En salud: ¿humillar y domesticar a la clase media?

Iván Arias Durán¿Qué está detrás del paro del sector salud? ¿Por qué el conflicto perdura y pareciera entrar en un callejón sin salida? ¿Por qué la ciudadanía urbana que en un principio censuraba el paro, hoy lo respalda? ¿Por qué el Gobierno está empeñado en no retroceder? ¿Son las 8 horas de trabajo el verdadero motivo?Curarse en salud, es una expresión que usamos para referirnos a acciones preventivas que tomamos ante un acontecimiento venidero. Y es esto precisamente lo que está haciendo el gobierno: doblegar a la clase media antes de las elecciones del 2014. Y es que esta clase media que estuvo muy silenciosa y hasta simpatizante con el Gobierno durante cuatro años (2005-2009), a partir de abril del 2010 dio señales de descontento y desmarque muy evidentes. En las elecciones de los gobiernos autónomos (departamentales y municipales) todos los centros urbanos, que concentran a más del 70% de la población del país, dieron la espalda a los candidatos oficialistas en un claro mensaje de búsqueda de equilibrios en el ejercicio del poder. Durante el gasolinazo de diciembre del 2010, fueron los centros urbanos los que estuvieron decididos a movilizarse y poner en riesgo al régimen, que tuvo que recular en su medida. En las elecciones del 16 de octubre del 2011 para el poder judicial, calificadas por el gobierno de históricas, el rechazo nacional, centrado en áreas urbanas, sobrepasó el 70%. La apoteósica y gigantesca recepción urbana a la marcha indígena del 19 de octubre del mismo año selló la unidad campo-ciudad tan despreciada por el régimen. Demasiadas libertades y poderes concentradas en una clase urbana, tan repudiada por el gobierno que basó su poder en una supuesta hegemonía campesina. Había que pararla, escarmentarla, doblegarla.Y es así que en la cumbre social de enero de este año, propiciada por el Gobierno en base a sus militantes, se aprueban medidas para poner en regla a los sectores urbanos, comenzando con una agresiva ley de propiedad urbana, pasando por un nuevo modelo impositivo y ajustando a los sectores de salud y educación. El razonamiento estratégico del gobierno es muy simple: “Si hoy no doblegamos a estos sectores en la lógica de la inevitabilidad del poder, serán la fuente de nuestra derrota electoral el 2014”. De esa manera llegó el tiempo de aplicar con precisión de bisturí políticas mediante las cuales ( [1])“todo símbolo de poder del antiguo régimen debe ser destruido, aniquilado, arrasado, y sus representantes humillados, perseguidos, vilipendiados para mostrar la fuerza del nuevo poder. Se trata entonces de crear en la percepción individual y colectiva, el sentimiento de inevitabilidad del nuevo orden emergente y la consiguiente necesidad de subordinación a las nuevas relaciones de dominación (…) El debilitamiento del capital cultural de la sociedad k’hara, a su vez, pasa necesariamente por colocar en un plano de incertidumbre el valor del conocimiento de la sociedad occidental, expresado en el conocimiento científico de los profesionales y su importancia. De ahí que se tenga que mostrar que el conocimiento y el valor meritocrático tradicionales no son valorados en la nueva sociedad, o en su defecto son infravalorados. Este proceso de derrumbe de lo que hasta hoy se conoció como la sociedad k’hara tiene un objetivo de poder muy concreto: quitar el alma a la sociedad mestiza y blanca.(…) Ser humillados, infravalorados, maltratados económicamente, quitarles sus referentes sociales y culturales, constituyen las piezas del engranaje del poder para quitarle el sentido de vida a la clase media, su sentido de existencia, haciéndolos manipulables y sin identidad. Desconocer la utilidad de sus servicios, conocimiento y experiencia es la mejor manera de matar su alma”.De esta manera y aplicando la receta, desde marzo de este año, la primera batalla fue la ley de propiedad que tuvo en vigilia activa a los centros urbanos. Luego vino la medida de trato diferenciado para profesores rurales contra los urbanos y finalmente el decreto de las ocho horas para el sector salud. Una bomba de racimo contra la clase media que se podía prever demoledora. Sin embargo los tiempos y la correlación de fuerzas no parecen estar a favor del gobierno pues el desencanto social y pecados de soberbia e ineficiencia en la gestión son sus principales enemigos. La clase media está librando la madre de sus batallas y ha sabido unir en su entorno a la nación. En la huelga del sector salud, la clase media se siente identificada y sabe que su futuro pasa por la derrota o victoria de la misma. El Gobierno si no quiere perder más de lo que se imagina y lograr un empate, bien haría dejar en suspenso por un año el inconstitucional decreto 1126 y mandar a su casa al actual ministro de salud.