Evo Morales ha recomendado al África nacionalizar lo que no tiene

Evo Morales ha recomendado al África (parece referirse al África Subsahariana) su política de nacionalizaciones. Morales parece creer que esa región es tan pobre por causa del omnipresente ladrón que se pasea por su visión del mundo: el neoliberalismo. La recomendación de Morales tiene gracia por varias razones. Acaso la principal de ellas sea que, al menos en el África Subsahariana, no hay nada que nacionalizar. Hay solo pobreza y necesidad, sin que cambie en nada las cosas que esta pobreza muchas veces quede, por ejemplo, sobre gigantescos yacimientos de diamantes.Esos yacimientos sirven tanto como un desierto para satisfacer necesidades ahí donde no hay el capital, la tecnología, el know-how y la capacidad empresarial necesarios para sacar los diamantes de donde están. Sin todo eso, uno se puede morir –como se muere la gente en África– encima de los diamantes.En otras palabras, el África es un ejemplo gigantesco de cómo, cuando hay algo que nacionalizar, es porque ha habido antes alguien que ha invertido y producido. La expropiación en sí nunca crea riqueza, solo hace pasar al Estado la riqueza que alguien más creó y, en esa medida, posibilita redistribuirla. Evo Morales, en su abrumadora simpleza, cree que la riqueza es como las manzanas en el árbol, algo que simplemente está ahí, esperando que venga alguien a cogerlas y distribuirlas, y piensa consecuentemente que cuando no se las ve es porque el capitalismo y la globalización se las han agarrado todas.Por eso dirige su dedo instructivo con toda tranquilidad al África, sin notar que la realidad africana le devuelve el gesto pero con un dedo acusador, al demostrar que, sin importar cuántos recursos naturales se tenga, la riqueza hay que crearla. El estatizador, de hecho, hace solo la parte fácil: repartir lo que otro construyó y, en el camino, desincentivar a todos los posibles futuros estatizados a construir algo más.El África ya ha visto, en lugares donde sí hubo suficiente mercado como para que se pudiese crear algo que luego pudiese ser nacionalizado, los efectos de estos desincentivos. En Zimbabue, por ejemplo, el país creció 5,2% en promedio durante los años 80 y 4,3% durante los 90. Luego, en 1998 decidió nacionalizar toda su agricultura. Para el año 2001, cuando el proceso de expropiaciones terminó, la inversión extranjera había caído en 99%. A partir de ahí, la evolución del PBI de Zimbabue ha sido solo negativa.A Bolivia, sin ir más lejos, tampoco le ha ido mucho mejor con las nacionalizaciones. Su productividad no ha hecho más que caer desde que estas se pusieron en marcha y el país es considerado el segundo menos seguro para invertir en América Latina, conforme el ránking de “Euromoney”, la principal revista europea de negocios y finanzas. Si el país crece – aunque a niveles considerablemente menores que los de los otros de la región– es casi exclusivamente debido al alza gigantesca que han tenido las materias primas que exporta: lo suficiente como para ganar más pese a producir menos. Pero su productividad en constante caída hace claro que cuando la música del ‘boom’ del precio de las materias primas se apague, Bolivia no tendrá silla donde sentarse.Por otro lado, creer que el capitalismo y la globalización son los causantes de la pobreza del África es como creer que fueron las causantes de la pobreza del hombre Cromañón. En África hay poco más capitalismo y globalización que los que hubo en la prehistoria: el continente ocupa el último lugar en el Índice Internacional de Derechos de Propiedad y, concretamente, el África Subsahariana es el peor lugar del mundo para hacer negocios, conforme al Banco Mundial. Esto explica que sea el continente con menor inversión extranjera directa y con menor inversión de cualquier tipo.Y en cuanto al comercio internacional, ¿qué se produce y exporta en África? No obstante lo anterior, sí hay que reconocer que a Evo Morales no se le puede quitar la coherencia en su modo de razonar: si el pollo es el causante de la homosexualidad, podría ser muy bien que las nacionalizaciones sean la respuesta a la pobreza africana.El Comercio – Lima