En los últimos días, los gobiernos integrantes o amigos del ALBA parecen haberse puesto de acuerdo para denunciar “golpes de Estado” en su contra.
Casi en simultáneo, tuvimos la furibunda reacción del bloque chavista a la destitución parlamentaria del ex presidente paraguayo, Fernando Lugo; las versiones del gobierno boliviano (des)calificando a la huelga policial como un “golpe”; y ahora vemos al canciller argentino, Héctor Timerman, hablando de un intento de “voltear” a Cristina Fernández.
Analizados los casos en profundidad, se ve que en ninguno de ellos se aplica tal figura: la remoción de Lugo se dio dentro de los cauces constitucionales, a raíz de la masacre de 11 indígenas; el motín en Bolivia estuvo motivado por la paupérrima situación de los policías de base y cesó ni bien se concretó un aumento salarial; mientras que en Argentina, lo que hay es una rebelión de parte del sindicalismo hacia la nueva élite gobernante.
¿Cuál es, entonces, la razón para la repetición de esta falacia en diversos puntos del continente?
Todo indica que, ante crecientes problemas sociales y económicos que marcan una fase de debacle, los regímenes pro-chavistas no reaccionan dentro del marco democrático, aceptando legítimas disidencias y apelando al diálogo para solucionarlas, sino que buscan demonizar a los contestatarios.
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Al mismo tiempo, puede existir en varios casos cierta “mala conciencia” por actitudes asumidas en el pasado o mucho más cerca en el tiempo.
Basta con recordar que la notoriedad pública del coronel Hugo Chávez nació con su intento de golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez; y que Evo Morales accedió al poder luego de participar en el derrocamiento de dos mandatarios (Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa) y de impedir la sucesión constitucional a los presidentes del Senado (Hormando Vaca Diez) y de la Cámara de Diputados (Mario Cossío).
Aún más preocupante es la información conocida recientemente, sobre el intento realizado por el régimen chavista de orquestar un golpe militar en el Paraguay para reponer a Fernando Lugo, fallida maniobra que operó el canciller venezolano, Nicolás Maduro.
Queda claro quiénes son los verdaderos golpistas del ALBA…