Lejos de sus seis hijos y Angelina Jolie, encontramos un polémico Brad Pitt dispuesto a debatir sobre la política de Estados Unidos y la violencia dentro del negocio del cine de Hollywood. Un contexto que le viene como anillo al dedo al estreno de «Mátalos suavemente», último filme de Andrew Dominik (quien ya dirigió a Pitt en «El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford») alrededor de un asesino contratado por la mafia para resolver un chapucero robo en una partida de póquer. Las cartas, sobre la mesa.
—Después de dos filmes tan especiales como «El árbol de la vida» y «Moneyball», ¿qué importancia desempeña esta película dentro de su carrera, habida cuenta de que usted también la ha producido?
—Antes que nada, he de aclarar que siempre busco el estilo de películas que sean difíciles de hacer. También me atraen directores como Andrew Dominik, a quien admiro. Cuando leí el clásico libro de George V. Higgins en que se basa la película, comprobé que la historia original, que sucede en los años 70, tiene mucha conexión con la actual crisis de los préstamos de hipotecas, donde muchísima gente ha perdido su hogar. La película es de gánsteres, pero también habla del mundo real.
—¿Cómo definiría a su personaje, un liquidador especializado en limpiar la basura de la mafia?
—Bueno, Jackie Cogan solo quiere hacer su trabajo, tratando de que la gente sufra lo menos posible. En ese sentido, tiene cierta humanidad (risas). Al menos que la víctima se siente cómoda, ¿no? Representa a un lado desafortunado del negocio, por así decirlo, a pesar de que quiere dar una imagen de dignidad y hasta de sofisticación.
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—¿No le preocupa que sus hijos le vean en la mente de un asesino en la gran pantalla?
—Vivimos en un mundo tan violento… Yo me crié cazando y sé que ese acto también es demasiado brutal. Si alguna vez comiste una hamburguesa, deberías haber visto cómo el carnicero mata a la vaca. Hay que ser consciente de ello y aceptarlo. Además, la violencia me parece una parte importante del cine. No me lo imagino sin ella.
—¿Qué tal fue volver a trabajar con Andrew Dominik?
—Estupendo. Volver con Andrew resultó como la perfecta continuación de una conversación que habíamos dejado sin terminar. Él tiene un radar muy afinado sobre el comportamiento humano, y me encanta estar en desacuerdo con él. Peleamos todo el tiempo (risas).
—¿Cómo cree que afectan historias afiladas como ésta al momento que vive Estados Unidos, aún en crisis y en pleno proceso electoral?
—Es cierto que estamos viviendo una etapa histórica de gran división. Pero a mí me gusta que el cine muestre ciertos argumentos que no sean necesariamente los míos, que genere controversia. Y, por supuesto, mi país tiene muchas facetas y aristas, es muy complejo y, también, maravilloso. La faceta que más me importa de este negocio es la innovación, manteniendo la integridad y la justicia. Esos ideales deberían protegerse siempre, porque son difíciles de mantener, especialmente con una nación tan poderosa.
—¿Es solo pura coincidencia estrenar una película de trasfondo político con las elecciones a la vuelta de la esquina?
—Me parece una buena idea aprovechar la fecha, pero tampoco lo habíamos pensado así. Nuestro interés era tratar la crisis de las hipotecas, mostrando los problemas por los cuales la gente no pudo pagar las cuotas de sus casas. Ese fue el punto de partida principal, y lo que vino después no fue nada premeditado sino fortuito.
—¿Cómo recuerda las elecciones anteriores, en las que ganó Obama?
—Yo estaba en Chicago, y fue una noche increíble. La gente salió a la calle, estaba muy conectada y contentísima. Fue un evento eléctrico.
—¿Y qué espera de esta nueva cita con las urnas?
—Al final de «Mátalos suavemente» hay un mensaje que expresa bastante esperanza. Habla sobre nuestra mentalidad, en la que solo importa que gane un partido político determinado, en vez de las soluciones que plantean. Es un problema muy serio. En este año de elecciones estamos viendo muchas más publicidades negativas que nunca, y tampoco quiero que el cine se vea como algo así como los Superpacs (el grupo anónimo que recaudó millones de dólares, solo para hacer una campaña en contra de Obama).
—¿Hasta qué punto sus creencias políticas condicionan sus preferencias profesionales?
—Antes de contestar, me gustaría que alguien hiciera un documental que muestre las diferencias entre demócratas y republicanos, para que la gente entienda bien cómo desarrollar sus puntos de vista, aun en contra de sus intereses personales. Aunque los demócratas suelen inclinarse más hacia la izquierda, yo quiero pararme en mi propio lugar. Por eso, no me opongo si mis personajes tienen diferentes puntos de vista que yo. Amo la democracia, especialmente en el cine.
—¿Cómo evoluciona su faceta como productor?
—Adecuadamente. Trato de centrarme en proyectos comprometidos y arriesgados, pero también en cine más comercial. Por ejemplo, después de esta película, estrenaremos una de zombis: «World War Z».
—¿Cree que Hollywood ha dejado de ser una cultura para convertirse solo en un negocio?
—Creo que siempre va a existir la vieja batalla entre el cine artístico y el comercial. A mí realmente no me gusta luchar en ninguno de los dos bandos. No suelen llevarse para nada bien, pero ambos se necesitan. Es una relación simbiótica, y desde luego que va a seguir siendo así. Hay algo noble en hacer una película que contenga mensaje, y que además encaje dentro de la industria comercial y te permita obtener ciertas ganancias.
—¿Volverá a trabajar con Angelina Jolie alguna vez?
—Nos encantaría trabajar juntos de nuevo, claro que sí. Ahora mismo no es viable porque Angie está a punto de empezar otra película, pero algún día llegará el momento.
—¿Igual que el momento de su boda, tal vez?
—Seguro… Aunque, de verdad, aún no hemos fijado una fecha definitiva. Todas las informaciones que han salido son simples rumores. Además, yo sigo esperando que en Estados Unidos se pueda arreglar definitivamente el tema del matrimonio gay antes de casarme de nuevo.
Fuente: www.abc.es