Ser mestizo, ser boliviano

Jorge Lazarte R.

jorgelazarte Finalmente el gobierno ha oficializado que el censo de población tendrá lugar en noviembre, y que la pregunta sobre autoidentificación cultural no incluirá a “mestizo”. Tiene poderosas razones políticas para no hacerlo, pero la no inclusión de “mestizo” es una violación de un derecho constitucional art. 21, CPE), y es discriminante.

El único argumento declarado del gobierno es que “mestizo” tiene connotaciones raciales. Si fuera así, tendría razón. Pero las cosas son bien distintas. El gobierno razona en términos “coloniales”, pues la palabra “mestizo” quería decir efectivamente en la colonia mezcla de “razas”, y esta forma de razonamiento fue dominante hasta la primera mitad del siglo XX. Entonces “raza” remitía a un componente biológico, cuyo marcador más saliente era el color de la piel. Pero desde la segunda mitad del siglo pasado, los derechos humanos se consagraron y universalizaron; y se desracializaron las diferencias interpretándolas en términos culturales.



Como se sabe, en su raíz latina mestizo quiere simplemente decir mezcla (“mixticius”, “mixtus”: la mitad de una cosa y la mitad de otra) y lo que antes mezcla era de “razas” ahora es de culturas. En Bolivia por lo menos ya son 200 años de interpenetración y de mezclas e hibridación inter y transculturales entre distintas culturas, que han terminado produciendo lo “mestizo” en distintas proporciones y en ámbitos de la cultura, mentalidades, formas de expresión y comportamientos cotidianos. El castellano que se habla en Bolivia no es el castellano de Castilla, es el boliviano con sus giros regionales y nacionales, muchos de ellos provenientes de las culturas andinas. Estas mezclas histórico-sociológicas no sólo han producido una identidad mestiza sino que también han mestizado a los pueblos indígenas y originarios. Ningún indígena u originario, o campesino es culturalmente sólo indígena originario o campesinos al modo como lo fueron sus “ancestros”: basta observar sus vestimentas, viviendas, léxico, modos de vida, e inclusive aspiraciones.

Esta nueva condición cultural de autoidentificación mestiza es la que se constata en todas las encuestas que incluyen la opción “mestizo”, y son miles o millones de mestizos que se reconocen como tales, y como no como “raza” (si se tratara de una identificación “racial” sería interesante que el gobierno aclarara cual es el marcador biológico o de pigmentación, que los identifica). Esta parte considerable de la población que se reconoce en esa identidad mestiza tiene como un indicador identitario más importante que es el idioma: son castellano-hablantes, que tienen al castellano como lengua materna. Lo mestizo es pues cultura.

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Esta identidad mestiza que estos bolivianos reivindican debe ser reconocida por el Estado “plurinacional”. Pero el gobierno sigue en su propósito de negarla y ha intentado varias redacciones de la pregunta en la boleta sobre autoidentificación para evitar la palabra urticante de “mestizo”. En lo que parece ser la última redacción, se va a preguntar si los “bolivianos” “pertenecen” a “alguna nación, pueblo indígena originario campesina o afroboliviano”. Los que respondan negativamente, y serán legión, ¿no tienen ninguna identidad cultural? ¿Ser “boliviano” es sólo una “nacionalidad” para el pasaporte, pero no una “cultura”? Ser boliviano es “ser”, que es cultura. ¿Esos bolivianos no producen cultura? ¿Dónde situar a las grandes obras de la literatura boliviana? Tamayo, Arguedas, Moreno, que no pertenecieron a ninguna de esas opciones étnicas, son bolivianos que han producido cultura, como tantos otros. Bolivianos sin cultura propia, es lo mismo que sostener que los chilenos no tienen una identidad cultural; ni los argentinos, los alemanes, o los franceses, etc. lo que es absurdo, sólo concebible como síntoma grave de una patología del poder. Sería interesante saber dónde se sitúan los mestizos que ahora mandan en Bolivia.

El interés político no declarado del gobierno es su temor de que toda la ideología de la que tanto usó y abusó, se le desplome, y con ella su pretendida legitimidad histórica. Pero por encima de estos cálculos primarios, la autoidentificación cultural es derecho de todos. Tener identidad, construir identidad, es existir. Es ser alguien y no “ninguno”, que es ser nadie o nada. De esta premisa deriva el derecho, siempre vigente, a resistir a los que pretenden borrarla desde el poder.