
Según Vreeman, lo único que varía cuando los niños comen golosinas es que sus padres, que tienen prejuicios hacia los efectos de los dulces, perciben erróneamente que sus hijos están más inquietos y nerviosos.
Otra frase habitual entre los aficionados a las chucherías es advertir que si nos tragamos un chicle este permanecerá en el estómago durante siete años. Aunque los ácidos del estómago no digieren la goma de mascar, lo cierto es que un chicle no tarda más de dos días en atravesar el intestino y ser expulsado.
Fuente: www.muyinteresante.es
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