Gonzalo Chávez A.Hoy domingo, vísperas del gran 16 de julio, un homenaje a mi ciudad. En La Paz, las leyes de la física no se aplican. En un trufi diseñado para cinco personas, los maestritos, la pobreza y la falta de regulación estatal realizan la magia de meter hasta el doble de pasajeros en el auto, sin que nadie diga este poto es mío. Los paceños viajamos calientitos y los más sacrificados sentados en el freno de mano, mudos, estoicos, mirando fijamente al frente para no despertar sospechas de la incomodidad mecánica. Nos gusta la proximidad pero nos matamos con la indiferencia. Hablar con los compañeros de viaje, ni pensar. Tal vez, sólo comentarios ácidos y telegráficos contra el mal gobierno.Los paceños de cuna o adopción hablamos con eco y decimos “yaaaa” en todas sus versiones, colores, énfasis, entonaciones, acentos y momentos. Para ilustrar sólo algunas perlas: Bolivia avanza por el luminoso camino del cambio, y el eco responde: de cambio, ¿a ver? A lo que le sigue un ¡yaaaa! agudo y largo. El Vice se va a casar, y el eco entona: se va a casar, ¿a ver? Ver para creer, seguido de un ¡yaaaaa! de soprano ñusta potosina. El Gobierno está dando una cátedra de economía, el eco se emputa y no responde. Tan sólo surge el ¡yaaaa, su huevada! El Papirri Monroy tiene una música espectacular sobre el eco de los paceños.Un buen paceño es un cultor de los picnics potosinos. Yo tengo el privilegio de la doble nacionalidad, soy potoco y chukuta, por lo que conozco sobre el tema. La mejor alternativa para combatir la thayachera, los fríos de pelar, son los días de campo potosino, de los cuales existen varias versiones. Para nuestros amigos lectores de los valles y trópicos, conceptualmente significa encamarse todo el día aplastado por frazadas de grueso calibre. Apolillar debajo de los pullus con chullo, calcetines y las ladies, medias Textilón, que dicen que es mejor de condón.La versión de fin de semana del picnic potosino incluye buena comida y malas compañías. Se recomienda a media tarde servirse un falso conejo con fideo corbatita. El postre debe ser frutas de la temporada, naranjas pendencieras, mandarinas coquetas, pasank’allas y maní discretos. Se sugiere usar platos para comer, porque el extravío de semillas y otros restos en el laberinto de colchas puede tener un destino no deseado.Estar entrepiernado casi 48 horas no es una tarea fácil, por eso se recomienda un poco de televisión, el mejor programa para este tipo de ocasiones es un viejo capítulo de Viaje a las Estrellas con el señor Spock. Opcionalmente se puede ver el canal estatal, con Carlita Revollo, para ver la vida color de rosa. Las noticias del 7 son un buen antidepresivo. En sus programas, todo brilla y el mundo se divide entre los malos neoliberales y los buenos neoevolucionarios. Y colorín colorado, la revolución ha avanzando.Los paceños/as estamos locamente enamorados, es decir, estamos camotes del Illimani. Desde cualquier canto de la ciudad lo coqueteamos sin medida ni clemencia, absorbemos su energía, contemplamos embobados sus curvas y rubores. Por eso cantores, pintores, fotógrafos, y poetas le han cantado, pintado, retratado y/o ofrecido sus mejores versos. Toda vez que estoy por el centro de la ciudad, mi lugar preferido para verlo es desde la avenida Camacho entrando por la calle Bueno, donde queda la empresa estatal YPFB, a la cual le cambiaron la fachada pero no las malas prácticas de meter la cuchara al dulce. En este lugar me planto varios minutos mirándolo para recargar las pilas.Un paceño que se presta sabe de la vida nocturna. Añora el Socavón, el antro de antaño donde se hizo temblar las noches y las buenas costumbres. Además, una buena paceña tiene que haber bailado en el Loro en su Salsa, para que se construya la Cinemateca y parqueado por horas en el Fórum esperando a sus retoños. Y ahora disfruta de la Costilla de Adán y de otros boliches cuyos nombres no pueden ser revelados por pudor bohemio.En materia de morfe, el paceño debe poseer paladar negro y estómago de hule para enfrentar, de pecho abierto y lampiño, un fricacho en la Alexander, y mostrar que en vez de venas tiene cañerías Tigre por donde el colesterol resbala como agua santa. Tiene que haber degustado las salchipapas de la Díaz Romero que son la prueba definitiva de la existencia de los ángeles de la guarda que protegen a los paceños, porque sin ellos las salchichas de origen indefinido serían como sables afilados para penetrar el duodeno. Y qué decir de los Jot doc de la Pérez, y los Menchos de la calle 21 que demuestran que, en materia de embutidos, no existe lucha de clases. Las tucumanas de El Prado que matan cualquier hambre y a las 10:47 saben a manjar de dioses andinos. ¿El keperí de las benianas de Villa Fátima? , que tiene la semblanza y textura de los abdominales de Bruce Lee en su película Operación Dragón. Otra delicatesen paceña es el sándwich de huevo con chorrellana de cebolla roja de vergüenza en el mercado Lanza, después de comer este bocadito es mejor no dar una palabra de aliento a nadie, menos a la media naranja. En el mercado Camacho está el supervitamínico que cura caries y que es mejor no preguntar por sus ingredientes.En referencia a los lugares de dancing, el mejor si duda es un clásico miraflorino: The Love City, la única discoteca trotskista del planeta, el templo de la conjunción obrero-patronal, el nido de amor de la nueva burocracia revolucionaria, donde el deseo horizontal baila suelto de manera vertical, piecitas movidas como: “Devórame otra vez” o apechugaditas como: “Hoy tengo ganas de ti”, interpretada por Miguel Gallardo. En fin, para terminar ayúdeme a decir: ¡Viva La Paz y nada más!, ¡¡¿¿yaaaaa??!!Página Siete – La Paz