Grosería

José Gramunt de MoragasCon ocasión del 50º aniversario del conflicto de los misiles soviéticos en Cuba, el centro de investigación independiente National Security Archive, de los Estados Unidos, ha divulgado unas 2.700 páginas de documentos relacionados con aquel hecho, sucedido en 1962. Se considera la crisis más grave de la Guerra Fría entre EEUU y la URSS, que, de haber sido manejada groseramente, pudo provocar una guerra nuclear. Vale la pena recordarlo con algunos detalles poco conocidos.En uno de los documentos descalificados se informa que un avión espía norteamericano había descubierto la presencia de misiles balísticos nucleares soviéticos en la isla caribeña, a cerca de 150 kilómetros de Florida. Washington inició su acción diplomática advirtiendo a La Habana que, en el caso de que aquellas armas nucleares fuesen retiradas, podrían negociarse medidas de especial importancia para el futuro de Cuba. De inmediato, Nikita Jrushchov mandó retirar los misiles a cambio de que J.F. Kennedy  prometiera no invadir la isla.El historiador Peter Kornbluh, de la National Security Archive (NSA), comenta que aquellos 13 días de negociaciones, que contaron con la discreta colaboración del Gobierno brasileño, reforzaron la lección histórica sobre la necesidad y el papel de una diplomacia creativa para evitar la amenaza de un holocausto nuclear. (Diario ABC, Madrid 13/10/2012).En efecto, los misiles soviéticos tenían las condiciones para pulverizar varias ciudades de los Estados Unidos. Una guerra nuclear hubiese sino el fin del mundo. Ni yo escribiría estas líneas ni usted me distinguiría leyéndolas.Estoy seguro de que el ilustrado lector habrá adivinado el porqué de esa mención histórica. Explico. La diplomacia no se maneja pronunciando en público palabras que se consideran sucias, soeces, impresentables en sociedad. Concretamente, cuando se califican las relaciones bilaterales de Bolivia y los Estados Unidos. Quien pronunció por lo menos dos veces la monumental grosería que, por respeto al público que nos lee y por propia vergüenza, aquí no vamos a reproducir, injurió tanto al país del norte como a la propia Bolivia.Y peor aún, si al día siguiente de haberlas publicado en los medios de comunicación nacional, todavía las sigue repitiendo con una malacrianza insolente e intolerable. Naturalmente la prensa internacional, ávida de noticias llamativas o chocantes, se regodea al comprobar cómo el Sr. Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia confundió el lenguaje diplomático, cual si fuera el lenguaje de muleros y de otra gente tabernaria.Estoy seguro de que ni Kennedy ni Castro ni Jrushchov hubiesen pronunciado públicamente palabras soeces en el curso de la mayor crisis de la Guerra Fría. También estoy seguro de que se les escaparían algunos “ajos” en privado. Los grandes personajes no tienen lengua de angelitos.Este recordatorio de la Guerra Fría no sólo tiene la intención de recomendar al Sr. Presidente que controle sus expresiones, sino también para advertir que Bolivia se ha puesto en una situación peligrosa al coquetear con el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, cuyas intenciones nucleares colocan al mundo frente a una nueva guerra fría.ANF