No pasa un solo día sin que los dirigentes del oficialismo lancen una declaración digna de figurar en una antología del disparate. A veces el encargado de hacerlo es el presidente Evo Morales, en otras el vicepresidente García Linera, en muchas ocasiones el canciller Choquehuanca y en tantas otras los parlamentarios del Movimiento Al Socialismo.
Hoy, el perpetrador es el diputado masista Raúl Altamirano, quien ha expresado la molestia del partido de gobierno con la IX Marcha Indígena en defensa del TIPNIS, que se acerca a la ciudad de La Paz.
Según este insigne legislador, “Actuar democráticamente hace mucho daño, nosotros debemos poner un poco más de mano dura y hacer las cosas que corresponde”.
Alegando que entre los dirigentes de los marchistas habrían personas “procesadas por narcotráfico” (se sabe de un solo caso, mientras que en el partido que él integra y en la estructura del Estado Plurinacional podrían citarse muchos más), concluye Altamirano que “como gobierno no podemos permitir que esa gente siga marchando”.
No contento con esto, el diputado oficialista cuestionó las protestas de distintos sectores sociales, señalando que “todo es a base de fuerza y eso es mucha democracia, no porque nosotros hemos hecho marchas todo el mundo va a marchar”.
El gobierno de Evo Morales, dice Altamirano, “ha entrado para poner orden”, dejando traslucir una fibra autoritaria que es compartida por demasiadas figuras del régimen.
Lo que sin duda debe aplaudirse en el parlamentario es la sinceridad, al hablar sin tapujos de la “reducción de la democracia” que parece ser el verdadero programa del MAS, mientras que otros voceros mejor adiestrados del oficialismo se las ingenian para camuflar esa dura realidad con fintas y malabares retóricos.
No tardan en saltar a la palestra los intérpretes o traductores de siempre, que tratarán de hacernos creer que Altamirano no dijo lo que dijo, sino todo lo contrario…