El peligro de los narco-vecinos
El consultor de seguridad americano dice que el Brasil es uno de los mayores perjudicados por la alianza que los países de América latina establecieron con traficantes.
Douglas Farah dirige informes de seguridad para empresas privadas y órganos del gobierno americano, como el Departamento de Seguridad Interna y el Departamento de Defenza. Miembro del Centro de Evaluación Estratégica Internacional (CSIS), de Washington, el consultor americano es especialista en identificar las áreas de influencias de carteles mexicanos, pandillas salvadoreñas y grupos terroristas en América latina. También revela las armas, centros de lavado de dinero y los contratos en el gobierno y en la justicia usados por esos criminales.
Autor del libro " Merchant of death" (mercaderes de la muerte), sobre el traficante de armas ruso Viktor Boutique, Farah fue criado en Bolivia, donde sus padres, misioneros Americanos, trabajaban.
¿Cómo se puede explicar el avance del crimen organizado en América Latina?
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Después del atentado del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York, los gobiernos de los Estados Unidos y países de Europa concentraron su atención en el Islamismo radical y el terrorismo. Desde entonces, el combate al crimen organizado quedo fuera de la lista de prioridades y diferentes grupos con actividades ilícitas pudieron actuar con una libertad sin precedentes. Ellos hicieron contactos entre si y asumieron el control de partes vitales de la economía de muchos países. En América Latina, hubo un fenómeno todavía más preocupante. Los criminales fueron invitados por los gobernantes de países llamados " bolivarianos" , líderizado por el presidente venezolano Hugo Chávez, para compartir el poder político. Así, conquistaron una fuerza inédita en la región.
¿Cómo es el acuerdo entre los gobiernos y los criminales?
Narcoestado es el nombre que se atribuye a un país en que la cúpula gubernamental da protección a las actividades de los traficantes o mantiene alguna participación directa en el negocio clandestino. En esos lugares, los criminales son utilizados como instrumento de política interna y externa y apoyan el poder central. En cambio, cometen sus crímenes con total seguridad. La existencia de ese tipo de acuerdo explica el espectacular crecimiento del papel de Venezuela como local de paso de cocaína para otros países. Lo mismo ocurre con el Ecuador y Bolivia. En esos países, cuando funcionarios de primer nivel son descubiertos en operaciones ilegales, jamás son investigados o sancionados. Al contrario, son ascendidos. Quien es castigado en los narco estados son los periodistas o los políticos de la oposición con coraje para denunciar las relaciones entre el poder político y el crimen organizado. Fue lo que sucedió con el senador boliviano Roger Pinto, que entrego denuncias al presidente Evo Morales y, por eso, paso a ser perseguido por el gobierno. El político acabo refugiándose en la Embajada del Brasil para escapar de la persecución.
¿Cuáles son las principales autoridades comprometidas con narcotraficantes?
Son muchas. El ministro de Defensa de Venezuela, Henry Rangel Silva, dio apoyo material para que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) transportaran droga, según el Departamento del Tesoro americano. El juez Eladio Aponte, que trabajó siete años en el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela y se encuentra exiliado en los Estados Unidos también afirmó tener las pruebas del envolvimiento de altos miembros del gobierno de Hugo Chávez con narcotraficantes. Hasta que huyó a Miami, el era fiel al presidente. En Bolivia, Juan Ramón Quintana, ministro de la presidencia, y Sacha Llorenti, ex-ministro de gobierno, son sospechosos de mantener relaciones directas con el crimen organizado. Llorenti acaba de ser nombrado embajador de Bolivia en la ONU. En el Ecuador, dos aliados del presidente Rafael Correa, Gustavo Larrea, ex-ministro de seguridad interna y externa, y José Ignacio Chauvín, ex-subsecretario de Gobierno, mantenían vínculos directos con traficantes de las FARC.
¿El crimen organizado siempre intentó infiltrarse en el poder oficial, no es así?
Sí, así es, más la naturaleza de esos lazos cambió. Tradicionalmente, los carteles de la droga buscaban instalarse en sectores estratégicos del estado para abrir brechas en las aduanas y en los puestos de inmigración, y para controlar algunos tribunales de justicia. No se preocupaban en dominar la cúpula nacional. En México todavía es así. Ya en los países bolivarianos el crimen organizado se expandió de arriba hacia abajo en la estructura de poder. En el modelo antiguo, siempre había un sector del estado que no había sido contaminado y podía reprimir a los criminales con la policía y las Fuerzas Armadas. En los narcoestados, esas capacidades de reacción prácticamente deja de existir.
¿Cómo se construyó la alianza de esos gobiernos con los narcotraficantes?
Cuando comenzaron sus mandatos, ellos no tenían esa ambición. El problema es que el modelo económico que adoptaron no funcionó. En las empresas nacionalizadas hubo una caída en la producción. Los inversores, internos y externos, desaparecieron. La corrupción se esparció y los profesionales más talentosos se fueron hacia otros países. Con la economía cayéndose, esos gobernantes buscaron alternativas. Ahí encontraron al crimen organizado.
¿Como la sociedad brasilera es afectada por los narcoestados del vecindario?
El Brasil es el segundo mayor mercado consumidor de la cocaína del mundo, y conquistó ese puesto porque hubo un cambio en la forma de pago de la droga entre los traficantes. Hasta los años 80, cuando todavía dominaban el tráfico de cocaína, los colombianos recompensaban a sus intermediarios en dinero. Con eso, la mayor parte de la droga apenas hacia escala en el Brasil, de donde era enviada para otros países. En los años 90, los mexicanos cambiaron las reglas y pasaron a pagar de 20 % a 50% del valor en mercadería. Eso obligó a sus socios en varios países a buscar maneras de vender cocaína. Así crecieron los mercados domésticos para la droga y sus variaciones, como el crack, con el impacto conocido en la criminalidad. Cuando un vicioso se queda sin dinero, roba o comete otros crímenes. Los puntos de ventas pasan a ser disputados y los bandos comienzan a armarse con fusiles AK-47 y lanzadores de Granada. Cuando ellos entran en combate con policías armados apenas con pistolas, el desequilibrio de fuerzas es tremendo. No hay un único caso en el mundo en que el crecimiento del consumo de drogas ilícitas no haya sido acompañado de aumento de la criminalidad.
¿De qué manera la complicidad del estado con el tráfico perjudica a los ciudadanos venezolanos, bolivianos y ecuatorianos?
Donde hay narcotráfico, hay lavado de dinero, tráfico de seres humanos y prostitución. El avance de las actividades ilícitas siempre es acompañado por el aumento de riquezas sorprendentes, que no pueden ser explicadas por la economía formal. En Panamá, están siendo construidos rascacielos que después quedan totalmente vacíos. Se trata de lavado de dinero pura y simplemente. Como los dueños de las constructoras que levantan esos edificios pueden trabajar a pérdida, acaban compitiendo deslealmente con las constructoras honestas. Las actividades económicas legítimas, por tanto, son perjudicadas. Esa distorsión ocurrió en Colombia en los años 80 y ahora es la regla en los países bolivarianos. Será muy difícil revertir esa situación y recuperar la parte legítima de la economía, volviéndola apta para competir en el mercado global.
¿Por qué?
Porque los criminales y sus aliados en el poder crean lazos, hacen negocios e intercambian experiencias con otros bandos y con el gobierno de otras naciones. Se crea así una red internacional de protección mutua. Si Evo Morales tambalea en el poder, Chávez aterriza en La Paz con un cheque o aparece la presidente argentina Cristina Kirchner ofreciendo nuevos proyectos. Esos gobiernos ya resistieron a varios momentos de aguda crisis interna por causa de esa red de apoyo, cuya fachada es la afinidad ideológica. A finales del 2010 cuando Chávez se quedó sin dinero (la economía estaba en recesión por segundo año consecutivo), los chinos le dieron 20 mil millones de dólares. En cambio, garantizaron el abastecimiento de petróleo venezolano por muchos años. Los narcoestados latinoamericanos también construyen una alianza poderosa con Irán. Ella es hecha de acuerdos que, aunque no traigan beneficios económicos notables, tienen un sentido estratégico.
Irán tiene petróleo y muy lejos de aquí. ¿Cuál es su interés en América Latina?
Uno de los objetivos claros de Irán es eludir las sanciones internacionales. En Venezuela, se crearon instituciones financieras de mentira, como el Banco Internacional de Desarrollo, que Chávez siempre dijo que no era iraní. Yo tuve acceso a los papeles de su fundación, con todo, y verifiqué que todos los diecisietes directores eran iraníes, tenían pasaporte y nombres persas. El banco era usado para mover el dinero de las transacciones internacionales de Irán, especialmente las relacionadas a su programa nuclear. Después que ese esquema fue descubierto, Irán y Venezuela inventaron otros. Uno de esos consiste en crear un fondo binacional, o sea, una cuenta conjunta, supuestamente para promover la agricultura, en la cual cada país deposita algunos billones de dólares. Después ese fondo simplemente desaparece y el dinero también. Es una manera de hacer con que el capital iraní pueda circular con un rótulo diferente, con otra denominación de origen. En el Ecuador, los iraníes utilizan bancos nacionales que no funcionan más, pero todavía existen en los papeles. Más difícil es saber lo que ellos quieren en Bolivia. Hay 140 diplomáticos iraníes que oficialmente actúan como asesores comerciales en el país, más el comercio bilateral no pasa de algunos pocos millones de dólares. No hay justificativas para tantos funcionarios ligados a la embajada.
¿Ud. arriesga una explicación?
Temo que irán quiera usar América Latina para amenazar o chantajear a los Estados Unidos. Los generales venezolanos cargan en los bolsillos un pequeño libro con las doctrinas del Hezbollah, un grupo fundamentalista chiíta apoyado por Irán. El texto contiene la meta de tumbar el imperio americano con armas de destrucción masiva. El intercambio con los países bolivarianos serviría, entones, para mostrar un peligroso arsenal, tal vez químico o biológico, en el patio de los americanos.
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, dijo estar dispuesto a iniciar negociaciones con las FARC. ¿Cuáles son las posibilidades de que esto tenga éxito?
Cualquier negociación seria, tendrá que conseguir que las FARC abandonen el narcotráfico, lo que es imposible. Mucha gente depende de esa red que se arrastra por todo el planeta. La cuestión del narcotráfico es muy probable quedara fuera en una negociación de paz. Los líderes de la FARC nunca demostraron disposición para abrir mano de esa que se transformo en su principal actividad.
El plan Colombia, firmado en los Estados Unidos en 1999 con el objetivo de reducir la producción y tráfico de cocaína, ¿tuvo éxito?
Cualquiera que lea las metas que fueron escritas en el tratado en 1999 podrá concluir que se trato de un fracaso espectacular. Los dos países preveían bajar la exportación de cocaína por la mitad y hablaban de muchos otros objetivos que al final no se concretizaron. Fuera del papel, el plan hizo historia. En los Estados Unidos, el consumo de cocaína cayó más de 20% en diez años. En Colombia, el peligro del estado corroerse no existe más. Las FARC están debilitadas y no hay mas grandes carteles con libertad para hacer sus negocios. Con el apoyo americano, los colombianos se pusieron a trabajar para cerrar las heridas de las décadas de enfrentamiento con la guerrilla. Los Estados Unidos financiaron menos del 10% del plan Colombia. La mayor parte de los recursos vino de los colombianos, que aumentaron los impuestos pagados por el propio pueblo para asumir los gastos de la guerra interna. Ellos redujeron la violencia sin hacer ningún pacto con los narcotraficantes. Demostraron con eso una capacidad que todavía les falta a los mexicanos. Infelizmente, otros países de la región escogieron seguir el rumbo opuesto.
Veja – Brasil