Olimpiadas: semilla y producto

Iván Arias Durán

Los juegos olímpicos arrancaron este viernes 28 de julio y, como siempre, ayer y hoy, con revolución o sin revolución, con proceso de cambio o no, con t¨aras o con qharas, con neoliberales o socialistas en el gobierno, los bolivianos nos sentaremos frente a los televisores a alegrarnos de las victorias y hazañas de otros, porque los nuestros como siempre, pocos y mal preparados, solo figuraran en los arranques o inicios de alguna disciplina. La indisciplina, falta de entrega, corto placismo y bajo profesionalismo de nuestros jugadores y atletas sale a luz en los magros resultados que obtenemos. Todos los deportistas siempre terminan echando la culpa de sus fracasos a otros. Así es en casi todas las disciplinas del futbol y el atletismo olímpico. Los “bolis” nos alegramos hasta el paroxismo cuando obtenemos una pequeña victoria. Endiosamos hasta el Olimpo al que algún mísero triunfo nos da. Claro, como siempre estamos acostumbrados al fracaso, la pequeña victoria la volvemos gloria celestial donde hasta a Zeus lo vemos como piojo tuerto. Nos enceguecemos y lo casual nos aferramos para convertirlo en rutinario. Vivimos de falsas ilusiones, quizá por ello nos aferramos al pasado lleno de bigotes y enclenque, pero que lo seguimos viendo como si tuviera veinte años menos.

Pero si bien los jugadores y atletas resumen nuestro modo de ser, los que se llevan la flor son sus dirigentes: mamones, mentirosos, hipócritas, vividores, falsos, negociantes de quinta, traficantes de ilusiones colectivas. Hace lustros y lustros de años estos dirigentillos nos andan mamando sin que nadie les ponga en su lugar. En el futbol hay una camarilla de la cual todos protestan, especialmente los periodistas deportivos, pero que, luego de mucha alharaca moralista y cháchara discursiva, terminan callándose y avalando con sus micrófonos a los timadores de siempre. Pareciera que sus gritos solo buscaran recibir partes mayores o iguales de la impostura y el engaño.



Los dirigentes son una cáfila de estafadores porque entre ellos se reparten el botín a nombre del deporte y los deportistas. Lo que ha ocurrido en el Comité Olímpico Boliviano (COB) es de lo peor: dirigentes que se van a Londres con recursos de de rey y deportistas que van como mendigos. Se alojan en suites y derrochan viáticos como si los merecieran. Los atletas apenas pudieron cubrir el costo de su entrenamiento y les dan apenas 15 dólares al día de viáticos.

Asombrados, dizque, los dirigentes del COB que se quedaron en Bolivia apenas pudieron reunir a 13 de las 23 federaciones para que en 30 días se elija una nueva directiva, es decir un nuevo estafador. Los cumpas de Edgar Claure “descubrieron”, antes de una reunión que convocaron este jueves 26 de julio para destituir a Claure, que las oficinas estaban cerradas desde el lunes 23 de julio debido a que el mandamás del COB dio vacación indefinida a los funcionarios y se llevo las llaves. En el acto estuvo el notario de fe pública, para constatar que las oficinas del COB están cerradas y anotar todas las determinaciones que se apliquen. Como no faltan los leales y “respetuosos de las leyes”, el Presidente de la Federación de Voleibol abandonó las instalaciones bajo el argumento que había dirigentes que no estaban correctamente avalados y por tanto no era legal la reunión, pero también quiso que los periodistas no estén en la sala. Edgar Claure, desde Londres, niega todas las acusaciones y sobre la denuncia de la Federación Internacional de Judo por adueñarse de un millón 600 mil dólares indicó que cuenta con la documentación para negar esto. Una olímpica mamada.

En todo caso, con declaraciones acá y allá, deportistas y bolivianos todas seguiremos siendo despojados en nuestras ilusiones. Ojala haya alguien que saque a este grupo de traficantes del deporte. Pero, como siempre lo sostengo, ellos, por más que no nos guste, esos dirigentes y los otros que se dedican al sindicalismo, gremialismo y la política, salen de nosotros, salen de nuestras entrañas. Salen del pueblo, de ese pueblo que nos creemos puros, santos y alados de virtudes. Ellos, los dirigentes, están mal, pero es nuestra sociedad la que está mal. Es nuestro país y sus habitantes que hemos hecho de la corrupción y el engaño una forma “bien viva” de timar, de robar al prójimo. Si la semilla está mal, es obvio que la producción será mala. De una sociedad corrupta, dudo que salgan guías no corruptos. Por qué hay tantos lideres ladrones y estafadores hoy como lo hubo entes? No es culpa del producto, la clave está en la semilla, en nosotros. Cada pueblo tiene los dirigentes que se merece, “asi no ma ej”, decía mi abuela en su natal Vallegrande.