Autonomías nacionales

Rolando Schrupp

SCHRUPP Estando ya en la segunda década del siglo XXI corresponde intentar hacer un comper de la frivolidad de la micropolítica coyuntural acostumbrada y evaluar por donde hemos transitado, donde nos encontramos y hacia donde queremos llegar. Tratar de hacer esto es sumamente complicado dado las múltiples variables que pueden entrar en juego así que nos limitaremos a buscar un par de hilos que nos permitan intentar deschipar la maraña de nuestra realidad.

No podemos perder de vista algunos matices del contexto mundial que cada día es más globalizado y por ende más cercano y dinámico de lo que antes fue ni tampoco la naturaleza humana que persigue no solo estar o vivir bien sino estar o vivir mejor que antes, pero nos concentraremos en el plano de la lucha de regiones que caracteriza la historia contemporánea de este paisaje boliviano que casi dos siglos después se sitúa como un proyecto de país fracasado. Dio la casualidad que el agotamiento del sistema boliviano de finales del siglo pasado puso en mesa las visiones y agendas de naciones que planteaban soluciones muy diferentes a problemas estructurales de la ex-república boliviana coincidente con la crisis mundial del fracaso y colapso del modelo de estado-nación.



La intelectualidad camba plateó el derecho de los pueblos a la autodeterminación y su materialización a través de las autonomías departamentales dentro del marco político administrativo del territorio y el reconocimiento del derecho propietario de los pueblos a sus recursos naturales, mientras que la propuesta andina planteó la tesis de un proceso de cambio que desmontó la república para instalar el estado plurinacional, fascistoide, neo-colonial, burocrático, comunitario, racista, cocalero, folclórico y capitalista de estado, entre otras características, haciendo una suerte de mosaico tan confuso que aún el proceso de cambio no termina de asentar en que se cambió, o como lo define uno de sus actuales ideólogos, con tensiones creativas para su permanente revolución.

Y es que las soluciones que se plantearon hace ya una década atrás han sido aplicadas muy lejos de los espíritus que las motivaron, dejando en la historia las traiciones de los unos convirtiéndose en serviles colaboracionistas, y de las traiciones de los otros que lo único que cambiaron fue instalar una nueva clase privilegiada parasitaria del poder. Y es que con el proceso de cambio también llegaron características profundamente fascistas pues se pierden las libertades individuales, se persiguen disidentes, se idolatra un guía supremo dogmáticamente construido por la propaganda, se culpa de todos los males a una categoría de seres humanos y hasta se burocratiza el crimen, haciendo cada vez más difícil saber si el partido-estado es el masismo o el mazismo.

Debemos buscar nuevos paradigmas para el rescate de nuestra sociedad, basándonos en la re-institucionalización de la ciudadanía perdida bajo la bota del estado diestro o siniestro y el reconocimiento de que muchas naciones convivimos dentro de la misma unidad territorial. Precisamos el renacimiento de la República basada en Autonomías Nacionales donde cada pueblo-nación pueda autodeterminarse administrando sus propios recursos naturales respetando el derecho de los pueblos-naciones vecinos y co-partícipes de este espacio hoy llamado Bolivia.

Si en algo coincidieron los planteamientos de Octubre y de Enero fue en que el Estado-Nación boliviano había fracasado en la construcción de una nacionalidad política única y evidenció la multinacionalidad (diferente a la plurinacionalidad), variando solamente en la cantidad de naciones que existen. Cuando reconozcamos que es un error asumir naciones linguísticas/raciales y asumamos naciones identitarias, un nuevo proyecto de convivencia en armonía puede llegar a ser exitoso.

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