Mitch Winehouse: Mi hija, mi infierno

mitch_winehouseDesvencijado y oscuro, Jazz After Dark es uno de los pocos resquicios del viejo Soho londinense. Uno de esos locales que el diseño olvidó. Su dueño, el egipcio Sam Shaker, señala uno de los muchos retratos de Amy Winehouse que cubren las paredes. "Los pinté yo. Hace unos diez años vino ella por aquí sin dinero y me contó que se ganaba la vida cantando. Subió al escenario y lo hizo mejor que la chica que yo tenía contratada".

El delgado septuagenario de cara curtida muestra una esquina de la barra: "Se sentaba allí y todos los ojos se posaban en ella. Le encantaba comer tortilla de patatas del Mercadona que yo traía cuando volvía de mi casa en la costa española".

A continuación muestra un libro con recortes de prensa. "Sus amigos y familiares le prepararon aquí una fiesta sorpresa, pero Amy no quiso venir porque no estaba ni vestida ni maquillada. Eso sí, al día siguiente me llamó pidiéndome la tarta en forma de guitarra que le había hecho", recuerda ente risas.



Su amistad con Amy y con su padre, Mitch, derivó en la transformación del bar en un santuario dedicado a la cantante. "Antes me atacaban acusándome de exhibir imágenes de una yonqui. Al morir Amy me robaron dos. De repente, para la prensa era un ángel".

Shaker está poniéndome al día de las últimas noticias de otro habitual, Pete Doherty, que por lo visto está en París trabajando con Carla Bruni, cuando hace su aparición Mitch Winehouse. Corpulento, trajeado, con reloj vistoso y gesto impaciente tiene algo de Tony Soprano de domingo. Tras dar un par de trastazos a los muebles se sienta de espaldas a la pared, mirando al pasillo. Aunque hace un par de preguntas de cortesía interesándose por dónde vivo y qué hago, ofrece la impresión de estar perpetuamente distraído.

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mitch_y_amy_winehouseDurante la conversación su mirada recorre la habitación como si quisiera adelantarse a un peligro o buscar una mayor gratificación. Habla sin rodeos, rozando lo brusco y con un acento del norte de Londres de raíces cockney que le hace tragarse algunas sílabas intermedias. La camarera, tan obsequiosa como el resto del personal, le ofrece un té y trae una infusión de frutos rojos. Acto seguido, Mitch escoge un barquillo de uno de los platos de galletas que, como trampas de ratón, están desperdigados por las mesas. "Estoy a dieta y no debería, pero me voy a tomar una".

El 23 de julio de 2011 su hija Amy Winehouse amaneció sin vida en su casa de Camden Town. La noche anterior había estado tocando la batería, bebiendo y cantando. Tenía 27 años y un disco multiplatino, ‘Back to black’, que le había dado fama mundial.

Al principio se pensó en sus adicciones a la heroína y el crack como causa de fallecimiento. Cualquiera que hubiese visto las fotos de la cantante por la calle con las bailarinas ensangrentadas hubiera sabido contra qué demonios luchaba. Pero el informe del forense reveló que Amy Winehouse había muerto debido a un fallo respiratorio tras caer en coma etílico. En su habitación se encontraron tres botellas vacías de vodka y en su organismo 416 miligramos por decilitro de sangre: 350 miligramos se considera un porcentaje letal.

Un año más tarde, Mitch Winehouse sigue obsesionado con poner la verdad sobre la mesa y aclarar la muerte de Amy. En su cruzada ha escrito un libro, ‘Amy, my daughter’, inédito en España. Las ganancias irán destinadas a la fundación constituida el 28 de septiembre del 2011, la fecha en la que Amy hubiera celebrado su 28 cumpleaños, con el objetivo de ayudar a niños y adolescentes. "Es que a Amy le encantaban los bebés", ofrece como explicación.

¿Por qué decidió contar la historia de su hija?

Decían que se había suicidado, que murió por las drogas y quise dejar las cosas claras. La prensa nunca reconoció que Amy se había desintoxicado durante casi tres años. Incluso ahora, cuando ha pasado tiempo y se sabe lo que pasó, viene algún periodista diciendo que era una drogadicta. No es verdad.

¿Escribirlo le ayudó a superar su muerte?

Así fue, pero resultó muy duro releerlo.

¿Por qué se enganchó su hija?

Siempre había rechazado las drogas duras pero se enamoró de Blake. Si él hubiera sido un montañero o un paracaidista, ella hubiera escalado montañas o se hubiera lanzado en paracaídas. La cuestión es que él era un drogadicto.

¿Cree que si Blake nunca se hubiera cruzado en su vida estaríamos contando una historia muy diferente? 

Quizás ella se hubiera enganchado de todas maneras. Aunque no fue el causante directo de su muerte, él admitió que la había metido en la droga, eso es lo que textualmente declaró a la prensa. Tiene que vivir con eso.

Fuente: www.revistavanityfair.es