Flavio Machicado Saravia
En enero del 2009, inicié mis notas con un tema que estaba relacionado con la historia, habida cuenta que Bolivia, en ese entonces, estaba entrando en un período de definiciones políticas y sociales de envergadura, ya que dependía si se aprobaba o rechazaba el proyecto de la nueva Constitución Política del Estado elaborada por el Gobierno, que luego fue remendada por algunos parlamentarios opositores, con la pretensión de hacer historia. El hecho era que la nueva Constitución, con todos sus remiendos, fue aprobada por una abrumadora votación y hasta el momento está vigente, aunque conservando todavía toda su “pureza o virginidad”, ya que nadie la utiliza o la cumple a cabalidad, salvo a capricho selectivo cuando se trata de atacar o lograr un determinado objetivo, utilizando o imponiendo para ello la “libre o antojadiza” interpretación.
Por esta razón, como en aquella ocasión, vuelvo a parafrasear al polaco, Henryk Sienkiewicz, Premio Nobel de Literatura en 1905, quién en su obra literaria, “Quo Vadis”, asemeja el sufrimiento que padecieron los cristianos en el Imperio Romano, al que sufrieron los polacos en distintos momentos de su historia, intentando, de este modo, transmitir al lector una súplica por la humanidad. No hay duda que “Quo Vadis”, es una epopeya del cristianismo, que en esta obra literaria escrita en 1886, fue llevada al cine con toda su crudeza, retratando de cuerpo entero a Nerón, que fue el emperador más conocido y el más denigrado de todos, especialmente relacionado con el hecho que durante su Gobierno, murieran decapitados y crucificados los apóstoles Pablo y Pedro, representantes primigenios del cristianismo.
Pero lo importante no es Nerón, sino la filosofía interna que refleja la novela, ya en el propio título al relacionar la pregunta ¿Quo Vadis, Domine? (¿Adónde vas, Señor?) con la de ¿Quo Vadis, Homo? (¿Adónde vas, hombre?), las preguntas clave que plantea el autor se podrían formular, por ende, de la siguiente manera: ¿A dónde quiere llegar el ser humano sin humanidad? ¿Dónde acabaremos si olvidamos la faceta que más nos debería caracterizar?
En este caso, “Quo Vadis Bolivia”, adonde va Bolivia y adonde nos quiere llevar el actual gobernante con su actual política, cuyos alcances y explicaciones que se están escuchando en torno a diversos hechos que se están dando, no pueden ser más pobres en argumentación y contenido. Es el caso de la gestión gubernamental, en especial en torno a YPFB y el Mutún, de la aplicación de la justicia, del TIPNIS, para mencionar solo algunos ejemplos.
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Es incomprensible, luego de los reclamos que se hicieron en el pasado en torno a los contratos petroleros firmados durante el “neoliberalismo”, que ahora, solo YPFB haya suscrito algo más de 100 contratos de manera directa, con dos antecedentes dramáticos, sin los cuales seguramente nada se hubiera sabido. No es que esta práctica sea inconveniente, probablemente es necesario tomar en cuenta factores como la oportunidad para el caso de una empresa pública, como ocurre en el sector privado, para lo cual, sin embargo, hay una disposición en la Ley SAFCO, donde se da cabida a situaciones en la que prioritariamente está la “eficiencia y la eficacia administrativa”, pero en la Contraloría nunca se lo entendió. Es decir, es posible recurrir a una dinámica más ágil y una toma de decisiones que no admite procesos dilatorios, con tal de cumplir un objetivo. Pero, esto supone a la vez de la existencia de mecanismos de control y vigilancia oportunos y adecuados, que en el caso de la gestión pública dependen de la Contraloría, del Ministerio Público y de la Procuraduría, que deberían ser instituciones independientes y con personas idóneas y legítimamente nombradas para ejercer los cargos superiores.
En el campo de la justicia, con un Tribunal Constitucional que se maneja en la ambigüedad o con tribunales que juegan a la dilatación y al cabildeo, amén de una clara sumisión al Órgano Ejecutivo y al Gobierno en su conjunto, junto a legisladores que solo muestran obsecuencia, estamos en un escenario donde la ley está supeditada a la discrecionalidad política, lo que crea un ambiente de inseguridad y de poca confianza ciudadana, aunque todavía no tenga que andar con el “Testamento” bajo el brazo, como en la dictaduras del pasado. No se puede excluir a nadie de la responsabilidad que le toca cuando se asume un cargo público y realiza acciones públicas, porque esto es una invitación a la impunidad.
Lo del TIPNIS, es deplorable por decir lo menos, con el peligro de que allí se prenda una mecha de explosión social que los bolivianos no queremos, al margen de la clara intencionalidad de cumplir con un compromiso con los cocaleros, que necesitan expandir y sustituir sus actuales tierras erosionadas, especialmente ahora cuando Colombia está reduciendo sus cultivos y que están próximos dos eventos mundiales en el Brasil donde se incrementará sustancialmente la demanda. El Gobierno no ha ocultado su afán de traspasar esta reserva ecológica con un camino por el medio y se empeña por convencer a la opinión pública que está actuando con la ley y en favor de las naciones originarias, comprando a la vez conciencias mediante la dádiva y el chantaje. Hasta uno de los observadores de la OEA se equivocó de tal manera que levantó el puño izquierdo y se apretó el pecho, como si fuera un militante del Gobierno, mostrando descaradamente su parcialidad y la vergüenza ajena de un organismo internacional, en un evento donde tiene que cumplir una tarea con imparcialidad e idoneidad suficiente.
En el caso del Mutún, la historia volvió a retroceder en el tiempo y el Gobierno, sobre todo el Estado boliviano no tiene las posibilidades de llevar adelante este proyecto, por falta de recursos financieros, capacidad de gestión y condiciones objetivas, como ser la existencia de gas, cuya producción está estancada.
Opinión – Cochabamba