Rolando Schrupp
Durante el principio del Siglo XIX las condiciones objetivas mundiales dieron pie a lo que después sería la Independencia Americana. El fenómeno de la Revolución Francesa con su propuesta del Estado-Nación en reemplazo de la Monarquía hizo que se erija Napoleón Bonaparte como solución a los años de terror post-revolución. La invasión Napoleónica a España abrió la posibilidad de cuestionar la re-centralización del Imperio Español que quitaba el derecho a la determinación y al autogobierno de los Cabildos locales.
Y es así como las Colonias empezamos a adoptar posiciones en contra del Impostor y a favor del verdadero Rey, al punto de levantar la bandera celeste-blanco-celeste. Como las guerras tienen finales poco predecibles, resultó que el sentimiento de necesidad de autogobierno se materializó en nuevos Estados-Naciones. Lastimosamente estos nuevos Estados-Naciones se inventaron alrededor de caprichosos intereses, tal cual la sombra del Cerro Rico y la avaricia de ser quienes dominen esta recurso.
Y es así como el Pueblo Cruceño se declaraba independiente, libre y soberano, para luego ser absorbido dentro del proyecto de país de Bolivia. Para ello, se le negó su proceso nacionalitario en pleno desarrollo, para convertirse en ciudadanos sometidos no a una tiranía de miles de kilómetros de distancia de ultramar, sino a una de miles de metros de altura en los Andes. Es por esto que si miramos desapasionadamente lo conseguido no puede ser considerado como una independencia, sino como un cambio de tirano. La rebeldía de nuestro Pueblo hace que el sentimiento libertario adopte algunas propuestas para perseguir su autodeterminación, como fue la Revolución Federal, la Revolución de los Domingos, la lucha por las Regalías Petroleras, la Descentralización Administrativa y la más reciente Revolución Institucional Autonómica.
El principio del Siglo XXI ha presentado nuevamente el problema de que Sudamérica es un continente inconcluso porque no es solo acá donde se cuestiona la prepotencia de los colonialismos internos de los países sino que en todo el continente. Es tal el miedo de los representantes de estos Estados inventados que la conformación de UNASUR es la respuesta a la posibilidad que algún pueblo, como el nuestro, decida cuestionar la situación de colonialismo interno a la que son sometidos. Y es que la crisis del modelo de Estado-Nación no se presenta solo dentro de proyecto de país fracasado que es el caso boliviano, si no que es cuestionado continental y mundialmente.
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Uno de los derechos humanos más fundamentales es a que los vivos no están condicionados por los preceptos de los muertos, es decir, lo que funcionó antes no tiene la obligatoriedad de seguir siendo la realidad actual o la futura. Nuestro Pueblo tiene este derecho inalienable, de buscar su propio destino en lo que considere sus mejores intereses y que es precisamente lo que debe hacernos pensar el 24 de Septiembre, que nuestra voluntad a ser libres no podrá nunca ser doblegada, que mientras más nos intente atropellar el colonialismo del centralismo, mas fuerte y legítimo será nuestra necesidad de concluir una revolución inconclusa que probablemente se contagie a Pueblos hermanos que sufren nuestra misma desdicha. Nuestro proceso nacionalitario seguirá gestándose en lo más profundo de nuestro ser colectivo hasta que llegue el día que nuestra Nación despierte y reclame el derecho de gobernarse a sí misma en persecución de sus propios ideales e identidad frente al concierto de naciones del mundo.
Aún mantenemos una de las armas más poderosas que existen, la negación; y es que nos negamos a ser sometidos, nos negamos a desaparecer, nos negamos a que nuestros recursos sean saqueados, nos negamos a no ser libres, nos negamos a renunciar a nuestra causa y nuestros sueños.
Semanario Uno – Santa Cruz