Mutuma Ruteere es el Relator Especial de Naciones Unidas sobre Racismo y acaba de llegar a Bolivia. Tal vez no lo sabe, pero está pisando un campo minado, ya que su visita obedece a una jugada política del gobierno de Evo Morales, que es quien lo ha invitado.
A raíz de diversos escándalos, que involucran desde la represión policial a indígenas hasta presuntos vínculos de altas autoridades con el narcotráfico, la imagen externa del régimen cae en picada. Momento propicio para traer a algún funcionario internacional que pueda decir algo positivo de la administración evista.
Se busca mostrar al gobierno cocalero como campeón de la lucha antidiscriminación; todo un contrasentido, cuando pocos días atrás el presidente se encargó de tildar a los pobres de medio país de “flojos”, en un acto abiertamente discriminatorio, o cuando los derechos de los indígenas del TIPNIS son irrespetados con una consulta que no es ni previa, ni libre ni informada.
Por supuesto, siempre hay margen para que actores no oficialistas traten de volcar la tortilla, y así lo están intentando tanto la Asamblea Permanente de Derechos Humanos como la principal bancada opositora.
Pero lo que tiene mal olor es la anunciada presencia del Relator onusiano en la “rídícula boda real”, al decir de María Galindo, que tendrá lugar el próximo sábado.
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¿Se rebajará la burocracia internacional a tal grado de manipulación?
Se comenta que varios funcionarios locales de Naciones Unidas bailan al compás de la música que emana del Palacio Quemado, más aún luego de la liberación de uno de sus ex colegas, capturado en posesión de 30 kilos de cocaína y defendido por una asesora del Ministerio de Gobierno.
Igualmente, preocupa que el Relator sólo les haya dado a los dirigentes indígenas del CONAMAQ tres escasos minutos para entrevistarse con él.
Esperemos que el Sr. Ruteere preserve la dignidad institucional con una conducta imparcial, adecuada a su cargo…