La IX marcha y sus lecciones

Erika Brockmann QuirogaLa IX marcha indígena plantea una plataforma de demandas cuyo contenido y alcance trascienden el conflicto suscitado por la inminente construcción de una carretera que atravesaría el corazón del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). Hoy me pregunto ¿cuáles son las lecciones aprendidas de este dilatado conflicto? y ¿por qué tanta incertidumbre respecto a las consecuencias del segundo capítulo de un conflicto necesariamente político cuyo alcance nacional e internacional está fuera de duda?Lo que mal comienza mal termina: No ha bastado suspender la construcción de la polémica carretera ni anunciar el alejamiento de la empresa OAS, ni postergar la “consulta previa” (póstuma para muchos) para que los defensores legítimos del TIPNIS desistan de la IX marcha. De nada sirvió el esfuerzo oficial para aclarar que la Ley 222 no contradice el espíritu de las conquistas de la VIII marcha. Es que para resolver un problema de múltiples aristas como éste, lo que correspondía era el retorno a los vicios más antiguos: rectificar de “buena fe” los oscuros y hasta ausentes procedimientos técnico-administrativos para encarar intervenciones de la magnitud de una carretera en sus distintos tramos.Lamentablemente, el Gobierno no recogió la experiencia en materia de consultas previas, que ya se empezaron a aplicarse desde la aprobación de la Ley del Medio Ambiente y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) puesto en vigencia sin tantos bombos y platillos en el gobierno de Jaime Paz Zamora.Cuestión de fe: Se perdió la confianza y se pulverizó la imagen de un proyecto político que discursivamente enarboló (romántica y/o demagógicamente) la defensa de la Tierra. Sin anestesia, se fue al extremo, se desnudó la opción por un desarrollismo que ni siquiera rescata lo mejor de experiencias de desarrollo sostenible incluidos en La otra frontera (PNUD, Informe Desarrollo Humano 2008). El TIPNIS derivó en la pérdida de credibilidad del Gobierno, el cual no puso paños fríos para recuperar la confianza perdida en el bloque indígena de tierras bajas, ni en la población urbana que masivamente se identificó con su demanda. Al contrario, persistió en su estrategia de invitar al diálogo y desprestigiar a los líderes del TIPNIS.La demagogia y la prebenda tienen límites y consecuencias no deseadas: el Gobierno puso “toda la carne al asador”; es decir, activó los dispositivos de poder, más bien de poderío, para modificar la correlación de fuerzas y la opinión en torno a la carretera con una campaña mediática millonaria y la prebenda, aprovechando de la pobreza de una población marginada; la presencia militar es un ingrediente que no podía faltar, al igual que el hostigamiento a los líderes del parque. En un principio, la marcha pareciera haber nacido débil como consecuencia de esta avasalladora campaña de entrega de “espejitos colonizadores” (parabólicas, motores, etc.). Sin embargo, se ven fisuras entre los dirigentes cooptados y las bases indígenas: todo indica que a mayor poderío desplegado por el poder oficial, éste pierde capacidad de convencimiento. Está por verse si David se fortalece y llega a doblegar a Goliat… esta metáfora funciona en el imaginario popular. La idea de “autodeterminación” de los pueblos indígenas se sobregiró disminuyendo las posibilidades de articulación del Estado integral proclamado por Álvaro García Linera: durante el proceso constituyente se vendieron sueños incorrectos. Hoy, el Gobierno paga el precio de esa demagogia y de promesas de “autonomías indígenas” que hoy incumple no necesariamente por “traición”, sino por ser “inviables” de ser cumplidas… Es prisionero de sus excesos. ¿No es hora de sincerarse y abrir el debate franco para aterrizar a la realidad de lo posible en materia de “autogobierno” que no es lo mismo que soberanía? Ello también implica ponernos de acuerdo sobre el modelo de desarrollo sostenible deseable. Ésta es una tarea política en el buen sentido de la palabra. El caso TIPNIS es apenas la punta del ovillo de conflictos presentes y futuros en materia ambiental exacerbados por énfasis en las diferencias étnicas y culturales.Los cocaleros y los “interculturales” obstaculizan soluciones: el proyecto político del cambio tiene hoy como núcleo duro de sustentación a cocaleros y colonizadores inapropiadamente autonombrados como “interculturales” y poco respetuosos de la naturaleza y la institucionalidad. Su afán “colonizador” por ampliar la frontera agrícola y cocalera, a costa de los parques y de avasallar a pueblos minoritarios, se hace sentir. Resulta inocultable el poco interés o debilidad del Gobierno para ponerles límites. Los cocaleros, con sus santos y no santos intereses, profundizan el desgaste del oficialismo y del Presidente.El conflicto inauguró prematuramente el periodo “preelectoral” con miras a las elecciones de 2014: en este contexto, oficialismo, oposición y actores involucrados desplegarán estrategias electoralistas que serán obstáculo para encontrar soluciones estructurales y responsables a un problema de la magnitud del TIPNIS. El Gobierno dará rienda suelta a discursos que lleguen a las mayorías que demandan desarrollismo a secas, subestimando la minoría aritmética de los pueblos indígenas de tierras bajas. Las oposiciones (en plural), de no encarar en serio un esfuerzo por articular un proyecto alternativo que recupere “ingredientes” del proceso de cambio, seguirá siendo un archipiélago poblado de discursos múltiples y contradictorios. Mientras priorice una estrategia de desgaste al Gobierno, “convirtiéndose en más pachamamistas que el otrora discurso oficial”, no capitalizará para sí el desgaste de un Gobierno “galvanizado” por la bonanza económica.Cerca de la realización de la Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) en el país, al Gobierno le preocupa la IX marcha. Por otra parte, a pesar del creciente apoyo a la marcha y al agigantamiento de “David”, nada garantiza que se reedite la victoria de la VIII marcha, aún cuando el Gobierno acceda a sus peticiones. Estamos lejos de una respuesta, al contrario, todo apunta a más treguas sin solución y mayor confusión.Si en la cueca y en gastronomía “no hay primera sin segunda”, en política no necesariamente en la repetición (de la segunda marcha) está el gusto (verdadero triunfo).La Razón – La Paz