El compromiso de las federaciones de cocaleros es hacer respetar el cato de coca por afiliado. Pero hay quienes burlan el acuerdo y la tarea del control social se hace difícil.
El Deber, 26 de Agosto de 2012
Al sol. Secando la coca. Es una postal cotidiana que se ve a los costados de la carretera asfaltada. Ocurre desde Entre Ríos (cerca de Bulo Bulo) y se extiende hasta Villa Tunari (Cochabamba).
Mientras los hijos eran chicos, el cato de coca era suficiente para mantener a la familia unida en ese pedazo de tierra que cada tres meses permite cosechar la ‘hoja milenaria’.
Pero los que eran niños han crecido y muchos se han casado, han tenido hijos o quieren independizarse y hay quienes buscan sustentar su economía en la coca, que sigue siendo el tesoro más preciado por las nuevas generaciones. Pero, según las seis federaciones de cocaleros del trópico de Cochabamba, el que ose plantar coca más allá del cato, es un pecado que se paga con la erradicación y en casos severos, con reversión del terreno y, la expulsión de la comunidad. Una lucha que genera fricciones en el seno interno de las familias de Chapare.
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Juvenal Peredo, oficial mayor de la Alcaldía de Villa Tunari, revela que en su municipio, de los 56.000 habitantes, el 95% se dedica a la producción de la coca y el resto a las hortalizas, papa, zapallo y tomate. “Los hijos se casan y quieren poner un cato más, pero el autocontrol se está haciendo respetar”, asegura.
Rolando Vargas, ejecutivo de la Federación Única de Centrales Unidas, dice que, en lo que va del año, en cada federación de cocaleros se ha sancionado a más de 190 personas que fueron encontradas con coca excedentaria.
“Tenemos un compromiso ante el país y el mundo de apoyar al presidente Evo Morales, eso significa que debemos respetar el cato de coca y hacer un autocontrol de la coca excedentaria”, dice Vargas, que está en su oficina de Shinahota, desde donde también habla que el control social de los campos cocaleros es un poco difícil porque algunas personas tienen la tendencia de buscar solo más recursos, intereses individuales y que eso dificulta el trabajo.
“Hay gente que quiere resistirse”, dice este dirigente, que considera que Chapare es una zona excedentaria en transición y que por eso se está racionando el cultivo a un cato. Vargas también es de los que dice que no se puede negar que una parte de la coca del trópico va al narcotráfico, pero que no se sabe en qué porcentaje.
“Nosotros (los cocaleros) controlamos la producción, no la droga. Esa es una tarea de la Fuerza de Lucha Contra el Narcotráfico”, indica desde su escritorio, que está a pocos kilómetros del cuartel de Chimoré, donde dentro de cinco minutos estaré tocando la puerta para buscar respuestas sobre la erradicación de la coca y si se cumple o no el cato de coca en Chapare.
El teniente Encinas saldrá al paso y me permitirá entrar hasta la puerta del director y, 15 minutos después, saldrá para decir que no será posible que me atienda. Esta es la tercera vez que en el cuartel de Chimoré me niegan una entrevista.
Siento que ese refugio de militares está más blindado que en tiempos de la derecha, cuando me permitieron entrevistas en un par de oportunidades.
Los que no se hacen problema para hablar son los cocaleros, los dirigentes, los adultos, los jóvenes y los recién casados.
Carmen Vía es una mujer joven que tiene un cargo respetado en Villa 14 de Septiembre, el pueblo donde Evo Morales sufraga cada vez que el país está convocado a las urnas. Ella es la aduanera del sindicato cocalero, la que recibe la hoja de los campesinos y la que entrega un documento clave, una especie de salvoconducto a los comerciantes que deberán cruzar las trancas policiales para llevar la hoja hasta los mercados del país.
“Muchos cocaleros tienen hijos y estos cultivan un pedacito al lado del terreno de su mamá, que a veces no sabe lo que pasa. Pero los que son encontrados haciendo eso son sancionados. El mismo sindicato va a medir los catos y corta las plantas que están de más”, asegura.
Raúl está en el grupo de los que se conoce como generación 1008, es decir, de los que era niño en los años 90 cuando la erradicación de la coca se la hacía por la fuerza y dejaba muerte. Ahora él es adulto, está casado y quiere ser dueño de un cato de coca, pero no puede porque solo se le está permitido a los afiliados, que en este caso es su papá.
Dice que alguna vez sembró unas hileras de plantas a los costados del cato familiar, pero que después él mismo las arrancó por miedo a que llegue el sindicato y con su autoridad de mano le quite el terreno a su madre y toda la familia se sienta perjudicada.
Recuerda que en un ampliado de 2011 se propuso la ampliación a dos catos y la aprobación de nuevos afiliados.
Pero a finales de 2011 se realizó una evaluación en el seno de la seis federaciones y, por el contrario, se determinó mantener el cato e incrementar el control social, con el fin de evitar que más coca sea desviada al narcotráfico. En abril de 2011, el presidente Evo Morales dijo: “Quiero decirles que si nosotros fracasamos con el cato de coca, no habrá quién la defienda”.
Leonilda Zurita, jefa departamental del MAS en Cochabamba, aseguró que gracias a la erradicación concertada Chapare ahora es una zona tranquila, sin violencia ni muertos.
“La tarea de cuidar el cato está en nosotros. “La tarea de cuidar el cato está en nosotros. A nuestros hijos no se les da el permiso para plantar, si ya son jóvenes tienen que buscárselas (para ganarse la vida). Y muchos, dicen los dirigentes, viven de la producción de frutas y de hortalizas, entre otros productos que da la tierra de Chapare.
Los datos
Un cato de coca mide 1.600 m2 (40 por 40 metros)
La Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito detectó 31.000 hectáreas de cultivos de la hoja de coca en toda Bolivia, de las cuales unas 12.000 hectáreas son legales y las restantes 19.000, ilegales.
El informe se basa en los datos de 2010 realizados por la Onudc en Bolivia -presentado el 12 de septiembre de 2011.
El cato
Doña Hilaria no solo vive de su cato de coca. En su hectárea de tierra también tiene plantaciones de plátano, de cítricos y de maíz. Ella cocina a las 7:00, come y a las 9:00 empieza a trabajar. Tiene 83 años.
Inmersión en las entrañas donde no solo reina la coca
Primero me dijo que los de Santa Cruz odian Chapare, después me dio la mano, me invitó un manojo de coca y remató con algo inesperado: “Mi nombre es muy feo. Me llamo Clementina”. Sus padres y amigas que estaban echadas en el piso se despanzaron de risa. La vida en el trópico de Cochabamba, ya lo verán, sorprende de esta y otras maneras.
Clementina es cocalera o dicho de otro modo, es hija de padres cocaleros y vive en senda Segunda. Su papá, aquella mañana, estaba acostado encima del piso y debajo del marco de una casa de madera, ‘coqueando’ y con su cigarro en una mano. El hombre anciano estaba descansando en silencio. Eran las 12:00 y reposaba después de haber trabajado desde las 7:00. La coca está detrás de la casa y Anastasia siente que vive lejos de un lugar donde pueda abastecerse de cosas básicas. El fin de semana, cuando haya vehículo para ir a Villa 14, comprará aceite porque el aceite, dice, es un bien escaso en medio del monte. “No solo de la coca se vive. También hace falta otros productos”.
En Chapare hay plátanos y naranjas, hay piñas y sandías y hay coca fresca en las plantas y coca tendida al sol en los patios de las casas de madera. Aquí, la gente ‘coquea’ y lo hacen los hombres y las mujeres como Clementina. ‘Coquear’ abre las puertas a un periodista que cuando dice que es de Santa Cruz, genera susceptibilidades. Dentro de las sendas también se ven vehículos tipo taxi sin placas y en los pueblitos, tiendas donde se vende Coca Cola y discos piratas de la novela peruana Al fondo hay sitio.
Las antenas parabólicas ya no sorprenden porque se han convertido en algo común, porque están al lado de las casas rústicas, rodeadas de plantas y una que otra también sirve como tendedero de ropa.
Un problema que debe ser estudiado
Godofredo Reinicke Borda | Dir. de Puente, Inv. y Enlace
El crecimiento vegetativo de la población en los cultivadores de coca ha ocasionado que la siguiente generación, los jóvenes que han formado familias, tengan la necesidad de contar con su cato de coca. Podrían hacerlo mediante dos mecanismos.
Uno, ser cedido por el afiliado familiar los derechos del cato o dividir el predio agrícola para que el hijo o hijos cuenten independientemente con su parcela. Esto es indudablemente un problema que debe ser profundamente estudiado, por el compromiso que existe de Bolivia con la comunidad internacional de regular los cultivos, la no división de las parcelas y la posibilidad de trabajo para los hijos. Me inclino a diversificar las producciones.
No hay que olvidar que la limitación, precio y atracción de aumentar las plantaciones de coca obedecen al aumento de la demanda en los países extranjeros, especialmente en EEUU y en Brasil, y funciona como cualquier mecanismo de oferta y demanda de cualquier producto. A pesar de esto, las organizaciones cocaleras y el Gobierno Plurinacional de Bolivia se han puesto un límite de área de producción (cato) para evitar conscientemente un aumento en la producción, un descontrol en los precios de comercialización y una restricción en sus propios beneficios como agricultores, remarcando la disminución de cocales en este año.
La institución responsable Udestro cuenta con una impresionante base de datos de control de cada cato de coca en producción o en transición, esta pertenece al Viceministerio de Defensa Social y la considero eficiente.
Esto ha permitido que exista una reducción neta de coca de entre el 10 al 12 %, es decir, de 31.000 hectáreas, a 27.000 hectáreas. de coca, según información extraoficial que se dará a conocer próximamente.
En las alturas
En el monte sobresalen construcciones civiles que dan señales de progreso. Casa de dos, tres o cuatro plantas han generado un boom de la construcción en diferentes lugares del trópico de Cochabamba.
Coca procesada
La coca convertida en desayuno escolar. Se trata de uno de los productos que se fabrican en la Plan Industrializadora de Hoja de Coca que se encuentra a pocos kilómetros de Villa Tunari.