Sufragio efectivo, no reelección


NOREELECCION El reeleccionismo de los caudillos suele ser fatal para la democracia, sobre todo en países de endeble estructura institucional, donde los gobernantes usan el aparato del Estado para garantizar su reproducción en el poder.

Es emblemático el caso mexicano, donde la perpetuación presidencial acabó provocando una revolución, bajo la consigna de “sufragio efectivo, no reelección”.

En Bolivia es cada vez más evidente que el verdadero trasfondo de la nueva Constitución promulgada por Evo Morales era el de facilitar su reelección, cosa que sucedió en el 2009 mediante una abusiva instrumentalización del poder público, cuestionada en su momento por la Corte Nacional Electoral y por los observadores de la Unión Europea.



Instrumentalización que incluyó la parcialidad de los medios de comunicación estatales, la judicialización de candidatos opositores, el cobro de cuotas de campaña a los funcionarios públicos, el uso de vehículos oficiales en tareas de propaganda y la inauguración de obras durante un periodo prohibido por la legislación electoral, entre otras tantas triquiñuelas.

Ahora, y a pesar de que el mismo texto constitucional sólo establece la posibilidad de una reelección, el “Jefazo” apuesta por renovar su mandato una vez más en diciembre del 2014, mediante una mañosa interpretación de una de las disposiciones transitorias de la CPE.

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Entre sus aliados del ALBA existe el precedente del mandatario sandinista Daniel Ortega, que se hizo reelegir a pesar de la prohibición expresa de la Constitución nicaragüense.

De manera que las prolijidades jurídicas no parecen ser cosa que le preocupe demasiado a los gobernantes del bloque neo-populista, más aún tratándose de un presidente que se ufana de “meterle nomás, y que después lo arreglen los abogados”.

Sin embargo, tropieza Morales en su afán con la opinión mayoritaria de los bolivianos, que en un 59% se oponen a la reelección, de acuerdo a un reciente sondeo.

Lo cierto es que el reeleccionismo resulta pernicioso para las virtudes republicanas, al personalizar la política en un “hombre providencial” y vaciarla de contenidos institucionales. Conclusión que no sólo es válida en el nivel nacional sino también en el departamental, donde esa figura acaba reproduciendo en pequeña escala los mismos vicios en torno a los caudillos regionales…

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