Humberto Vacaflor GanamFue Hernán Cortez el que comenzó esta moda, en 1518. Desde entonces, el comercio entre indígenas y colonizadores es sólo un trueque, desigual, pero trueque.Mojtezuma había enviado sus delegados a observar aquellos “cerros flotantes” estacionados en lo que sería Veracruz. A cambio del oro que entregaron a los españoles, los delegados recibieron algunas baratijas para el soberano azteca.Con los años este comercio entre colonizadores e indígenas se ha hecho cada vez más burdo. Y no importa si los colonizadores hayan llegado en “cerros flotantes” o en aviones lujosos, propios o comprados con dinero ajeno.El presidente Evo Morales, con ayuda militante de las FFAA, lleva baratijas al TIPNIS para lograr que los indígenas acepten la destrucción del parque. De esa manera espera que, por lo menos los indígenas que recibieron esos sobornos, decidan no participar en la marcha en defensa del parque.Los guaraníes del chaco tarijeño reciben 140.000 dólares por mes de una petrolera española a cambio de callar la boca sobre la contaminación de sus tierras. Y, de paso, deciden no participar de la marcha por el TIPNIS, como gesto de agradecimiento con el gobierno que autorizó el soborno.Hay que admitir que entre lo que pagó Cortez y lo que paga aquí la petrolera que es su compatriota hay una gran diferencia, no sólo en el medio de transacción. Es la inflación acumulada en las tarifas del soborno a lo largo de 494 años.Pero no son sólo españoles ni cocaleros los que sobornan a los indígenas en Bolivia, ni se proponen debilitar sus marchas de protesta con sus regalos.Los indígenas de Mallku Cota no quieren que sus tierras sean afectadas por la explotación minera. Decidieron marchar a La Paz para que se conozca su causa. Pero acaban de enterarse de que 45 comunidades han decidido apoyar a la canadiense American Silver para que siga adelante con su proyecto minero. Aquí no se sabe cuál fue la tarifa.El mensaje parece ser: si quieres ser feliz, ponte en la fila de los sobornados. ¿Quién se acuerda de la Pachamama?