Democracia entre olvidos y engaños

Juan Francisco Gonzáles Urgel

BUBY Pocos políticos han tenido la claridad de conocer los efectos del engaño como Abraham Lincoln, quien decía: “Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo. Se puede engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.”…” A menos que te falle la memoria…” pudo agregar.

En este mundo globalizado los efectos del engaño suelen tener ribetes supranacionales. De allí la necesidad de tomar en cuenta los paralelismos en la historia de nuestra América, vapuleada por el populismo demagógico al que recurren alternativamente las “izquierdas” y las “derechas” sin rubor alguno.



“El pueblo nunca se equivoca”, expresó Rafael Antonio Caldera Rodríguez al aceptar su apoteósica derrota frente a Jaime Lusinchi en 1983 y tras haber cabalgado una candidatura bajo la premisa de las encuestas que lo reportaban como “el más inteligente, el mejor estadista, el más honrado, el más capaz, etc.” Los venezolanos habían elegido al corpulento médico de perenne sonrisa cuyo gobierno discurrió signado por la inopia, la inflación galopante y la corrupción. La democracia clientelar parecía haber tocado fondo y necesitaba un cambio de timón. Cumplido su mandato y también por voluntad popular, Lusinchi heredaría el poder nada más y nada menos que en su copartidario Carlos Andrés Pérez, quien venía precedido de la “Venezuela saudita” de 1974-1979 y tras librarse de un juicio de responsabilidades – acusado de corrupción por el caso de la compra fraudulenta de un barco pesquero (Sierra Nevada)- merced al voto salvador del entonces parlamentario “izquierdista” José Vicente Rangel (posteriormente Ministro de Relaciones Exteriores, Ministro de la Defensa y Vicepresidente de Hugo Chávez en su primer período).

Pues bien, el pueblo se engañó y tanto, que el segundo mandato de Pérez se inició con el famoso “caracazo” y un saldo aproximado de 2.000 personas desaparecidas durante el 27 y 28 de febrero de 1989. Poco después, el 4 de febrero de 1992, hubo un intento de golpe de Estado comandado por oficiales medios de las FF.AA., entre ellos Hugo Chávez. Pérez tuvo que enfrentarse a una segunda intentona el 27 de noviembre del mismo año, durante la cual los golpistas llegaron a bombardear algunos edificios públicos; y finalmente dejó la Presidencia por decisión del Congreso para enfrentar un juicio de responsabilidades y guardar detención domiciliaria.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

En Ecuador, Abdala Bucarán, émulo de “Los Iracundos”, sufrió el intempestivo arrepentimiento de sus electores y debió salir con las tablas sobre la cabeza. En el Perú, los incaicos escogieron a Fujimori y dejaron en descampado a Mario Vargas Llosa, quien retornó a las letras para ganar el Premio Nobel de Literatura. Recordemos también la fugaz incursión de Collor de Melo (1990-1992) en Brasil.

Muerto el caudillo Juan Domingo Perón, le sucedió su viuda como vicepresidenta en ejercicio, en 1974. Pareja que había sido escogida por los argentinos frente a Ricardo Balbín, moderado candidato de la Unión Radical. La aventura matrimonial terminó con las dictaduras militares de Videla, Galtieri (1976) y la conocida “guerra sucia”. Después optaron por el tanguero y futbolista Menem. Hoy, la Argentina de Héctor Kirchner pareciera seguir la misma ruta desastrosa con la cada vez más cuestionada Cristina Fernández, sucesora electoral de su difunto esposo.

Lo asombroso de todo esto es que pasado los sofocones, las sociedades parecieran volver a un estado de candidez virginal y en aprestos para iniciar un nuevo ciclo, pues engaño y olvido siempre van de la mano. Desde ese “olvido” generalizado se critica cualquier desliz de la democracia y se ponderan las “vivezas” de quienes se hacen del poder para usarlo a su antojo. Curiosa cultura.

En este marco, ¿qué enseñanzas nos deja la reciente experiencia electoral venezolana?

Tirios y troyanos, testigos de oído, aceptaron como un axioma que la democracia se reduce al acto de votación. Se olvidaron del ventajismo que hizo de los ingresos de PDVSA, una “caja chica” al servicio de la candidatura chavista; que se utilizó impúdicamente el aparato del Estado, incluidas la presión hacia los medios de comunicación, las “cadenas” audiovisuales interminables de Chávez, la intimidación a la ciudadanía, y otros artificios.

Durante los días de las elecciones venezolanas escuché en Radio Panamericana al serio y juicioso Víctor Hugo Cárdenas, junto con el otrora Delegado Presidencial para la Asamblea Constituyente, Ricardo Paz, y al inefable Carlos Romero, quienes opinaban al respecto cual si de una democracia perfecta se tratara. ¡No era más que confirmar las encuestas! El foro giró en torno a la economía nacional y los “olvidos” se fueron haciendo más patentes. Cuando se tocó la producción y a la economía nacional bolivianas, los tres “olvidaron” -como en mutuo acuerdo- los embates del gobierno contra el único sector productivo que no depende de la actividad extractiva y como por arte de magia, las constantes prohibiciones y los cupos de exportación de maíz, arroz, azúcar, soya, carne; el intento de cerrar la zona Franca de Puerto Suárez, parecían haberse borrado de la mente de los disertantes.

Por supuesto que ya se han “olvidado” de la forma en que se amplió la vigencia de los constituyentistas (el Presidente de la H. Cámara de Senadores se servía una taza de café en la Vicepresidencia de la República); la aprobación violenta e inmoral del texto de la nueva C. P. E.; la toma del Órgano electoral con el masista Exeni; la asombrosa celeridad que permitió el registro de cédulas de identidad clonadas en el Padrón Biométrico; los traslados de votantes; el rechazo ciudadano a las elecciones de Magistrados con el voto “nulo” para evitar la instrumentalización de la Justicia, y el ahora desembozado intento de re-reelección de Evo Morales.

¿Cuál fiesta democrática? ¿Mirar impávidos el festín del Corregidor?

En Venezuela no ganó la democracia secuestrada por el caudillo; ni ganaron los venezolanos a quienes amenaza un estado de situación peor que los últimos catorce años de dictadura disfrazada que dilapidó más de setecientos mil millones de petrodólares. Los venezolanos se volvieron a equivocar. No ganó la paz, una guerra sin cuartel con decenas de muertos se inicia y cierra cada noche en sus principales ciudades. Tampoco ganó “la justicia social” que reparte bonos destinados a los camisas rojas afines al régimen, pues el resto de la población -sin fuentes de trabajo dado que la empresa privada hace tiempo que tomó las de Villadiego- guarda la esperanza de engrosar las nóminas del Estado Empleador.

Capriles Radonski logró sin embargo, visibilizar el descontento y dotó de un rostro identificable a toda la oposición y no a una sumatoria de átomos políticos. Y eso ya es mucho cuando tal meta se alcanzó luchando contra un aparato político que maneja recursos públicos como si fueran propios. Conseguir que esta oposición ahora visible y numéricamente importante se convierta en contra poder, es el segundo paso. Vienen las elecciones para Alcaldes y Gobernadores en diciembre de este año y en 2016 las elecciones parlamentarias.

Domésticamente la oposición beniana hace esfuerzos en unificarse para enfrentar a la Miss del gobierno. Juan del Granado, claramente ansioso por volver al redil masista con peso electoral propio, y en intento velado por mostrar con ello la lealtad a su antiguo socio Evo Morales, juega a que se olviden sus periplos en el gonismo de la capitalización; el cuoteo de la partidocracia y la ruptura calculada con sus antiguos aliados. El Sin Miedo, ahora pretende restarle impacto a la candidatura unitaria por la Gobernación de Beni, no sin dejar un mensaje cifrado a las logias paceñas de que tales decisiones deben tomarse en La Paz.

Las leyes de la Historia no eximen a Chávez de correr con la suerte de Carlos Andrés Pérez, dados su enfermedad, la lucha interna por la Vicepresidencia, la excesiva dependencia de la renta petrolera, la dilapidación ostentosa de los recursos públicos, la inseguridad ciudadana y otros males que aquejan su desgobierno. Venezuela no está libre de los “Bolívares” que cada cierto tiempo irrumpen en su escenario político: Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Marcos Evangelista Pérez Jiménez, Carlos Andrés Pérez y ahora Hugo Rafael Chávez Frías.

“La primera vez que me engañes será culpa tuya. La segunda vez, la culpa será mía”, dice un antiguo proverbio árabe.

Aquí en nuestro patio, seguimos “olvidando”, mientras varios Evos Morales esperan su turno para “engañarnos”.