Manfredo Kempff Suárez
Si existe alguna medida urgente para que Bolivia se pueda salvar todavía y no quede desmembrada en las próximas décadas, está, como una de las acciones más importantes, archivar la Constitución vigente y redactar una nueva. No modificarla, ni maquillarla, sino convocar a una Constituyente y elaborar otra Carta Magna que no responda al capricho de románticos o irresponsables. Si esta Constitución pervive, dudamos que se salve la República. Hay que deshacerse del llamado Estado Plurinacional, no porque moleste su nombre por absurdo, no porque digan que ha terminado con la República, sino porque en nombre del Estado Plurinacional todo está permitido, se están cometiendo las tropelías más grandes en contra de la nación.
El gobierno del MAS se tendrá que ir como todos se van, pese a que sabemos que los masistas preferirán morir antes que soltar el poder y enfrentarse a la justicia. Aunque serán juzgados como corresponde, por una administración legítima, no ajusticiados. Si se empeñan en desconocer el voto popular adverso que se les vendrá muy pronto, si quieren burlarse nuevamente de la democracia con trampas y triquiñuelas, si preparan descaradamente el fraude a través de las dádivas, del cohecho, de su dominio sobre el Órgano Electoral, entonces, también, todo estará permitido al pueblo estafado para echarlos del poder. No es cuestión de propiciar rupturas democráticas ni golpes de estado. Pero ningún gobierno que desconozca la validez del voto – como hace el MAS en gobernaciones y municipios – puede después quejarse de que lo hayan echado del Palacio por la ventana. En una elecciones limpias el MAS será derrotado.
¿Por qué la Constitución del 2009 nos preocupa tanto? Simplemente porque es el salvoconducto para la impunidad y el desmadre. Ya lo hemos dicho antes: de una Carta Magna aprobada (no redactada) por pastores, sindicalistas, “bartolinas” y “movimientos sociales” obedientes al MAS, donde la opinión de los pocos constituyentes sensatos era apabullada por manos alzadas que pronto se convertirían en puños, no podía salir nada bueno. Pero, además, hasta ese mamarracho tuvo que ser aprobado con fórceps, a salto de mata, huyendo del Teatro Gran Mariscal de Sucre, al Liceo Militar de La Glorieta y de ahí hasta una anodina sala en Oruro, luego de la masacre de La Calancha. Es de todos sabido, además, que los artículos de la Ley de Leyes venían redactados desde la Sede de Gobierno. ¿Pero cómo es esto? Nada más que los masistas elaboraron una Constitución a su medida, para subyugar a los adversarios y perpetuarse en el poder.
Con la Constitución actual las “interpretaciones” están a la orden del día y lo estarán hasta que ese librito sea eliminado por la conciencia de nuevos ciudadanos. El MAS tendrá las libertades para seguir ejecutando lo que ya ha montado con su mayoría anodina pero masiva utilizando el monopolio de todos los poderes. Los bolivianos seguiremos amenazados a diario por una justicia que obedece al Partido; la nación descuartizada seguirá siendo una “plurinación” tendente a la dispersión más que a la unidad; no se podrá crear un aparato productivo real si los recursos naturales son de todos y no son de nadie; la educación continuará en franco retroceso y seremos los últimos en tecnología del continente; nada podrá marchar correctamente si las designaciones en lo más alto del aparato del Estado se realizan a dedo, sin observar méritos, recurriendo a interinatos que duran gestiones enteras y que, por tanto, pierden legalidad; deberemos rendir culto y sometimiento a deidades y símbolos extraños que han aparecido ayer; seguiremos engañados con un proceso autonómico burlado que no ha hecho otra cosa que afianzar el centralismo borrando del mapa político a los líderes autonomistas; y por supuesto que en un país caótico el auge del narcotráfico seguirá en alza hasta niveles impensados si la propia Constitución dice que la coca es un factor de cohesión social protegida por el Estado, que en su estado natural no es estupefaciente, además de otras lindezas.
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Lo grave es que cuando una Constitución está a la deriva, cuando es desobedecida por absurda, cuando sólo sus gestores creen en ella por conveniencia, se produce todo esto que estamos observando diariamente y que parece que S.E. ni sus consejeros ven. Parece que estuvieran acostumbrados a vivir en el caos porque la vida en Bolivia se está tornando insoportable para todos: pobres, ricos, menos ricos y miserables. Todo se “interpreta” en nuestro país; nada se cumple. Los muertos y los heridos en las calles y en el campo, los actos de corrupción visibles, las peleas callejeras entre oficialistas por ocupar una situación, el abuso flagrante contra los indígenas del oriente, todo tiene una interpretación de las autoridades y un aparato propagandístico que aplasta. Nada es cierto, todo es posible. No existe la certeza de que un proyectil haya matado a alguien, sino la presunción, la posibilidad de que así fuera, hasta que aquello se investigue. Y quienes tienen que investigar se callan o dicen lo que les dicta el gobierno. Finalmente, esta pobre Constitución abre campo hasta para “interpretar” la re-reelección de S.E. lo que es de una desvergüenza alarmante.