjuiciados por sedición e insubordinación. Es una manera sui géneris de acondicionar la ley lo que ha dejado de ser excepción para convertirse en norma. Los excesos que comete la Policía en circunstancias antes controladas más sagazmente, son el resultado de una especie de descontrol por identificación. Existen muchos policías a los que los sucesos acaecidos en el país en los últimos años, los han despistado. Ya no pueden identificarse plenamente como parte de una institución en período democrático, o para ganarse el favor de los supremos, sospechan que deben renunciar a sus convicciones de libertad y a los valores aprendidos en su entrañable academia.En un país donde las renuncias en defensa del honor o los principios no es común, el que lo hace, es definitivamente un ejemplar digno de estudio y emulación. Eso equivale al Hara-Kiri japonés. En este caso en particular, es Toro quien toma a los otros por los cuernos pese a ser enviado al tribunal disciplinario. Insólita y también digna de escrupuloso análisis, es la carta enviada a Univisión por Sanabria el más famoso narco preso, ex alto jefe policial de este quinquenio, mediante la cual «acusa» el gobierno boliviano de Evo Morales de encubrir al narcotráfico. ¿A confesión de parte relevo de prueba? ¿O es que lo surrealista nos supera día a día? «A partir de cierto punto, no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar». Gran Kafka.