Estado de izquierdo


Álvaro Riveros TejadaQuienquiera que me esté leyendo convendrá conmigo que el Estado boliviano, desde que se tornó en plurinacional, multilingüe, polifacético e intercultural, ha dejado de ser tal o al menos, difiere tangencialmente de lo que se nos presenta a los bolivianos bajo ese eufemismo y de la definición que muchos tratadistas y estudiosos de la materia entienden por lo que es un Estado, como el ámbito de aplicación del derecho o donde el derecho alcanza su personalidad jurídica.Para dichos expertos, el concepto de Estado es el conjunto de instituciones que poseen la autoridad y potestad para establecer las normas que regulan una sociedad, teniendo soberanía interna y externa sobre un territorio determinado. En términos más comprensibles y digeribles para nuestros políticos, citamos la definición de Maquiavelo en su obra “El Príncipe”: “Los Estados y soberanías que han tenido y tienen autoridad sobre los hombres, fueron y son repúblicas o principados”.En base a los últimos acontecimientos que nos ha tocado vivir en La Paz y en algunas regiones del país, como fueron: la rebelión salarial policial, la marcha de los indígenas del TIPNIS y los hechos de Mallku Khota concluiremos que en ninguno de ellos el Estado boliviano ha sido capaz de instrumentar su autoridad: lo que en buen romance significa poner orden en el caos existente. Por el contrario, mediante un hábil recurso escapista digno de Houdini, optó por recursos inmediatistas que dejaron latentes los conflictos y susceptibles de reactivarse en cualquier momento. Tal es el caso de los policías, cuyo inusual movimiento asemejó al que derrocó a Goni en febrero de 2003, si embargo fue hábilmente coagulado con un aumento de cien bolivianos que, hasta por cierta dignidad hacia los carabineros, pudo ser elevado a la suma simbólica de 110.La novena marcha del TIPNIS, que acaba de culminar con una retirada parecida a la de Napoleón o Hitler de Moscú ante el embate del general invierno, dejó un sabor amargo en sus protagonistas, quienes antes de abandonar la capital no dejaron de imprecar y maldecir su fallida aventura y a la insensibilidad de los indígenas gobernantes que no les permitieron ni pisar la plaza Murillo y menos, por supuesto, cumplir a satisfacción sus demandas. Eso sí, tras de ellos quedó la velada amenaza de proseguir su protesta desde sus pagos. Es decir: imitando el impecable estilo de sus coterráneos de Mallku Cota y proceder a secuestrar a domicilio a cuanto ingeniero, consultor o burócrata asome por ellos y de esta forma lograr sus objetivos con mayor beneficio.Finalmente, la heroica jornada protagonizada por parte de los comunarios de Mallku Cota, donde el Estado ha transado con los delincuentes concediéndoles una entrevista con S.E., revirtiendo la concesión de la empresa canadiense y, lo peor, ofreciéndoles una total impunidad para sus actos de secuestro y tortura de los rehenes, a quienes más bien se los calificó de espías, discriminadores y abusivos de la confianza de sus captores, sin permitírseles siquiera que desarrollen el síndrome de Estocolmo, que consiste en enamorarse de ellos.¡Que funesto precedente! Al parecer se ha acabado el Estado de Derecho, para dar paso al Estado de Izquierdo.