La verdadera batalla, por las expectativas

1408540w120Por Jorge Oviedo | LA NACION

De la enorme confianza y expectativas positivas que despertó el triunfo de Cristina Fernández de Kirchner a la colosal incertidumbre que se cierne sobre los mercados hoy hay una distancia sideral, que sólo el pésimo manejo de las autoridades puede haber creado.

La prueba es de fuego, porque la actual administración ha demostrado que es la única del mundo que puede ganar elecciones con la inflación en los niveles más altos del planeta, pero no tiene capacidad para tolerar la recesión. El fantasma de la sociedad actual no es la hiperinflación de 1989, sino la hiper recesión de 1998 a 2002 y su saga de cruel desempleo y empobrecimiento. Ese es el límite del humor popular y en los últimos días pareció acercarse peligrosamente.



El mundo no ayuda, Brasil crece mucho menos que un año atrás, Europa no despega y amenaza con ser un lastre más importante, China no logra ser el motor que reemplace a los que fallan. La cosecha de soja y maíz fueron mucho menos exitosas que lo necesario. Son todos factores que están fuera de la acción del Gobierno.

La prohibición de importaciones, el cepo cambiario y la consecuente paralización del mercado inmobiliario y de la construcción son daños increíblemente autoinflingidos

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Pero es justamente lo que el Gobierno estuvo haciendo lo que ha transformado lo que parecía ser una desaceleración importante en un frenazo en seco. La prohibición de importaciones, el cepo cambiario y la consecuente paralización del mercado inmobiliario y de la construcción son daños increíblemente autoinflingidos.

El dólar se transformó en apenas un síntoma. Y ante él las autoridades han obrado disparando todos los temores de una sociedad con mucha más experiencia que la deseada en materia de crisis cambiarias.

¿Creen los financistas y banqueros que la represión al mercado puede seguir funcionando? Sí. Al precio de una recesión que ya se hace sentir en casi todos los sectores y que afecta también la recaudación y las cuentas fiscales.

¿Alguien espera una explosión del dólar? No, pero nadie prevé tampoco que ceda la fuga de depósitos en esa moneda que se está llevando cien millones por jornada

¿Alguien espera una explosión del dólar? No, pero nadie prevé tampoco que ceda la fuga de depósitos en esa moneda que se está llevando cien millones por jornada.

Sin ideas razonables, el Gobierno está enviando la economía a la recesión y ajuste que la Presidenta tanto critica cuando se aplican en otros países.

La demanda de dólares tiene su contracara. Nadie quiere pesos. Ni para gastar, ni para atesorar ni para endeudarse. El espiral recesivo se intensifica y es más pérdida de capital político para el Gobierno.

Quien tiene pesos prefiere cambiarlos por dólares. Y muchos han comenzado a perder ingresos. La industria que vende menos paga menos horas extras o dejó de pagarlas, en el interior es fuerte el atraso en el pago de obras públicas, las remesas de fondos discrecionales a las provincias crecen al 7%, con una inflación que supera el 20 por ciento.

En medio del frenazo, la idea es aumentar los impuestos. Curioso país la Argentina que tiene políticos que se dicen keynesianos y aplican la más rabiosa ortodoxia

En medio del frenazo, la idea es aumentar los impuestos. Curioso país la Argentina que tiene políticos que se dicen keynesianos y aplican la más rabiosa ortodoxia.

No está claro cuál puede ser el motor que saque a la Argentina del espiral descendente al que fue enviada por una conducción que hace todo lo necesario para empeorar el cuadro.

Con tipo de cambio atrasado, la Argentina empieza, como una década atrás, a sufrir problemas de demanda. ¿Podría financiarse de alguna manera? Las herramientas usadas hasta ahora, como el Banco Central y la Anses, parecen estar al límite. El Gobierno se niega a endeudarse en los mercados internacionales para suavizar el ajuste. La Argentina no conoce de términos medios, o arma una burbuja de deuda que destruye la economía o se suicida por no querer tomar un solo dólar prestado.

"¡Papagayos!", grita Axel Kicillof a los que aconsejan acudir al mercado de deuda. "¡Pajarones!", les espeta el inconcebible Guillermo Moreno. La sociedad sabe demasiado bien que cuando los funcionarios gritan no hay nada bueno que esperar.