Carlos Cordero Carrafa El título del presente artículo me lo sugirió Juan Carlos Arana, conocido e influyente comunicador social, quien me puso al tanto de la anécdota presidencial, por la cual nos enteramos cómo el presidente Evo Morales, cuando vivía en su mítica Orinoca, pasó de sexto a octavo grado de educación escolar, todo gracias a un cordero. -Oye, Cordero, ¿tuviste algo que ver? Me preguntó, pícaro y sonriente. La pregunta intentaba asociar la anécdota del cordero mágico con mi apellido y el rol asignado de comentarista de temas políticos.La simpática anécdota del cordero y el joven campesino que luego del primer fracaso, reflexiona y toma el camino de la superación, pinta de cuerpo entero a nuestro Presidente. Intenta por otra parte convertirse en una discreta disculpa pública de otro reciente comentario presidencial que apuntó a la calidad de la enseñanza universitaria. Según este último entuerto, el Presidente agradeció a Dios porque no lo llevó hasta las aulas universitarias, puesto que los jóvenes universitarios de las ciencias médicas, en la última ronda de conflictos, habían demostrado -según él- malas artes y una habilidad insospechada para la violencia.El jueves 24 de mayo, cumpleaños de mi hijo Juan Manuel, el presidente Evo Morales reveló que en su etapa de formación no cursó el séptimo año escolar y que ese tiempo lo dedicó a pastear llamas. “Me acuerdo cuando estaba en sexto pasé ese curso con reforzamiento. Me volví bolero, jugaba con bolitas, pelotero y no estudié… al final del año mi padre ha visto mi libreta y dijo: Este chico no sirve para estudiar. Me sacó de la escuela. Mi padre me dijo: a trabajar la llama”.Al finalizar la gestión escolar de 1970, el padre del ahora Presidente decidió que su hijo retorne a la escuela. “Me he opuesto -relata el Presidente-. Mis compañeros iban a estar en octavo y yo en séptimo. Me he resistido, he llorado. No voy a ir a la escuela, no sirvo para estudiar, yo sólo sirvo para (pastear) la llama”, habría sostenido el joven Evo Morales. “Una mañana, veo a mi padre cargando un cordero en la espalda y se va a Orinoca. En la tarde vuelve y me dice: Evito, igual vas a estar con tus compañeros. Me había inscrito a octavo sin hacer séptimo. Ha costado un cordero hacer un curso”, calcula el valor del cordero sacrificado, el Presidente.“La mayor lección de esta experiencia fue que la escuela es importante”, reconoce el Presidente. Por tanto, la moraleja del cuento del manso cordero y el estudiante de Orinoca es que el estudio y el conocimiento evitaron una vida tediosa y anónima.Un sentido agradecimiento a mis padres, profesores de vocación y un homenaje madrugador a todos los maestros del país por el próximo 6 de junio, día del maestro. A mis amables profesoras (es) de las escuelas y colegios Andrés Santa Cruz, Genaro Gamarra, San Antonio y Amerinst.La Prensa – La Paz