El chancho hablando de higiene

Editorial de ABC ColorEl canciller venezolano Nicolás Maduro, el mismo que en ocasión del juicio político al entonces presidente Fernando Lugo, el pasado junio, se atrevió a insinuar a militares paraguayos a alzarse contra las autoridades políticas constitucionales, persiste en su atrevimiento de formular declaraciones públicas juzgando los acontecimientos políticos de nuestro país, y pronunciando sentencias condenatorias con una ligereza e irresponsabilidad más propias de un matón de barrio que de un alto funcionario diplomático. La liberalidad con que este meterete opina y sentencia sobre nuestros asuntos internos es sorprendente e indignante a un mismo tiempo.Pero no es él solamente, porque idéntica insolencia y desprecio por nosotros manifiestan otros políticos latinoamericanos, como presidentes, parlamentarios o ministros que, de pronto, se sintieron con derecho a inmiscuirse en los problemas particulares de los paraguayos, tratando a este país como una mera satrapía de sus dominios imperiales.Hacen esto en respuesta a los reiterados pedidos de socorro que les hacen los luguistas, convocándolos a intervenir en nuestros asuntos, a cerrarnos los caminos en las organizaciones regionales, a sancionarnos diplomáticamente, a presionarnos, a difamar a la gente de su propia Alianza que los reemplazó en el Gobierno, a denigrar nuestro sistema jurídico e institucional, etc., etc. El antiparaguayismo de estos tipos no es más que consecuencia del antiparaguayismo de los luguistas.“Quienes dieron el golpe de Estado (en Paraguay) han iniciado todo un proceso de persecución política contra diversos sectores e instituciones de la sociedad paraguaya”, manifestó el miércoles el canciller de Hugo Chávez, en una de sus frecuentes declaraciones.¿Cuáles son los “diversos sectores sociales” que están siendo perseguidos por el actual gobierno? ¿De qué modo se puede “perseguir” instituciones?Sería bueno que Maduro lo aclare, aunque es inútil esperar tanta seriedad de un charlatán.En Asunción, las representaciones diplomáticas de todos los países latinoamericanos funcionan regularmente, sus funcionarios residen aquí y podrían certificar fácilmente si es cierto o no lo que Maduro y otros bolivarianos afirman.Pero la mentira se edifica sobre supuestos y luego se la refuerza con repeticiones y propaganda intensiva. Y los radicales de izquierda son duchos en ambas artes: la mentira y la propaganda. Cuando echan a rodar una especie pueden lograr que mucha gente ingenua o mal informada les crea o les siga.Maduro se permitió pedir, además, “que se garantice al pueblo paraguayo elecciones libres y ojalá una pronta restitución del Paraguay a la democracia verdadera”.¡Véase quién tiene el tupé de hablar de elecciones libres y democracia verdadera!Si no fuéramos nosotros los blancos de tamaña audacia y descaro, estas exhortaciones del “demócrata” Maduro sería ocasión para una interminable carcajada. Que bien podría enlazarse con la carcajada universal que produjo la reciente afirmación de Raúl Castro de que su fosilizado régimen totalitario de 53 años no puede mantener relaciones diplomáticas regulares con una “dictadura”, refiriéndose al flamante gobierno de Federico Franco.Pero, volviendo la mirada hacia nosotros, quienes abrieron el micrófono y los ofrecieron a estos lenguas largas para que digan lo que se les antoje sobre nuestros asuntos internos, nos juzguen, condenen y calumnien, son los luguistas, que no se resignan a aceptar el resultado del juicio político como hizo Fernando Lugo, y que despechados por la mamadera que perdieron, pretenden desconocer lo legalmente actuado en el Congreso y sus consecuencias.Es repudiable la historia de los “legionarios” paraguayos del siglo XIX, pero, al parecer, no hay que olvidarlos, porque cada cierto tiempo vuelven a aparecer vestidos con ropajes ideológicos actualizados.El problema suscitado con el juicio político que reemplazó a Fernando Lugo de su cargo de presidente de la República por su compañero en la fórmula que triunfó en las elecciones de 2008, Federico Franco, es un clarísimo caso de asunto interno de un país soberano, que por derecho natural tiene en sus manos la suerte de su destino y que, en libre ejercicio de tal autonomía, decidió dar ese paso, haciéndolo en el marco de lo prescripto por su Constitución.Si a los luguistas les parece que se cometió una injusticia y disponen de las pruebas de ello, tienen abiertas las puertas de los tribunales nacionales. Y si creen que estos podrían cometer una arbitrariedad contra ellos, les quedan aún los estrados judiciales internacionales.Lo que no deberían continuar haciendo es invitar a esos chanchos que nos quieren dar lecciones de higiene.Asunción del Paraguay