¿Colapso del “proceso de cambio”?

Gonzalo Villegas Vacaflor

GATO El cambio social incluye aspectos como el éxito o fracaso de diversos sistemas políticos y fenómenos como la globalización, la democratización, el desarrollo y el crecimiento económico. Es decir: el cambio social consiste en la evolución de las sociedades, desde cambios a gran escala hasta pequeñas alteraciones.

El estudio del cambio social suele considerarse una rama de la sociología, pero también atañe a las ciencias políticas, económicas, a la antropología y a muchas otras ciencias sociales; en palabras más simples, es decir “lo cierto es lo que funciona”.



El Presidente de Morales desde hace más de seis años viene implementando una forma de gobierno que la ha denominado “proceso de cambio”, que transita por diferentes rutas políticas desde: místicas, esotéricas, anti imperialistas, anti coloniales hasta un llamado “socialismo comunitario” o un “capitalismo andino”, que constituyen un complejo abanico de concepciones socio políticas híbridas que están potenciando a segmentos sociales, nacidos y agrupados en la informalidad.

Este modelo o forma de gobierno llegó al poder, y adquirió formas autoritarias y algunas de ellas dictatoriales, con un marcado acento paternalista porque lleva adelante una estrategia política de desarrollismo nacional, junto a un remodelamiento de estructuras de poder; donde los movimientos sociales y organizaciones ciudadanas deben permanecer bajo el control estratégico del caudillo, el cual, aunque en apariencia, es el encargado de idear y conducir el “proceso”.

El “proceso” acepta la coraza política que las organizaciones sociales y ciudadanas le aportan: votos, comicios, huelgas, marchas, bloqueos, etc., pero bajo ningún concepto permite la participación de éstas en la toma de decisiones. También hace una combinación sui generis de sistemas de movilización y control de los movimientos sociales urbanos y rurales con el aparato estatal.

En una democracia representativa, existe una separación clara entre el estado, el partido del gobierno y las bases sociales. El “proceso de cambio” ha logrado realizar una combinación singular entre el estado, el partido gubernamental y el sistema sindical. Por estas combinaciones, se pueden apreciar semejanzas con el estado socialista y el estado fascista. Sin embargo, existen algunas diferencias que señalo: en el estado fascista, la combinación se realiza de acuerdo con las exigencias de la dictadura de algún sector social y de un capitalismo emergente con atisbos monopolistas; en el estado socialista, esta vinculación se realiza según las exigencias de la dictadura del proletariado y de la socialización de los medios de producción.

Sin embargo en el “proceso de cambio”, el sistema de poder estado – partido – sindicato se apoya en la alianza de gremios, bajo la égida directa o mediatizada del caudillo. Este modelo es propuesto e impuesto a la sociedad como si fuera el mejor y único intérprete de la sociedad en su conjunto (trabajadores, campesinos, indígenas, clase media…). El pueblo debe ver al “proceso” y a su caudillo como a sus guardianes, intérpretes, portavoces y realizadores.

Una característica importante es la relación establecida con los asuntos económicos internos y externos. Dado el contexto de crisis del capitalismo internacional y de caída de la economía primaria exportadora, en el cual se encuentra el régimen del “proceso”, implementa acciones financieras correctivas y alternativas, destacándose el impulso a la estatización forzada de empresas, y el intervencionismo económico. Bajo el régimen el aparato estatal adquiere nuevas dimensiones como fuerza productiva, como agente económico. El estado afectó sin duda la organización política de las formas de producción en una época en que crecieron las fuerzas productivas y el mercado interno.

El “proceso de cambio” puede autodenominarse como “progresista” según las circunstancias; pero en realidad es esencialmente populista y reformista, apoyado en un exacerbado amor a la patria. En tiempos de crisis, sin embargo, está mostrando su contenido “conservador” y “fascistoide”; puesto que las organizaciones, liderazgos e ideologías del “cambio” se revelan incapaces de transformarse en el sentido de modificación de las estructuras sociales.

En la mayor parte de los casos, la clase media se alía con los otros grupos de las clases dominantes, abandonando a su suerte a los demás sectores. Las contradicciones estructurales internas y externas se agudizan, y terminarán colapsando al “proceso de cambio”, como modelo político de desarrollo económico y social. De esta forma: la paradoja del “cambio” se vine abajo por estar fundada en un pacto de gremios.

Por lo tanto, esta alianza es frágil y su ruptura se producirá principalmente debido a las contradicciones desarrolladas entre los gremios que lo componen, fundamentalmente por las falencias ideológicas, doctrinarias y éticas. Lo inminente, es la existencia de resentimientos entre los miembros de la alianza y una mayor precisión en los perfiles de cada clase social.