Lucha política. La destitución de Bo de la principal municipalidad y del Politburó precipitó un clima de alta tensión. El recambio de autoridades causó la pugna entre las alas reformista y conservadora.
Cuando en marzo Bo Xilai fue apartado del cargo de secretario del Partido Comunista de la municipalidad de Chongqing y luego fue expulsado del Politburó salió a la luz la peor crisis que ha vivido el país desde las protestas de Tiananmen en 1989.
La caída de Bo, de 62 años, ha facilitado el camino a los reformistas, que se disputan con el ala conservadora los asientos en los máximos órganos de poder que se renovarán en el 18º Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) a finales de este año.
El cónclave del partido es el acontecimiento político más importante que vive el país cada quinquenio, y el que se acerca pondrá fin a una década de mandato del actual secretario general del PCCh y presidente del país, Hu Jintao, y del primer ministro, Wen Jiabao.
Hu y Wen serán sustituidos, respectivamente, en marzo casi con toda seguridad por el ahora vicepresidente, Xi Jinping, y el ahora viceprimer ministro Li Keqiang.
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El congreso es el equivalente a unas elecciones presidenciales en los países democráticos, salvando las grandes distancias, ya que los ciudadanos chinos no tienen voz ni voto, y, cuando se reúnan sus 2.200 delegados de todas las provincias, ya habrá sido decidido cuántos miembros integrarán el máximo órgano de poder de China -el Comité Permanente del Politburó del PCCh, actualmente formado por nueve personas- y quiénes y por qué orden jerárquico se sentarán en él.
"Antes de febrero, pensábamos que la sucesión en la dirección del partido estaba prácticamente arreglada y que faltaban algunas caras por decidir en el Comité Permanente del Politburó. Lo sucedido supone la ruptura de cualquier acuerdo. Ahora hay más incertidumbre sobre quién entrará en el Comité y en el propio Politburó (que tiene 25 miembros) y cuál será el equilibrio entre los grupos que estarán representados. Habrá más politiqueo y pugnas hasta el congreso", afirma Steve Tsang, director del Instituto de Política China en la Universidad de Nottingham.
Bo fue destituido después de que trascendiera que su esposa, Gu Kailai, es sospechosa del asesinato de un hombre de negocios británico, Neil Heywood, a quien supuestamente pidió ayudar para evadir una gran suma de dinero de China.
En febrero, el Jefe de Policía china de Bo Xilai en Chongqing, Wang Lijun, se refugió en el Consulado de Estados Unidos en Chengdu (capital de la provincia de Sichuan), aparentemente porque temía ser asesinado por orden de Bo después de haberle dicho que tenía pruebas de que su mujer estaba implicada en la muerte del británico Heywood.
Wang solo accedió a salir del consulado bajo la custodia de agentes enviados por el gobierno central.
Su decisión condujo a una investigación oficial y a la purga y a una campaña pública para desacreditar a Bo, uno de los llamados principitos por su condición de hijo de uno de los líderes históricos del Partido Comunista.
Bo Xilai también ha sido acusado, según algunas informaciones, de haber espiado a Hu Jintao.
El hundimiento de Bo ha generado ondas de choque en la política china que han llegado hasta uno de los nueve miembros del Comité Permanente, Zhou Yongkang, máximo responsable de la seguridad nacional.
Según algunas informaciones, Zhou, de 69 años, está en la cuerda floja por defender a Bo Xilai, y algunos miembros del partido han pedido su cese. Pero el zar de la seguridad parece seguir bien instalado.
Optimismo
"La existencia de luchas dentro del partido, en las que las diferentes facciones se someten a restricciones y se produce un equilibrio de poderes, puede ser una buena cosa", afirma Hu Xingdou, profesor de Economía en el Instituto de Tecnología de Pekín.
Tsang no está convencido de que Zhou -que tiene responsabilidad sobre la Policía, los tribunales y las agencias de seguridad- haya sido arrastrado en la caída de Bo.
"Sabemos que hay una lucha por la sucesión, pero no hay evidencias de que se esté realmente en peligro. Eso no significa que no existan problemas. Una expulsión de Zhou Yongkang sería algo mucho más grave que lo ocurrido a Bo Xilai, ya que modificaría significativamente el equilibrio en el Comité Permanente actual".
Para el profesor Hu Xingdou, el caso Bo Xilai, como el del activista Chen Guangcheng -recién autorizado por el gobierno chino a irse a Estados Unidos tras refugiarse en la Embajada norteamericana en Pekín- , es una prueba clara de que "la democracia china y el sistema legal son incompletos".
La destitución de Bo ha sido percibida como el resultado de una lucha entre el ala reformista del PCCh, encabezada por Hu Jintao y Wen Jiabao, que defienden la necesidad de una "sociedad armoniosa" y la disminución de las grandes diferencias sociales que han generado tres décadas de rápido crecimiento, y el ala conservadora, representada por Bo Xilai -líder, hasta su defenestración, del ala más izquierdista y conservadora- y Zhou Yongkang, que propugnan el desarrollo veloz al precio que sea.
Los analistas coinciden en que la caída de Bo ha beneficiado a los reformistas que, de momento, llevan la delantera en las negociaciones en curso para definir el próximo Politburó y su Comité Permanente. Unas negociaciones que alcanzarán el clímax en la reunión que celebrarán los líderes en julio o agosto en el enclave costero de Beidahe.
Uno de los beneficiados por la defenestración de Bo ha sido el reformista Wang Yang, de 57 años, secretario del PCCh de Guangdong, cuya entrada en el próximo Comité Permanente se da casi por segura.
Wen Jiabao veía a Bo Xilai como una amenaza al legado reformista que intenta impulsar antes de jubilarse.
Competencia
Desde el año pasado, Wen ha repetido la necesidad de que China acometa reformas políticas de forma "urgente" si quiere profundizar los logros obtenidos hasta ahora y continuar las reformas económicas; lo que no significa abandonar el sistema de partido único sino expandir la democracia "primero dentro del partido, y luego más allá", promover la igualdad social y la justicia, y luchar contra la corrupción.
"Habrá que ver qué resulta del 18º congreso. Espero que los reformistas salgan con ventaja, porque podrán conducir a China por la vía del constitucionalismo, la democracia y la legalidad. Si son los conservadores quienes ganan, China se sumirá en el estancamiento, se intensificarán las contradicciones y podrían producirse incluso revueltas sociales", señala el experto Hu Xingdou.
Que los reformistas lleven ventaja no implica que ganen en el congreso, según Tsang, de la Universidad de Nottingham.
"Es demasiado pronto para decir quién ganará. La política china no es tan directa. Y el peligro real no es qué grupo vence, porque las diferencias en las políticas entre los dos grupos no son tan grandes. El riesgo es que no sean capaces de organizar la sucesión sin grandes problemas y que la dirección del partido sea vista como abiertamente dividida. Esto podría provocar una parálisis política, los disidentes podrían desafiar la autoridad del Partido Comunista y, si el partido no reacciona, las cosas podrían liarse. La capacidad del PCCh para mantenerse en el poder depende de que sea capaz de proyectar públicamente que tiene la voluntad política y la capacidad de sofocar cualquier desafío…".
Consciente del peligro de hacer visibles las divisiones, Hu Jintao ha pedido a los altos dirigentes que muestren unidad, sofoquen las tensiones políticas y consideren el escándalo en torno a Bo como un "caso aislado".
¿Está China, entonces, en un momento crucial de cambio?
"El gobierno tiene que mejorar la democracia y el sistema legal. De lo contrario, continuarán produciéndose casos como los de Bo y Chen. Quizá China está en un cruce de caminos hacia una dirección mejor gracias a Wang (el jefe policial que se refugió en el consulado)", afirma Hu Xingdou.
Tsang matiza: "Sería bueno que China cambiara. Pero no hay que subestimar la capacidad del sistema en vigor. Puede continuar sin cambios aún por bastante tiempo. La democracia solo llegará a China cuando los chinos la quieran".
Disidencia expuesta a muertes dudosas
Un disidente chino encarcelado durante más de 21 años, desde el movimiento democrático de Tiananmen (1989), murió en circunstancias sospechosas y dos miembros de su familia fueron detenidos por la Policía, informó un allegado.
Li Wangyang fue hallado muerto el miércoles en un hospital de Shaoyang por su hermana y su cuñado.
El cuerpo del disidente de 62 años fue llevado, sin el acuerdo de su familia, por la Policía, relató Zhou Zhirong, amigo de Li. "La hermana de Li y su cuñado fueron detenidos", declaró. "Los amigos de la familia, sus respaldos y otros militantes recibieron instrucciones claras de no hacer olas sobre el caso y fueron puestos bajo vigilancia policial", agregó Zhou.
Según la ONG Human Rights in China, la hermana y el cuñado de Li Wangyang hallaron el cuerpo con una venda alrededor del cuello atada al borde de la ventana, pero los pies tocaban el suelo. Unos cuarenta policías irrumpieron entonces para llevarse el cuerpo de Li, impidiendo al hospital y a su familia esclarecer las condiciones de su muerte.
Tras el movimiento de Tiananmen, Li fue condenado a 13 años de prisión por crímenes "contrarrevolucionarios". Fue liberado al cabo de 11 años, pero los maltratos lo dejaron prácticamente sordo y ciego.
La cifra
25 son los miembros del Politburó del Partido Comunista Chino (PCCh). Los cargos se renovarán este año, incluido el presidente.
El País – Montevideo